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¡Madre!

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Periodista, escritor y

académico UA.

Una advertencia: si usted desea entender la esencia de este polémico filme, debe conocer antes quién es el responsable directo de este a ratos fascinante y a ratos frustrante película titulada escuetamente como '¡Madre!': Darren Aronofsky.

En el Hollywood actual son muy pocos los directores que pueden lucir una obra sólida, coherente y personal, acaso David Lynch, David Fincher y, por cierto, Aronofsky, autor que con cada película que presenta genera controversias y divide al público y a la crítica, tal como ocurrió con este filme en el Festival de Venecia, donde lo aplaudieron y lo pifiaron por partes iguales.

Ya desde su ópera prima, 'Pi, fe en el caos', este creador neoyorquino empezó a instalar en cada una de sus películas un verdadero proyecto cinematográfico que demuestra solidez narrativa y búsqueda espiritual.

La estructura de cada uno de sus filmes se basa en la representación del laberinto donde sobresalen tres temas claves: la dimensión trágica del amor, el concepto de la creación artística y la concepción cristiana del sufrimiento como camino hacia la iluminación.

El estilo de su cine es un recargado trabajo pictórico, con uso dramático de la luz donde a pesar del realismo extremo de 'El luchador', todo el resto de su obra es más el acercamiento a la pintura (misma obsesión de Lynch) y el empleo deliberado de efectos pirotécnicos que no son del agrado de todos los espectadores. Basta con revisar su filmografía -'Réquiem por un sueño', 'El cisne negro'- para darse cuenta que lo suyo no es la sutileza, sino el desborde barroco que a ratos lo acerca al surrealismo y en otras ocasiones al mero efectismo vacío.

'¡Madre!' tiene una escena clave al inicio: la protagonista (Jennifer Lawrence) enfrenta una pared blanca para probar posibles colores con los que pintarla. Pero a medida que avanza el filme y el delirio inunda las imágenes, esa misma pared representa un universo donde todo es posible, con colores y objetos cada vez más caóticos. Así, todo el filme se convierte en un territorio donde no pueden existir normas y en el cual la creación se confunde con la realidad.

La película se inicia de manera calma, revelando la intimidad de una pareja de edades dispares, al borde de un colapso debido a que él, un poeta con bloqueo creativo (Javier Bardem), no alcanza a entender el amor que su mujer le profesa, a pesar de no haber podido concebir un hijo. Pero, de pronto, se convierte en un thriller de invasión doméstica (home invasion thriller), donde los actores Ed Harris y Michelle Pfeiffer, asumen el odioso papel de una pareja que literalmente ocupan la casona en que la pareja vive.

A partir de este punto enervante, la película no deja de sorprender con giros que la acercan al terror y al surrealismo, desarrollando una idea poderosamente arquetípica: la joven embarazada y neurótica que no acepta estar en un segundo plano en el universo de un marido artista y narcisista.

Para los cinéfilos atentos acá hay homenajes declarados a películas soberbias como 'El bebé de Rosemary' de Roman Polanski y 'El Resplandor' de Stanley Kubrick, donde el personaje de Jeniffer Lawrence recuerda en cada plano la subjetividad trastornada de la protagonista de 'Cisne negro', llegando incluso a la asociación un tanto burda con la Virgen María y desarrollando la idea de la caída en el infierno y aludiendo a ideas como el integrismo religioso, la manipulación de los medios y el descaro de los líderes políticos fascistas. Y todo esto sin mencionar una gran cantidad de elementos que no se pueden revelar.

El problema de este filme es su ambición desmedida, como queriendo gritar que se trata de un filme de autor, serio y de ideas profundas, aunque a ratos de verdad que se acerca peligrosamente al ridículo con efectismos baratos y empleo de tecnología digital. Es en este aspecto en que '¡Madre!' se cae a pedazos, aunque a ratos puede resultar fascinante y su construcción fílmica puede ser considerada como inteligente.

Esta película se convertirá en pieza de culto (como sucede con casi todas las películas de Aronofsky), aun cuando se tenga claro que mucho de ese delirio radica en que pocos las entienden a cabalidad y que en resumidas cuentas, el director pasa gato por liebre a la hora de sus provocativas imágenes. Polémica, al menos, no le va a faltar.

Víctor Bórquez N.