Artefacto singular creado por Galileo Galilei en 1592,mejorado décadas después por Santorre Santorio y más tarde Torricelli le da forma al conocido adminículo que tiene la virtud de registrar en una escala numérica la temperatura del cuerpo. Para distintas locaciones, axila, boca, distintos valores normales muy parecidos entre ellos.
Muchos de nosotros hemos recurrido a este artefacto para tratar de detectar irregularidades en el estado" normal" de nuestros hijos y familiares para decidir cursos de acción que busquen volver a la normalidad la temperatura. A nadie en su sano juicio se le ocurre, a partir del indicador de este admíniculo, diagnosticar la enfermedad y mucho menos definir procedimientos que la resuelvan.
Sin embargo, curiosamente en política existe la tendencia a aplicar termómetros, menos rigurosos que el de Torricelli, para hacer diagnósticos y se empeñan en ello con una envidiable pero equivocada persistencia por intentar curar al eventual enfermo.
El problema, no menor, radica en los vicios que conlleva la autodiagnosis a partir de determinados signos que, leídos de manera aislada, conducen a la automedicación que muchas veces, más que resolver, agravan el cuadro.
Si alguien en serio quiere llegar a conocer el estado real de ese "cuerpo político" debe realizar esfuerzos más serios que solo tomar temperatura con instrumentos rudimentarios y asumir que hasta segundos antes de fallecer e incluso después de muerto el termómetro marcara algo, el tema es que se nos murió el enfermo y no supimos nunca de que falleció realmente.
Hay que realizar esfuerzos para no confundir el tiempo con los giros de la manecilla del reloj y los fenómenos políticos con los resultados de encuestas que hasta acá han demostrado, además, una vocación contumaz por el error.
La política debe asumir que es una equivocación recurrir a esta suerte de oráculo como único mecanismo orientador del quehacer político dado que los encuestologos, además, coherentemente con su lógica de industria, les interesa formatear la discusión política desviándola de lo fundamental y centrándola en lo accesorio. La primaria del pasado domingo es la que hay que leer y, a partir de ella, intentar el diagnóstico antes que se agrave el "impaciente" y ya sea demasiado tarde.
César Trabucco
Sociólogo y académico Universidad de Antofagasta