La academia por estos días celebra los 25 años de la publicación del libro "El Fin de la Historia" de Francis Fukuyama, que sigue marcando en cierta forma el debate a nivel intelectual y político sobre el supuesto término de las disputadas ideológicas después del triunfo de la democracia y economía liberal en el mundo, todo de la mano de la caída de la entonces Unión Soviética y sus países órbitas.
Fukuyama, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, argumentaba en su análisis el punto final de la evolución ideológica. Esto por los fallidos intentos de la monarquía, fascismo y comunismo de establecer una hegemonía política, económica y social, que luego dio paso a la expansión universal de la democracia liberal en sus diversas formas.
El tema pasa ahora si Francis Fukuyama tuvo o no razón en plantear al liberalismo como punto final de la historia, sobre todo a la luz de todos los problemas que hasta no logra resolver este modelo en gran parte del mundo, como la pobreza, desigualdad social y decadencia de las instituciones.
Por ello para algunos expertos el fin de la historia resultó una utopía académica y lo más probable por los sucesos mundiales y nacionales es que la política (y sus líderes, por supuesto) hasta ahora no entregan respuestas creativas para resolver las nuevas demandas de la población. En definitiva, imaginar otros modelos de desarrollo.
Sin ir más lejos, nuestro país hasta este momento no lograr superar las disputas ideológicas en temas clave como mejores pensiones, salud pública de calidad y educación accesible a todos los segmentos sociales, sobre todo a los vulnerables.
En cierta medida, Fukuyama entregó una matriz para observa un momento de la historia, pero su motor mismo sigue intacto, aunque ahora sí más acotado a la fórmula de más o menos mercado.
Esto sin contar los postulados del progresismo y populismo que ya forman parte del escenario político de Latinoamérica, donde las ideologías parecen entrecruzarse, pero sin los resultados esperados para la ciudadanía.