Cuántas veces nos hemos hecho la pregunta, ¿por qué a mí, por qué a tal y cual persona; ese profundo dolor, desgracia o profunda pena; si uno conoce de su gran bondad humana y entereza moral? He ahí el gran misterio. El destino de todos los seres humanos no distingue ni excluye a nadie. Los griegos tienen una expresión profética, que al leerla nos deja siempre perplejos, sin embargo, nos hace mucho sentido: "To te Promenom Fijim Adinaton"; Al Destino Nadie Escapa Jamás.
Siempre uno tiene el equívoco pensamiento que las cosas pueden ocurrirle a cualquier ser humano, pero a uno, jamás. Cuan equivocados estamos, el dolor, las enfermedades, las grandes tragedias y cuanta calamidad convive con nosotros a diario, también son parte de todos quienes a diario experimentamos el vivir.
Es lógico y saludable, ni siquiera pensar en cosas negativas, pero asimismo constituye una sabiduría constatar que de nada estamos libres desde que llegamos a este mundo, en como dice la poesía de una bella canción: "A veces la vida nos despierta y nos muestra su belleza y esplendor y en ocasiones nos despierta y se nos pone esquiva y muy oscura…".
Resulta casi infantil; pensar que tan sólo se vive para experimentar momentos felices y llenos de gozo y libres de toda preocupación o momentos de incertidumbre. La vida es una maravillosa tela tejida de tan sólo momentos; cada uno de ellos les brinda sentido al existir de los seres humanos. Lamentablemente, en muchas ocasiones no sabemos aquilatar aquellos momentos y nos damos cuenta de ellos cuando ya es imposible recuperarlos.
Es difícil y misterioso cómo superar el dolor; ignorarlo resulta imposible. Incluso hay distintos tipos de dolores; hay dolores físicos, morales, familiares; etcétera; incluso del alma, que pueden ser los más agudos y profundos.
Siempre será bueno encontrar un sentido al dolor, sufrir por sufrir en algún momento no nos hará sentido, y lo que es aún peor, continuaremos con el dolor, hay que tratar de darle una solución y ya que las soluciones humanas no convencen en la mayoría de las ocasiones; debemos con toda nuestra fuerza buscarla en la fe.
Debemos aceptar que el dolor es parte de la vida, la sabiduría quizás consiste en sobrellevarlo, mientras más lo rechazamos más nos pesa su carga, no nos queda otro camino que aprender a vivir con él, con esperanza y serenidad.
Martín Bretón O.
Magister en Política Educacional