"El Veranito de San Juan"
Estos festejos de San Juan, no solo tienen aparejados esos secretos que se hacen en la víspera. Que las papas peladas; que la flor de la higuera; esas imágenes de cera… En fin. Son varias las "mariguanzas", propias de brujas de medio pelo, que se hacen a escondidas, agregándole un perfil fantasmagórico a tales jugarretas. Pero, recién iniciado el Año Nuevo andino, ("Machak mara", para los aymaras; "Mosoq wata", para los quechuas; "We Tripantu", para los mapuches), la naturaleza nos manda un sorpresivo regalo, cuando el invierno da sus primeros ramalazos.
Hablamos del "Veranito de San Juan", días soleados, tibios, que desde la niñez (y copiando a los changos de aquellos años) aprovechábamos para sacarle el jugo a la playa. Ya lo podremos comprobar: serán días luminosos, de cielos claros, con esa tibieza que nos ofrenda el astro rey. Si hasta los vientos parecieran estar en calma, o soplar con escasa intensidad.
Recuerdo la frase de los viejos changos, que afirmaban: "Con las patas heladas, pero con el espinazo tibio". Se referían a lo helado del agua, morigerado por los tibios rayos, que abrigaban a quienes mariscaban. Eran los tiempos de las lapas "marisco", esas que están en seco, pero que son las más sabrosas. Algún pejesapo descuidado, sorprendido sobre las piedras lisas… Ya vendrían los días del luche, que teñía de verde los pedregales aledaños a las rompientes.
Con esto del fútbol, convertido en el opio del pueblo, son pocos los que reparan en este fenómeno que se nos aparece en junio. Menos son los que van a la playa, porque prefieren la comodidad de un televisor. Más escasos son los que aprovechan las bajamares que vienen con la próxima luna llena. Vivimos cada vez más alejados de la tierra, de lo natural… Hasta del aire puro nos alejamos.
Es de esperar que este "veranito de San Juan", junto con recordar la partida de Gardel, haya porteños antofagastinos que -a lo menos- deambulen por los paseos costeros.
Algo es algo, como para empezar a cambiar.
Jaime N. Alvarado García