La fronda política chilena, gobernantes y oposición, pareciera habitar una dimensión ajena a la del vulgo. Sus acciones, salvo excepciones, no se condicen con el rol de servidores públicos, como les gusta auto definirse. Día que pasa, descubrimos que los códigos y principios que rige la actividad política, se orientan más a blindar las carreras de quienes ostentan cargos de poder, que a trabajar por superar los problemas que arrastra el país.
Casos de esposas, secretarias, choferes y hasta junior que facilitan facturas falsas, hijos de un parlamentario que cobran por asesorías orales o el hijo de un padre asesinado, que recibe dádivas del pariente de un involucrado en el crimen, demuestran que el financiamiento ilegal, no irregular, de la política, como eufemísticamente ellos quieren hacer aparecer, no tiene ética, moral ni estómago. Obviamente que todo recurso que se recibe en forma trucha, luego se paga con favores en el Parlamento, con leyes adecuadas a grupos de interés, a espaldas de aquellos sectores alejados del poder.
La corruptela no es prerrogativa de un sector en especial, ya que obedece a un virus extendido por todo el cuerpo político, cuyos representantes, olímpicamente, continúan pontificando y haciéndonos creer que son impolutos y con espíritu de sacrificio.
Hace poco estuve en el cumpleaños de un estimado amigo y en la reunión mantuve un análisis y en momentos, discusión, con otro amigo presente. Eramos de trincheras opuestas y en un momento sostuvimos acaloradas defensas de nuestras posiciones. Al final, concluimos que, en ciertos temas estructurales, teníamos muy pocas divergencias, como que la pobreza sin educación se hereda, la necesidad de disminuir la enorme desigualdad existente y aplicar un trato digno a los trabajadores.
También coincidimos que en todos los casos la ley pareja no es dura. Obviamente un Estado que ante situaciones similares aplica procedimientos análogos se prestigia. Lo distinto cae en la discrecionalidad o en la caza de brujas, que se aparta del Estado de Derecho de un país serio. Otra conclusión que saqué, es que este tipo de discusiones acaloradas, de principios, solo las tenemos los alejados del poder, mientras en el Parlamento cohabitan pacífica, armoniosa y coludidamente quienes usufructúan de él.
Carlos Tarragó
Presidente de Pro Antofagasta