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Oporto y el oportunismo Clásicos eternos

"El combate al delito es una tarea país, donde la exageración y, sobre todo, el oportunismo no tienen cabida". "Hoy, quien pone y mantiene en valor a los grandes clásicos, sin duda alguna es el violinista y director neerlandés André Rieu".
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Un comerciante, Pablo Oporto, afirmó haber sido víctima de más de 100 asaltos y, como consecuencia, haber matado a 12 personas. Durante algún tiempo recorrió diversos medios de comunicación contando esta historia, sin que nadie se encargara de verificar la veracidad de estas afirmaciones, que en muchos casos incluso llegaron a ser celebradas. Esto hasta hace un par de semanas, cuando se aclaró que todo se trató de un engaño.

Más allá de la irresponsabilidad y gravedad inusual de la difusión de este hecho, lo peligroso del caso Oporto es que no se trata de un suceso aislado, sino que es otro engranaje que ha ido configurando un auténtico "discurso de la inseguridad", en el que poco o nada parece importar la realidad del delito en nuestro país, pero que ha calado profundamente en la ciudadanía.

Al mirar las cifras de delitos de mayor connotación social durante el primer semestre de este año, observamos una baja de -3,8% en los casos policiales, lo que sitúa los delitos en el nivel más bajo de la última década. Más importante aún, esta baja se ha producido casi en la totalidad del territorio en temas como el robo a cajeros automáticos y la clonación de tarjetas, donde el trabajo coordinado de las policías e instituciones público-privadas muestras resultados favorables.

Sin embargo, a la par de enterarnos de estas noticias, periódicamente somos testigos de encuestas o estudios de connotados organismos privados que miden y enfatizan la inseguridad, a la vez que semana a semana nos encontramos con supuestas nuevas tendencias delictivas, basadas más en hechos aislados que situaciones frecuentes.

Se trata de un debate que muchas veces se esboza, pero que en pocas ocasiones tratamos con la suficiente seriedad y responsabilidad: el impacto que tienen los medios y otras instituciones en la generación de inseguridad.

Al revisar los datos de cualquier encuesta, vemos que una de las principales fuentes por las que la ciudadanía se entera de información delictual son los medios de comunicación. Más revelador aún. En regiones con bajos niveles de victimización como Aysén y Magallanes, el porcentaje de personas que creen que serán víctimas de un delito es tan alto como en las regiones más victimizadas del país. Ejemplo de ello es en la comuna de Aysén, donde la consulta frecuente son los llamados "portonazos" aun cuando no existen registros de esa modalidad en la zona.

No pretendemos caer en el simplismo que significaría echarle la culpa a algunos noticieros o líneas editoriales por la sensación de la inseguridad de las personas, pero tampoco podemos dejar de lado el impacto que tienen los medios masivos a en cómo la población percibe a la sociedad.

La inseguridad y el delito son temas serios y que tienen un tremendo impacto en la calidad de vida de las personas. Por lo mismo, autoridades, instituciones y medios de comunicación, debemos ser en extremo responsables al tratarlos y evitar a toda costa exagerar artificialmente estos fenómenos en uno u otro sentido.

Situaciones como las acontecidas con Pablo Oporto deben ser un fuerte llamado de atención. El combate al delito es una tarea país, donde la exageración y, sobre todo, el oportunismo no tienen cabida.

Cada cierto tiempo un director de orquesta o un cantante popular, sorprende a los amantes de la música a través de la reposición de un tema clásico, acercando las obras de los grandes maestros al público masivo, ya sea con un arreglo musical, una excelente interpretación o con la incorporación de letra a una melodía que nunca la tuvo.

A fines de la década del 50 hubo, entre otros, dos ejemplos de lo anterior. El primero de ellos, Ray Conniff, uno de los más grandes e innovadores directores de orquesta de todos los tiempos, grabó una serie de temas clásicos con el sello propio que lo distinguió en su época. De su talento, entre otros temas, en el long play Concierto en Ritmo, resurgieron con fuerza y amplia aceptación de los radioescuchas, El lago de los cisnes de Tchaichosky, la Serenata de Franz Schubert, el Bolero de Ravel y el Nocturno en mi bemol mayor de Frederic Chopin. A su vez, el trombonista Pee Wee Hunt, se arriesgó llevando al ritmo de New Orleans, Los Clásicos a la Dixie, con aciertos estupendos, como Habanera y La marcha de los toreros, de la ópera Carmen de Bizet y la Danza Húngara N° 5 de Brahms. Otro ejemplo fue una danza polovtsiana de Borodin, a la cual se le incorporó lírica y así surgió el tema Extraños en el paraíso, grabado, entre otros, por el gran Tony Bennet.

El genio de Beethoven ha creado melodías que luego, algunas con letras u otras modernizando sus interpretaciones, se han convertido en éxitos mundiales como el tema Para Elisa, que tiene múltiples versiones, desde Sandro a uno instrumental en ritmo de cumbia.

También un tema basado en el último movimiento de la Novena Sinfonía del mismo compositor, el Himno a la Alegría, de la Oda a la Alegría, poema de Schiller, tuvo una excelente versión cantada por Miguel Ríos y la orquesta dirigida por Waldo de los Ríos. Este mismo director argentino tuvo destacados aciertos con versiones pop de un sinnúmero de clásicos, entre los que destacan la Sinfonía 40 de Mozart y el Nabucco de Verdi. Un poco más moderno, el valenciano Joaquín Rodrigo, vio su Concierto de Aranjuez, catapultado a los primeros lugares con la interpretación de Richard Anthony del tema Aranjuez mi amor.

A pesar del paso de los años, los clásicos permanecen en el oído de los eruditos y se incorporan, cada cierto tiempo, al gusto popular. Hoy, quien pone y mantiene en valor a los grandes clásicos, sin duda alguna es el violinista y director neerlandés André Rieu. Aunque el nombre de su orquesta honra a Johann Strauss, la amplitud y variedad de repertorio, la calidad interpretativa de sus músicos y cantantes, la grandiosidad de su vestuario y su atractiva puesta en escena, convierten a sus conciertos, en espectáculos inolvidables.

Óscar Carrasco

Subsecretario de Prevención del Delito

Carlos Tarragó

Presidente Proa Antofagasta

Crecimiento económico

El país requiere de más recursos para seguir escalando en su calidad de vida; no pasa por quitarle al vecino, sino por contar con herramientas para conseguir objetivos. Debería estar claro que la discusión no es sobre buenas intenciones, sino respecto a si las políticas aplicadas son las correctas. Y en eso el país se ha equivocado al asumir como verdad un diagnóstico falso.
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Certeramente el exPresidente Ricardo Lagos Escobar dijo que "la tarea número uno de Chile es crecer, todo lo demás es música". La frase es coloquial, un brevísimo resumen, por cierto, pero apunta al corazón del problema económico del país y sobre el punto correcto de discusión.

La frase ha provocado distintos comentarios, es probable que la mayoría críticos, pero errados, al sostenerse en supuestas diferencias entre "crecimiento con igualdad" o "crecimiento versus igualdad".

El debate es falso. No hay igualdad sin crecimiento, pero más aun, durante los últimos años se ha instalado, desde el discurso, casi hegemónicamente, que el fin último debe ser el igualitarismo, aseveración que explica buena parte de las equivocadas políticas desarrolladas en los últimos años, pero especialmente, respecto de las conversaciones.

Muchos dicen que el crecimiento del PIB sólo tiene significación cuando genera empleo de calidad, disminuye las desigualdades y entrega derechos sociales básicos a la población. Cuestiones de este tipo son sólo frases con poco asidero en lo real. Por lo demás, a esta altura, considerando las cifras de los últimos años, poco podría discutirse que el crecimiento económico sí es el combustible más apropiado para revertir fenómenos como la pobreza, el desempleo, o la distribución del ingreso.

El último informe del Pnud da cuenta que esa brecha se ha reducido en el país durante los últimos 15 años.

El problema del país es de ingreso y para solucionar aquello no existen soluciones mágicas, sino cuestiones bien concretas: creación de empleo, competencia, educación, estabilidad política, democracia, libre mercado, baja corrupción y ciudadanos honestos. Eso es lo que permite avanzar, no legislaciones, por bien intencionadas que parezcan.

Con más crecimiento hay más recursos para la política social, sin crecimiento, sólo hay más de lo mismo.

Es cierto, el asunto es más complejo, también debemos avanzar en orden a otorgarle valor a nuestras exportaciones, pasando a industrias de mayor inteligencia, pero no nos engañemos. El eje es generar riqueza y sobre eso aparecen las oportunidades.