Y el piure… ¿qué?
Camino a diario por la orilla de este mar que me vio nacer, crecer y que -en mi vejez- acompaña mis horas de soledad y espera. El agua es la misma, el oleaje me es familiar y amigo. Pero, sobre las rocas, la nada. Diría que, hoy por hoy, las playas antofagastinas "son un peladero".
Recuerdo mi infancia, cuando la olla flaqueaba (y los huesos hervidos ya no daban más "sustancia"). Entonces, una buena porción de piure era la sana opción para hacer unas croquetas o una carbonada potente y enjundiosa. Crudo, con limón, ajo y cebolla, era un placer solo para guapos. El piure estaba allí, "a la mano". Era cosa de esperar la baja marea para caminar sobre él y cortar "las tetas" más grandes.
Verdaderos mantos verdes empotrados sobre las rocas, con sus sifones lanzando chorritos de agua, las colonias de piures fueron desapareciendo. Hoy escasean. O mejor dicho, están en el límite mismo de su desaparición. Un investigador universitario afirma que fue sobre explotado, lo que me niego a aceptar: el piure nunca ha sido un alimento de uso masivo, de modo tal que desecho aquella explicación del académico. Y me lleno de dudas.
Un científico penquista, apellidado Castilla, señaló que se trata de una especie única y explicó cómo llegó a nuestras costas, aquerenciándose en los roqueríos. Esta especie es escasa en el mundo y solo se le hallaba en nuestro golfo de San Jorge. Un video, que reseñaba un estudio financiado por una empresa de la gran minería, así lo daba a conocer.
Pero hoy nuestro piure desaparece irremediablemente. Reconozco que se hacen estudios y esfuerzos por repoblar los roqueríos. Una vez más se actúa ante los efectos y no se investiga sobre las causas. O se nos quiere hacer comulgar con ruedas de carreta, lo que es muy posible.
Mientras tanto, camino mirando el mar. Pausadamente, como lo aconseja mi condición de septuagenario. Pero no dejo de preguntarme ¿Cuál es la causa de su extinción? ¿Quién -como en tantos otros casos- nos esconde la verdad?.
Jaime N. Alvarado García