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El trovador enamorado A 111 años del nacimiento de Gamelín Guerra

TRIBUTO. Pedro Rojas Herrera y Wilfredo Santoro Cerda rinden homenaje al músico y trovador.
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"En Mejillones yo tuve un amor/y no lo puedo encontrar/ quizás en estas playas/ esperándome estará "Me apena verte tan triste,/ pena que lloro doliente,/quisiera darte mi vida,/ Antofagasta Dormida" "Mejillones yo te quiero, y me da mucha tristeza,/alumbrar con sus faroles,/ esperando que amanezca."

Quizá nunca pensó aquel moreno, de mediano talle y vozarrón, que incursionaba con estilístico sonido, rasgando su típico guitarrón, tocando la batería y el bandoneón, ser reconocido en todo el país. Abrazó el tango de ese icónico zorzal, cruzando con su obra el umbral, viéndola emerger de la tierra sabrosa, consagrando a su Antofagasta querida, como una flor dormida sin marchitar.

Pronto se inspiró en las suaves arenas caminando por esas hermosas playas al caminar con su guitarra al hombro, siguiendo los pasos de la linda rubiecita ojos verde mar, donde nunca pudo su amor olvidar.

En una oficina salitrera al interior de la pampa de Antofagasta, hace ya 111 años, justo en un día otoñal como hoy, el desierto lo bautizó con su riqueza blanca. De ahí con su familia emigró hacia la costa, a un lugar que aprendió a querer y llevar en su corazón.

En poco tiempo logró irrumpir entre los consagrados, pero se ganó el desprecio de los antofagastinos en esos lamentosos 30s, pues no querían observar el deterioro de su ciudad, que hasta hoy ha quedado enconado dentro de esa angustia y letargo en los pampinos de la ciudad.

El Gardel chileno, lograba imponerse en los círculos sociales de la capital, como dando a saber ese desconocido Mejillones, intentando valorar en esas hermosas playas, lo que quizá algún día nunca pudo olvidar. Fue Mejillones ese pueblo de faroles apagados, que al fin le dieron luz a su inmortalidad.

Regresó a descansar en cuerpo y alma a su tierra en 1995, para recibir el cariño de su comunidad, que le ofrendara la máxima investidura de Hijo Ilustre.

Como en una foto, quedaron plasmados esos versos que nos impiden, que esa luz gaseosa, se apague con la nostalgia de amar la tierra humilde que lo sigue cobijando.

En recuerdo del natalicio del músico nacional

GAMELÍN GUERRA.


Escritores mejilloninos recuerdan a Gamelín Guerra en su natalicio 111

Por estos días se están cumpliendo 111 años del nacimiento de un músico que supo quebrar el olvido. Que nos dejó una fotografía musical de dos ciudades nortinas en la primera década del siglo XX. Hace 111 años nació Gamelín Guerra.

Su verdadero nombre era Gamaliel Guerra Seura. Fue el tercer hijo de una familia que resultaría muy numerosa. En total 14 hermanos. La fecha exacta de su nacimiento es el 28 de mayo de 1906, en la oficina salitrera "Pepita", cercana a Taltal.

En aquella apacible oficina comenzó a destacarse como animador de fiestas familiares y cumpleaños. No perdió tal condición ni siquiera cuando fue llamado a cumplir con su servicio militar. Sería su salida a un mundo más amplio.

Una vez concluido su servicio ingresa al Ferrocarril Antofagasta Bolivia, empresa que lo ligaría a Mejillones. Su estancia fue corta, porque ya en 1928 estaría rumbeando a Santiago. En la capital trabajaría por 5 años en una línea de autobuses. No obstante en forma paralela iría desarrollando su pasión. Es así como se integra a la banda tropical a la que pertenece su hermano. Ya a esas alturas cultiva la estampa de su gran ídolo: Carlos Gardel.

En 1938 ya la banda ha logrado proyectarse e inician una gran gira, que los lleva al norte chileno e incluso fuera del país. En el retorno de la gira y encontrándose en Chuquicamata, Gamelín contrae matrimonio. De esta unió nacerían sus dos hijas.

Su obra

Ese reencuentro con el norte le hace concebir los dos temas con los cuales se transformaría en un clásico: "En Mejillones yo tuve una amor" y "Antofagasta dormida".

Gamelín fue un autor prolífico. Tiene a su haber más de un centenar de temas. Le cantó a muchas ciudades del norte chileno. Le cantó al reloj de la iglesia de San Francisco, en Antofagasta y también le cantó a un mundo ausente de él, con "Gamelín se ha perdido".

Sin embargo las dos canciones que nunca quedaron en el olvido fueron las de Mejillones y la de Antofagasta, con una popularidad inmensamente superior para la primera.

Aun cuando se trata de historias diferentes, ambas destilan una similar visión de mundo del compositor: exigirles a las ciudades que despierten y se unan al progreso.

"En Mejillones yo tuve un amor" una historia que condenaría para siempre al puerto a la frase cliché, Gamelín habla del hechizo que le provoca una rubiecita de ojos azules, pero advierte... "Mejillones duerme, duerme... pero duerme como un niño".

En "Antofagasta dormida" nuevamente insta a la naciente urbe a que "despierte" de su letargo.

Los sueños de ambas ciudades terminaron. Si Gamelín paseara este siglo XXI por sus calles advertiría que su canto floreció en ese norte que tanto amó y que tanto honró.

Pedro Rojas Herrera

Wilfredo Santoro Cerda