Iba a pasar
Hace unos años, escribí sobre "Los ojos de San Pedro". Puedo asegurar que muy pocos saben de qué se trata. Era un par de lagunas situadas detrás del nevado de Toconce y de los volcanes San Pedro y San Pablo. Hermosas. Con abundante fauna: flamencos, guayatas, caitíes, taguas y ñandúes. En sus aguas abrevaban guanacos y vicuñas. Hoy son un arenal, por obra y gracia de la desmedida sed de los procesos metalúrgicos de Chuquicamata.
El río Salado perdió sus aguas cuando Potrerillos -mina y fundición- precisó sus aguas para sus procesos. Sólo quedó su cauce, cicatriz abierta en la quebrada que corre hasta Chañaral. En reemplazo, la Andes Copper Minning, dueña del yacimiento, "creó" un nuevo río, que llevaba relaves industriales con sedimentos y reactivos que embancaron la playa de Chañaral. Con los años, miles de miles de toneladas de relaves se fueron acumulando sobre la línea costera. Los pescadores bautizaron la desembocadura de ese asqueroso cauce como "El Agua Hedionda". Los más veteranos sabemos que la playa "se fue corriendo hacia el oeste" y hasta uno de los antiguos muelles "quedó en seco", por lo que hubo que reubicar la caleta de Pescadores un kilómetro hacia el sur.
Pero allí estaba el cauce. Entonces, los humanos lo poblaron. Por el mismo cauce trazó sus caminos, instaló industrias y asentó operaciones mineras. Era más fácil construir en el lecho seco, pues no se necesitaban tantos esfuerzos ni recursos para remover tierra. Y se instaló a vivir en lo que fue el Río Salado.
Pero la naturaleza no olvida. Nos recuerda que está allí, aguardando, para tomar lo que le pertenece. Lo hemos visto cuando el mar inunda y destruye terrenos que le han quitado. Ahora fueron -nuevamente- las aguas lluvias, incontenibles. Desde Llanta y Potrerillos escurrieron los torrentes, buscando el que fue su álveo desde siempre.
Las consecuencias nos tienen sumidos en la tragedia, el dolor y los daños.
Simple: la madre Natura nos recordó que es la verdadera dueña del planeta.
Jaime N. Alvarado García