Chile tiene un importante problema con la enorme caída en la tasa global de fecundidad, al punto que en la actualidad ni siquiera se está asegurando el recambio generacional.
El promedio de hijos de una mujer durante su vida fértil llegaba, en 1960, a 5,4, pero cayó a prácticamente la mitad en 1980, cuando se estacionó en 2,7 hijos. La última cifra, del año 2015, es incluso peor: apenas 1,79 hijos por mujer, según el Anuario de Estadísticas Vitales 2015 del INE.
La cifra reafirma que volver a la tasa de reemplazo (2,1 hijos por mujer), se ve cada vez menos probable. Nuestra Región de Antofagasta alcanzó cifras de 2,13 hijos por mujer, convirtiéndose en la segunda más alta del país, después de Tarapacá, que registra una tasa de 2,26, en ambos casos. Se trata de un dato fuertemente influenciado por el fenómeno migratorio, ya que las mujeres extranjeras tienen más hijos que las nacionales, que se han acercado a datos del primer mundo.
Expertos han precisado que estos números son reflejo de la etapa avanzada de transición demográfica que vive Chile, lo que tiene explicaciones bien concretas, lo mismo que consecuencias potentes.
Este fenómeno repercutirá en una disminución en la población en el largo plazo, aunque la población migrante puede revertir esa tendencia. En efecto, en Antofagasta, esos partos ya se acercan al 40%. En Chile, en tanto, se destaca que si en 2014 uno de cada 32 nacimientos fue de una extranjera, para 2015 pasó a uno de cada 22. En 2014 hubo 7.786 nacimientos de extranjeras, el 3,2% del total, y en 2015 llegaron a 11.236, 4,6% del total.
A lo anterior se suma la radicación de inmigrantes, especialmente en edad laboral, cuestión que es absolutamente relevante para asegurar mano de obra.
El asunto exige una mirada profunda de parte del Estado, considerando que sus impactos son de una magnitud insospechada, pero definitivamente más negativos si no hacemos algo. De paso, confirman que la migración hacia el país seguirá incrementándose en adelante, toda vez que es una necesidad para Chile.