Dos redes de agua
Un grupo habitacional, levantado allí en el vértice de la Avenida Miramar -hoy Andrés Sabella- con 21 de Mayo, me despertó de golpe y porrazo. Allí estuvieron, por larguísimos años, los estanques que almacenaban el agua con que se alimentaba la red de incendios. Eran esos tiempos en que la sed nos amenazaba y teníamos plena conciencia de aquello. Había una red para el agua potable y otra destinada a suministrar agua de mar a la red de pozos y grifos para combatir esos gigantescos incendios que -años ha- devoraban media manzana de casas y/o edificios.
Había una toma de agua de mar en la Avenida Costanera. Una enorme cámara que recogía el agua en las altas mareas. Desde allí, se bombeaba a dichos estanques, donde más de una vez -furtivos- nos bañamos para nuestro regocijo. Algunos completamente desnudos, otros, empleando los slips, que después intentábamos secar de cualquier manera, para no quedarnos "a lo gringo".
Si mal no recuerdo, en Michilla, la compañía disponía también de dos redes para el suministro de agua. Para el agua potable, que se llevaba desde Antofagasta, una red. Para los incendios y para los servicios higiénicos, se empleaba agua de mar. Inteligente alternativa.
Pero, vuelvo al agua.
En alguna oportunidad, un profesor propuso que el diseño del nuevo edificio de su escuela, tuviera los camarines de los alumnos en el tercer piso, de manera de acumular el agua proveniente de las duchas, para utilizarla en la evacuación de las letrinas y urinarios, que se ubicarían en el primer piso. La idea fue tildada como una locura desmedida y la palabra "imposible" puso la lápida a la sugerencia.
Las boletas de pago de agua demuestran que la idea del profesor no era una locura. Sí es una locura traer agua desde tan lejos, abatirle el arsénico, clorarla, potabilizarla y luego… lanzarla al WC para evacuarla al mar. Sin duda no hemos aprendido la lección.
Y olvidamos que, "gota a gota, el agua se agota…".
Jaime N. Alvarado García