Ser y parecer
A lo largo de la historia de las prohibiciones femeninas, la mayor rebeldía fue vestirse de hombre para poder llevar la vida deseada.
Históricamente, fueron famosas las legendarias amazonas, mujeres guerreras, de las que se decía incluso que cortaban sus pechos para lanzar mejor con el arco; pero lo cierto es que se han descubierto enterramientos de mujeres con marcas de guerra, vestidas con túnicas y pantalones, con flechas y lanzas. Del s.IX es la escandalosa historia de la Papisa Juana. Dice la leyenda que durante una procesión habría parido en medio de la calle revelándose; fue lapidada allí mismo. Otra versión, dice que murió en su casa durante el parto.
Amelia Robles, mexicana, se vistió de hombre en la revolución zapatista y siguió siéndolo luego; vivió con una mujer y adoptó una niña. Es considerada la primera transgénero del país. Pero la mayor sedición la protagonizó el matrimonio de Marcela y Elisa, de Coruña, España, en 1901. Los titulares de la época decían: "un matrimonio sin hombre", en vez de "dos mujeres". Obviamente, debieron huir.
En nuestra historia chilena, existen testimonios que registraron la presencia femenina en la Guerra del Pacífico. Sargentos, secretarios, archiveros, reconocieron el valor y el trabajo de esas mujeres y denunciaron la falta de reconocimiento que se dio a su labor y desempeño, además del abandono y la miseria en que varias quedaron: sin pensión, sin casa, sin vida.
Irene Morales, se trasladó a Antofagasta y se vistió de soldado para enrolarse en el batallón del 3° de línea. Dicen que lo hizo por venganza, porque asesinaron a su marido a traición. Al ser descubierta, la tropa la aceptó sin dificultades gracias a su gallardía y valentía. Fue nombrada oficialmente cantinera del regimiento por el Gral. Manuel Baquedano y fue tan reconocida que la nombraron Sargento Segundo del ejército. Al terminar la guerra volvió a Santiago y murió allí.
Literariamente, durante la antigüedad clásica, la representación femenina en el escenario se hizo con hombres con máscaras; mientras que, en los siglos de oro, por el contrario, una mujer vestida de hombre se volvió un tópico. Este recurso se transformó en arquetipo con Lope de Vega y muchos escritores le imitaron, Calderón y Tirso, entre otros; el problema para la representación de comedias sobrevino por la intervención moralista de la iglesia, que cuestionó que fuera lícito una mujer en ropas de varón, sin embargo, la acogida del público las transformó en predilectas.
Doctora en
Literatura Medieval
Viviana Ponce,