"Recibí una ciudad sin alma: hoy es más humilde, sabe que los recursos no son eternos"
El próximo sábado 26 de agosto a las 11 horas, el arzobispo de Antofagasta, monseñor Pablo Lizama Riquelme, entregará el gobierno pastoral a quien será desde esa fecha la primera autoridad de la Iglesia Católica en la Segunda Región, monseñor Ignacio Ducasse.
Lizama fue designado como arzobispo por el Papa Juan Pablo II en 2004, después de ser capellán de Carabineros de Chile y obispo de la Prelatura de Ovalle, el más joven en ese momento con 44 años. También desempeñó el cargo de obispo castrense y obispo fundador de la Diócesis de Melipilla.
Por ello, tiene sentimientos encontrados con su partida de Antofagasta, no sólo por los amigos que dejará en la capital minera, sino que también por el trabajo religioso y social que realizó durante todos estos años en la comuna y región.
El prelado -que nació en 1941 en Santiago- desde hace cinco años que padece el Mal de Parkinson, enfermedad que lo llevó a renunciar a su cargo en 2016.
¿Cómo ha sido en lo emocional despedirse de sus amigos y feligreses antofagastinos?
-Me da la sensación de que el tiempo pasó muy rápido. Pareciera que fuera ayer cuando llegué a estas tierras. Mucha gente se ha acercado a darme su testimonio de simpatía y gratitud en algunas cosas que a mí hasta se me habían olvidado. También me han ayudado mucho. He tenido cinco cambios de diócesis, pero ahora es una salida a la nada misma. Ahora termina mi trabajo pastoral. Yo tuve que pedir antes la renuncia por el Parkinson y una diabetes que me debilitaron mi trabajo pastoral.
Antofagasta es una diócesis exigente: tiene largas distancias entre sus ciudades y pocos recursos. En ese sentido, está bien que haya una renovación de la Iglesia y que no nos peguemos a los puestos. Aquí hice buenos amigos. Me da pena dejar Antofagasta porque cada día está más linda.
¿Dónde vivirá en su retiro del trabajo pastoral?
-Cuando tú quedas jubilado puedes ir donde quieras. Yo aquí no tengo nada. Me voy a Santiago porque salí del clero de Santiago. Me voy a una casa sacerdotal que existe en El Bosque, Providencia. Ahí me tienen una pieza para compartir con varios sacerdotes más. Somos 18 religiosos que nos vamos a retiro. Ahí también está residiendo Patricio Infante, quien también fue monseñor de aquí.
Valores
Monseñor afirma que ahora tendrá más tiempo para la vida espiritual. Más momentos para rezar, asistir a misa y visitar amistades.
En este tiempo, el también gran canciller de la UCN tejió redes en distintos ámbitos, que superaron largamente lo religioso. Todos quienes lo conocen destacan su capacidad de diálogo, de buscar acuerdos, consensos, pero también de denunciar las injusticias que observaba.
Por cierto, también el reconocimiento que hizo del sincretismo religioso local.
Desde el 2004 al 2017 al frente del arzobispado presenció importantes cambios en Antofagasta. ¿Cómo aprecia esta evolución?
-Cuando llegué era una ciudad muy efervescente. Todo se estaba construyendo y además había una buena situación económica. Sin embargo, faltaba poner un poco de alma. Creo que Antofagasta tiene un mal que se repite en varios lugares del país. Hay un cordón de pobreza, que no se muestra, que está oculta. Encontré un Antofagasta muy orgullosa de lo que era y lo que estaba haciendo, pero había mucha gente relegada. Ahora es una ciudad más humilde, sabe que los recursos no son eternos. Yo traté que la gente tuviera una jerarquía de valores en cuanto al dinero que recibían, priorizar la educación de los hijos y no la camioneta más grande. Ahora es una ciudad mucho más modesta.
También aumento su población, sobre todo por el fenómeno migratorio. ¿Cuáles son los desafíos que tiene la capital regional?
-A nivel nacional, es importante poner claras las reglas del juego. Estamos funcionando con leyes muy antiguas. Para acoger, debe haber una definición clara para ver quién llega, porque hay mucha gente honesta y por unos pocos que vienen con prontuario policial, se juzga a todo el mundo por esos casos.
Lo importante es acoger. Hemos ido descubriendo que los extranjeros tienen un estilo de vida distinto al nuestro, pero siempre hay que rescatar lo bueno. Yo creo que Jesús, quien también fue allegado, es una marca y un deber de la Iglesia, ya que debe preocuparse de todos más allá de su raza o país.
pobreza
¿Qué debemos mejorar como ciudad y región?
-Antofagasta tiene cosas muy buenas y que ayudan. Hay un mar al lado nuestro y eso no hay que dejarlo de lado. Hay que cuidar a la ciudad, no ensuciarla ni rayarla. Evitar las peleas en el barrio central. Tenemos que cuidar a las personas, proteger a los niños y los jóvenes. Además hay que cuidar a los abuelos.
Hay gente que vive muy mal en Antofagasta. Como Iglesia damos alrededor de mil almuerzos y es increíble porque aquí hay muchos medios para que exista gente que tenga que vivir de la caridad pública. Antofagasta es menos estresante que Santiago, sin embargo, ocurren crímenes muy violentos. Este tipo de delitos no se veían aquí.
¿Cuál sería su mensaje que deja para las autoridades?, ¿cómo evalúa su trabajo?
-Pienso que la autoridad es para servir y no servirse del puesto que uno pueda tener. La gente es buena y cree en los políticos. Yo veo a las autoridades trabajando hasta tarde. Estoy a menos de una cuadra de ellos. Trabajan mucho y a veces eso los hace desconectarse de la gente a la que deben servir, por lo tanto, las personas no conocen el empeño que hay detrás y dudan. No hay que dejar a las autoridades solas. Yo siempre les di mi punto de vista. En Chile hay una separación de la Iglesia con el Estado, pero nos ayudamos mutuamente. Hemos trabajado coordinados: yo los respeto mucho.
En su trabajo pastoral tuvo una gran cercanía con los jóvenes, sobre todo en el ámbito universitario…
-El mundo juvenil cambió drásticamente, en horarios, aspiraciones y otras cosas. Los jóvenes necesitan que gente con un poco más de años los escuche. Estuve en muchas reuniones con ellos y siempre quieren saber todo, pero ven mucho pesar en el futuro. Los adultos tenemos que darles el cause. Los jóvenes son muy solidarios, sobre todo cuando hay catástrofes. Ellos son los primeros en llegar y los últimos en irse. Son muy generosos con su tiempo. Debemos tener una habilidad para tocar esa tecla en ellos.
"Me voy a una casa sacerdotal que hay en El Bosque, Providencia. Ahí me tienen una pieza para compartir con varios sacerdotes más. Somos 18 que nos vamos a retiro. Ahí también está residiendo Patricio Infante, quien también fue monseñor de aquí"."
Desafíos para su sucesor
¿Cuáles son los desafíos que tiene el arzobispo que lo sucederá? ¿Qué opinión tiene de su labor dentro del clero?
-Tengo la mejor opinión de él. Fue rector del seminario, cuando eso sucedió, yo era obispo de Melipilla. Él ha hecho un muy buen trabajo. Lo primero que debe hacer es escuchar a sus curas y dirigentes, en la medida que vaya escuchando, se va ir planteando desafíos. El trabajo en esta región es intenso. Acá hay mucha gente que necesita ayuda, por ejemplo, los abuelos están muy desamparados. Ahora me doy cuenta por qué. Tengo mucha confianza en Ignacio Ducasse Medina (quien fue obispo de Valdivia).
¿Por qué dice eso?
-Por que ya no producen, se enferman (adultos mayores). Uno anda más lento. Lo digo por que estoy pasando por ese periodo. Es distinto vivirlo. En cinco años mi salud se debilitó.
¿Cuándo le detectaron el Mal de Parkinson?
-Hace cinco años. Me han atendido muy buenos médicos y el Parkinson lo pueden detener, mitigar, pero no quitar. Ahora si tomas remedios para no tiritar, andas más 'volado', entonces a uno le cuesta unir algunas cosas.
En su caso ¿qué prefirió?
-Prefiero estar lúcido. He tratado de regular los remedios. Estos últimos años han sido bien difíciles y complicados. Dios organiza las cosas de otra forma.