Kingsman, el círculo dorado
Periodista, Magíster en Edu. Escritor, Académico U. A.
El éxito que tuvo la primera parte -'Kingsman: Servicio secreto', del director Matthew Vaughn (2015)- dio origen a esta segunda parte, donde se repite el mismo esquema, los actores iniciales y un estilo elegante de humor británico, aun cuando se evidencia un cierto agotamiento de la fórmula que es predecible.
Si bien 'Kingsman: Servicio secreto' se caracterizaba por mezclar acción, ingenio y una dosis de irreverencia, el mayor valor que tuvo aquella cinta era su comentario respecto de cuánto se han transformado las tradicionales películas de espías desde que James Bond 007 instauró un modelo elegante de recordar la paranoia de la Guerra Fría.
Con todos estos antecedentes era obvia la secuela que se denomina 'Kingsman: El círculo dorado' que parte con dos grandes problemas: mejorar la calidad de la primera parte, entregando más y mejores elementos de sorpresa y pavimentar el camino para la tercera parte.
De este modo, el personaje de Eggsy y los espías de Kingsman, formarán equipo con una agencia norteamericana para enfrentar a una nueva y delirante villana aterradora y encantadora por partes iguales que -¡qué curioso!- pretende conquistar el mundo.
Matthew Vaughn, su director, ha logrado establecer una marca en su estilo de cine al revitalizar los géneros que ama: el de gánsteres ('Crimen organizado' 2004), de fantasía ('Stardust' 2007) y de superhéroes ('X-Men: Primera generación' 2011), siendo capaz de aportar algo nuevo allí donde parecía que todo ya estaba filmado.
Esta secuela ofrece una evolución en el delineado de los personajes y en la planificación de las secuencias, sacando el mayor provecho de las sorpresas y los golpes de efecto. El personaje de Eggsy se diferencia de inmediato de James Bond, sobre todo porque no está rodeado de mujeres espectaculares y de hecho, cuando debe seducir a una chica, producto de su trabajo como espía, siente remordimientos porque él mantiene una relación seria y esta situación afecta a su trabajo como agente secreto.
El filme se ubica dos años más tarde que la anterior, pero Eggsy sigue siendo el mismo: debajo de su aspecto elegante de gentleman inglés, se oculta todavía su alma libre de delincuente juvenil, ése que tiene que escapar por entre las cloacas y que es leal a sus amistades de los barrios bajos de Londres.
La introducción de una nueva villana -Poppy Adams, una traficante de drogas que, lidera la misteriosa organización criminal El círculo de oro- pone la guinda en la torta, aunque a pesar de la notable actuación que brinda Julianne Moore, no logra instalarse en la corte de las más malas del cine, aun cuando el humor corrosivo que destila es por lejos lo mejor que tiene.
Esta Poppy Adams es el personaje perfecto: megalómana, ridícula, siniestra. Y ya desde su nombre se refleja su personalidad entre cómica y grotesca y su lugar secreto, Poppyland, demuestra absoluta coherencia con su obsesión por esa Norteamérica de los años 50 que se traduce en un trabajo artístico de primer orden, sobre todo en las extravagantes escenografías.
La atracción indudable de este filme son los Statesman, una suerte de "primos" estadounidenses de los espías Kingsman y, aunque no lo quieran, deberán aliarse para combatir a los malos de turno.
Los mejores momentos, los buenos chistes surgen, lógicamente, del choque cultural que se produce entre los vaqueros Statesman y los muy flemáticos Kingsman, unos desfachatados y vulgares y los otros estirados y muy compuestos. Ambos, excelentes espías en todo caso, con nombres tan pintorescos como Champagne (Jeff Bridges), Tequila (Channing Tatum), Ginger Ale (Halle Berry,) y Whiskey (Pedro Pascal, la Víbora Roja de 'Juego de Tronos').
Fuera de todos estos aspectos, hay que reconocer que la película es más de lo mismo, una receta que se va tornando predecible y que puede agotarse demasiado pronto, en especial porque todos los efectos y golpes de efectos, ya han sido demasiadas veces vistos en otros tantos filmes.
Así, en 'Kingsman: El círculo de oro' se repite amplificado el modelo de la anterior: humor, algunas pinceladas de ironía y vulgaridad por partes iguales y escenas de acción muy bien articuladas, con un guión bien escrito y una estupenda dirección, aunque en la suma final queda esa típica sensación de que, pasada la expectación, pareciera que no hemos visto nada nuevo.
Víctor Bórquez N.