El arte y la contra-cultura
"El valor de buena parte de lo que hoy pasa por arte moderno suele medirse no tanto por criterios estéticos, sino más bien por conceptos económicos".
Se acercan las vacaciones de invierno y uno se pregunta si sería mucho pedirle a los jóvenes que leyeran un buen libro durante esas tres semanas, o que buscaran formas de esparcimiento que tuvieran alguna relación con lo artístico. Ellos son nuestro futuro, y deberían ser por lo tanto los llamados a cambiar la percepción que se tiene hoy del arte en general, donde el genio artístico occidental -en la literatura, la música, la pintura o las artes escénicas -, se encuentra seriamente alterado.
En verdad, el valor de buena parte de lo que hoy pasa por "arte moderno" suele medirse no tanto por criterios estéticos o espirituales, sino más bien por conceptos económicos, ya que de lo que se trata es de una auténtica industria del arte, con lo que dicho arte se convierte en una mercadería más que debe ser manipulada, moldeada, publicitada y comercializada. Esta situación se ve potenciada a su máxima expresión con el cine debido a la preponderancia de los medios tecnológicos modernos, utilizados para producir películas, videos y series de televisión. En algunos lugares, como Hollywood, se invierten cientos de millones de dólares para lanzar a la fama universal a estrellas, directores y demás personajes necesarios para lograr películas de máxima taquilla, pero que en su mayoría carecen de mensajes positivos. Pareciera que éstas deben necesariamente poner énfasis en temas violentos, perversos, pornográficos o banales, con mensajes y técnicas psicológicas muy bien aplicadas para generar determinados patrones de conducta que van socavando la fuerza de voluntad de las personas, sobre todo de los más jóvenes, a través de un nihilismo cultural que pretende crear una moral de esclavos, o en el mejor de los casos, de adictos.
A menudo se escucha decir - como parte de una bien orquestada campaña publicitaria, tanto nacional como planetaria -, que si la mayoría de los programas de televisión, películas, videos y música están llenos de violencia, sexo y chabacanería, ello se debe a que eso es lo que la gente pide pues refleja la ambigüedad y problemática de la vida moderna. Sin embargo, es muy probable que ello no sea así, ya que al ser "bombardeado" el público en forma masiva, intensa y continua con esta anticultura de efecto desmoralizador y perverso, no es sorprendente que ese mismo público, educado de esta manera, luego termine pidiendo precisamente aquello que resulta desmoralizador y perverso. Qué importante sería inculcarle a la juventud chilena, y a los no tan jóvenes, el valor de la literatura clásica, la pintura, o la música eterna de Beethoven.
Muchos libros modernos de ficción o ensayos, tras agotar sus posibilidades económicas suelen pasar, en la casi totalidad de los casos, al más completo olvido por su falta de valores permanentes. Son muy pocos los que lograrían colocarse al lado de un Poe, un Nietzsche o un Kafka, cuyas obras rara vez cosecharon rápidos éxitos ni generaron las ganancias que hoy permitirían catalogarlas de "best sellers"; sin embargo, perduran por su grandeza.
José Miguel Serrano
Economista Universidad de Columbia