Por un puñado de dólares
El manejo del fútbol está lleno de asuntos que deberían espantarnos, pero han dejado de hacerlo porque se han normalizado. Al principio nos sorprenden y después nos acostumbramos, hasta que algo profundo dentro nuestro activa la alarma para despertar. Porque definitivamente hay cosas que no están bien como, por ejemplo, las obscenas cifras que se pagan por los traspasos de jugadores de primer nivel mundial.
Sólo esta semana hemos tenido dos casos de escándalo: Uno fue el desmentido fichaje de Kylian Mbappé por el Real Madrid en 180 millones de euros. Y aún cuando al final no resultara cierto, a nadie le sorprendió que esa fuera supuesta la cifra pagada por el jugador de Mónaco. Aunque 180 millones de euros por un muchacho de 18 años que apenas ha jugado un año en Primera División, a mí me sonó francamente inmoral.
Según las Naciones Unidas, con ese dinero se puede alimentar durante todo un año a 400 mil personas que ahora mismo no comen. Si lo miramos desde esa perspectiva, es violento y brutal. Y quizás lo de Mbappé no fue real, pero los 105 millones de Paul Pogba el año pasado sí lo fueron y el francés ni siquiera ha estado a la altura de semejante precio. De paso, 300 mil personas que podrían haber comido decentemente durante un año siguen desnutridas.
El otro caso es la teleserie de Neymar, que tiene al jugador y al PSG en conflicto con Barcelona, en un fichaje que podría redondearse en casi 500 millones de dólares. Y más allá del famoso Fair Play Financiero, ninguna autoridad dice o hace nada para regular este mercado. Los clubes creen que regalando camisetas o abriendo escuelas de fútbol en países pobres limpian su imagen, pero cuando inflan estos precios -a veces sólo para ganarle el fichaje al archirrival- simplemente se contradicen.
¿Cuál es el límite moral para establecer estos precios? Por ahora, ninguno. Todo lo que importa es el poder que se puede mostrar y el dinero que se recuperará con la venta de camisetas y entradas. Tampoco digo que los clubes deban salvar al planeta de la pobreza, pero su desconexión con la realidad es enorme, si no total. Mi sensación es que si estos precios siguen escalando, debemos exigir que se detenga esta locura. El verdadero espíritu del deporte te hace ganar aún perdiendo pero, bajo esa premisa, hace rato que el fútbol de elite dejó de ser un deporte, pues se ha convertido sólo en una industria, "tan pobre que lo único que tiene es dinero".
Cecilia Lagos
"¿Cuál es el límite moral para establecer estos precios? Por ahora, ninguno. Todo lo que importa es el poder que se puede mostrar y el diner que se recuperará con la venta de camisetas y entradas"."
*Cecilia Lagos es periodista deportiva. Ha colaborado con medios como ESPN y el Daily Mirror y fue rostro de esa área en TVN.