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Arturo Vidal

"Bielsa logró algo más permanente, que aún perdura y que los técnicos que lo han sucedido, han usufructuado de ello". "Queremos hacer ver a los parlamentarios que el futuro de los miles de jóvenes que formamos, no puede depender de la Ley de Presupuesto".
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Luego del empate de nuestra selección de fútbol con Alemania, en la Copa Confederaciones, Arturo Vidal se permitió desmerecer la labor cumplida por Marcelo Bielsa cuando éste estuvo a cargo de la selección. Argumentó que, con dicho técnico, Chile no había ganado nada y toda la relevancia actual de la Roja, era mérito de los técnicos que han llegado después. Ciertamente bajo la mano del rosarino, la selección no ganó torneo alguno, dado que en el único en que compitió, el Mundial de Sudáfrica, llegó hasta octavos de final.

Sin lugar a duda, Vidal ha experimentado una madurez superlativa en su juego; la personalidad y despliegue físico que muestra dentro de la cancha, su capacidad de finiquito y sus inteligentes y oportunos pases, lo han catapultado hasta ser considerado uno de los mejores mediocampistas del mundo. Así como podríamos explayarnos en conceptos, opiniones y elogios respecto de la calidad de su juego, también tendríamos mucho material para referirnos a sus errores, actos ilícitos e indisciplinarios, entre otras actuaciones cuestionables.

Vidal intenta convencernos, con su ninguneo a Bielsa, que éste fue uno más de los tantos técnicos que han pasado sin pena ni gloria por la banca nacional. Aun cuando los títulos ganados son importantes en toda disciplina, Bielsa logró algo más permanente, que aún perdura y que los técnicos que lo han sucedido, han usufructuado de ello: el respeto que todas las selecciones del mundo reflejan por la Roja.

Lo anterior no fue casualidad, sino producto de un trabajo serio, profesional y dedicado, que logró revolucionar nuestro futbol. Se olvida Vidal que Bielsa, comenzó a trabajar en silencio, con una generación nueva, algunos no titulares en sus equipos, sin experiencia internacional, como el mismo Vidal, desechando a referentes e históricos. Y su trabajo dio resultado. Consiguió clasificar a Chile al mundial del año 2010, obteniendo un histórico segundo lugar a un punto de Brasil y, además, ganándole por primera vez en una clasificatoria mundialista a quien siempre se paseaba con nosotros: Argentina.

El estilo de juego, basado en una rígida disciplina táctica, donde todos corren y marcan en la cancha, parándose de igual a igual ante cualquier rival y en cualquier parte, ha sido una herencia inequívoca de Bielsa, que nuestra selección ha aplicado con excelentes resultados en los torneos Sudamericano, Centenario y China Cup. Esperamos que estos buenos resultados se prolonguen también en la Confederaciones. Después de escuchar a Vidal, uno se queda con la impresión que éste, al intentar perjudicar a una persona a quien tuvo que pedir perdón por sus actos de indisciplina, demuestra la soberbia de quien se considera intocable y carece de la grandeza de los humildes.


Ley de Universidades del Estado

Desde el Consorcio de las Universidades del Estado (CUECH) valoramos desde el principio el anuncio del gobierno de al fin, después de décadas de postergación y olvido, enviar al Congreso Nacional el ansiado proyecto de ley para resguardar, fortalecer, proyectar y regular a nuestras instituciones, que como por definición, son patrimonio de todos los chilenos.

De la misma manera, los rectores del CUECH en nuestras continuas reuniones de trabajo, llegamos al consenso que si bien apoyábamos el proyecto, era necesario realizar ajustes con el fin de enriquecerlo.

De ninguna manera, algunos podrían malinterpretar nuestras objeciones como impedimentos para que esta iniciativa avance, pues es imperativo desde nuestro punto de vista, que se transforme en Ley de la República antes que termine el actual gobierno. Lo anterior, principalmente porque creemos que nuestro sistema estatal no resiste más postergaciones, ni cambios de paradigmas.

Algunas de las propuestas en las que insistiremos con la fuerza, convicción y templanza que nos dan años de espera, dicen relación con aspectos del gobierno universitario, la participación y la autonomía de los planteles , así como las competencias que deben tener los órganos colegiados, entre otros aspectos en los cuales, creemos se necesita mayor precisión. Quiero detenerme en uno de los puntos anteriores para ejemplificar nuestra preocupación: la autonomía universitaria. Este concepto está intrínsecamente ligado al "ser" de las universidades y de su aplicación favorece la toma de decisiones para realizar nombramientos, crear unidades, centros académicos, definir líneas de investigación, velar por el patrimonio, entre otras muchas acciones propias de nuestro quehacer ¿qué sucedería si mermara nuestra autonomía y tuviéramos que someternos a decisiones de las autoridades fuera de la nuestro entorno?

Por otra parte, queremos hacer ver a los parlamentarios que nuestro financiamiento y por ende el futuro de los miles de jóvenes que formamos, no puede depender de la Ley de Presupuesto. Esto lo sostenemos bajo una premisa muy lógica, pues la Educación Superior la vemos como un Derecho Social que necesita recursos constantes para fortalecerse en el tiempo y llegar a más jóvenes.

La Educación Superior no es un gasto que deba evaluarse todos los años, es una inversión social de largo plazo, por eso, debe tener financiamiento estable.

Como Universidades Estatales vamos a insistir con nuestros planteamientos tanto en el Congreso como con los ministros, quienes ya valoraron nuestras propuestas en esta etapa legislativa. Sin embargo, debemos reconocer que estamos contra el tiempo y que algo muy frustrante y penoso para el país, sería que tuviéramos que decidir entre un proyecto incompleto o simplemente quedarnos sin Ley de las Universidades del Estado.

Creemos que las voluntades políticas están y que el momento histórico para lograr esta ley es ahora, justo cuando tenemos a una sociedad más empoderada y esperándonos. Por eso, hacemos un llamado a seguir dialogando, estamos dispuestos como siempre a ello, pero con tiempos acotados y con la mirada fija en nuestros jóvenes y sus familias, y por ende, en el futuro de Chile.

Carlos Tarragó

Presidente Proa Antofagasta

Luis Alberto Loyola

Rector Universidad de Antofagasta

Más regiones no es igual a desarrollo

El país ya suma quince regiones y todo indica que pronto tendrá 16. El Loa también podría avanzar en esa dirección y nada indica que esto sea una mejor opción. Un calameño puede preguntarse qué tiene en común con un antofagastino, o un sampedrino con un taltalino. Eso es cierto. ¿Pero es esto un argumento suficiente para seguir avanzando en esta dirección?
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Con poca sorpresa fue despachado -en tiempo récord- el proyecto que crea la Región de Ñuble y las provincias de Diguillín, Punilla e Itata, una iniciativa que ahora deberá ser votada en la Sala el próximo mes. De esta forma, la Región del Biobío -que suma una población estimada en dos millones de habitantes- quedaría dividida en dos.

Desde el proceso de último proceso de ordenamiento político territorial, consagrado en 1981, se han sumado dos nuevas regiones: Arica y Parinacota y la de Los Ríos, hace ya 10 años. Y la posibilidad real de cortar la Octava Región no es la única; también la tenemos en Antofagasta, con la idea de crear la región de El Loa, que sumaría las provincias de ese nombre, más la de Tocopilla.

En todos los casos, la demanda nace de una aspiración que es legítima: una crítica al centralismo existente en las propias regiones y una marcada identidad local que, al parecer, es apreciada como una desventaja frente a la heterogeneidad de los territorios conformados hace ya más de 30 años.

¿Pero es esto un argumento suficiente para seguir avanzando en esta dirección? Ya tenemos quince regiones para un país de 17 millones de habitantes y seguimos dividiendo una nación que en algún momento tuvo 25 provincias.

En los últimos años se han creado más comunas, provincias y regiones en el país, asumiendo que la división territorial garantizará el arribo del desarrollo a esas zonas y eso es falaz.

Algunos análisis sugieren que Chile debiera estar dividido, a lo sumo, en cuatro o cinco grandes territorios o regiones: el Norte Grande, el centro norte; el centro sur, desde el Maule hasta La Araucanía o Los Lagos y el sur austral, o Patagonia.

Una opción de este tipo reduciría el aparato público, permitiendo más gasto efectivo en inversiones, pero por sobre todo, tendría regiones más fuertes, integradas entre aquellas con focos y potencialidades comunes, porque la heterogeneidad es una desventaja.

Es lamentable que la discusión no vaya en esa dirección, o al menos que las propuestas sean más equilibradas respecto a las distintas ofertas.