"GRACIAS, MADRE"
Como todo niño, Antonio era un niño bueno: como uno que otro niño, él era un niño muy bueno. La inocencia le brotaba natural, espontáneamente. Y, a pesar que los sinsabores no le escasearon, respiraba alegría por todos los poros. Desde chiquitito, su generosidad era incontenible y su paciencia para oír al prójimo, proverbial. Su infancia fue tranquila, feliz, porque "mis padres eran muy cariñosos conmigo y con mis hermanos. Tuve que estudiar".
"Gracias, madre/ por la vida que me diste,/ por tus afanes y desvelos, por todos tus sacrificios/ y la leche de tus pechos. / Gracias por todo, por todo/ y porque hiciste de mi corazón/ un refugio de paz / y una fuente de amor; / porque me enseñaste a rezar,/ a servir y a perdonar/ y a ver en cada humano/ un amigo y un hermano".
De estampa distinguida, cada vez más alto, siempre delgado y de nariz aguileña, Antonio hizo sus estudios preparatorios en el Colegio Inglés y en el Instituto Comercial hasta 1908. Encariñado con sus compañeros y maestros, en adelante siempre asistiría a los aniversarios del establecimiento de calle Prat. Como Ivo Serge recordaría: "La construcción era humilde y escasa en elementos para la enseñanza, pero la abnegación, la bondad y el sacrificio de nuestros profesores, suplía con creces cuanto pudiera faltar.
Yo los quiero y recuerdo con gratitud y cariño. Ellos me dieron las primeras armas para luchar honradamente en la vida y abrirme camino hacia un porvenir.
De adolescente, él vibraba ya con todo lo popular, con las tradiciones de la tierra chilena. Los dieciocho de septiembre o marcarían. "Ah, era una fiesta muy linda, en especial cuando bajaban los pampinos y se juntaban allí donde está la Avenida Brasil. Ponían sus cuarterolas de vino con sus llavecitas. Todo el mundo comía y bebía en un ambiente de mucha alegría y cordialidad. En ese entonces se ganaba bien".
Los Rendic Ivanovic iban asentándose. Sus hermanos Cayetano y Mateo se convertirían en comerciante y químico farmacéutico, respectivamente. Eran, sin embargo, años duros para la familia. Y Antonio debió sufrir su primer dolor juvenil que sería -comenta la Hma. Elsa Abud Yañez C.D.M. "puerta y camino a su futuro: alejarse de los suyos y partir como tantos adolescentes de su tiempo a terminar sus Humanidades en el Liceo de Copiapó-"Pudo hacerlo gracias a becas que le otorgaron por su buena disposición para el estudio y ejerciendo como inspector del establecimiento cuando llegó a Quinto y Sexto.
"Éramos cinco. Éramos cinco. Y un día/ oscuro y triste de invierno,/ partió mi madre al eterno,/ camino de una estrella./ Y nos quedamos sin ella./ Poco después - y aún abierta la herida que nos dejó-/ juntos mi padre y mi hermano,/ hicieron proa al arcano./ Y hoy no somos más que dos./ sólo dos. Y noche a noche, cuando al calor del hogar/ reviven los que están lejos, / nos preguntamos perplejos:/ -Quién el próximo será?". //
(Alma 1950) José Miguel Armendáriz Azcárate, Antonio Rendic Ivanovic, Médico de los pobres, segunda edición, 1998, pp 45-47).
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