
Elvira Hernández se rebela
"Los trabajos y los días" compila toda la escritura poética, incluyendo inéditos, de una de las mejores poetas chilenas. Acá habla sobre la forma en que vive la poesía y cómo ha moldeado su existencia.
Encontrar a una de las mejores poetas chilenas girando lentamente sola en la plaza Victoria de Valparaíso caracteriza la esencia de Elvira Hernández o María Teresa Adriasola, los dos nombres que conviven en aquel menudo cuerpo. Es sábado lleno de niños, mimos, comercio informal, ruido y títeres. Es el tiempo muerto del festival Poesía a Cielo Abierto.
Elvira Hernández es la invitada más importante y la portadora del fuego de una resistencia enigmática a los impuestos de los distintos tiempos que le ha tocado vivir. María Teresa Adriasola es un enigma del mundo real, que debe sobrevivir fuera del ideal del lenguaje, como todos, pero que lo impregna, como pasa en el poema que abre el libro "Los trabajos y los días" y que nos envía a la fusión íntima de las dos identidades, para después asomarnos a la obra ordenada no como fue publicada, sino como fue escrita.
-En su caso se podía hablar más de una poesía reunida que de una antología, en tanto era imposible pesquisar toda su producción.
-Hay muchos libros que están reunidos. El hecho de que alguien los haya leído, que haya decidido hacer una antología, no deja de admirarme, porque cuando uno escribe no piensa en este tipo de cosas, uno escribe solamente. Y que mucho tiempo después el editor Vicente Undurraga haya reunido todo eso, que son distintos tiempos de escritura, me sorprende, porque es mucho tiempo reunido allí.
-Si bien usted es asociada a una poesía de resistencia, también ha ido encontrando nuevas formas de responder al contexto.
-Creo que son momentos. Yo escribía y de pronto viene el golpe militar y eso cambia. Si no hubiese habido ese golpe no sé hasta dónde hubiese llegado, por qué lado me hubiese desarrollado. Pero bueno, las condiciones fueron otras y yo he tenido la sensación mucho tiempo de haber escrito contra la pared. Una vez que puedo dar vueltas, empiezo a reelaborar muchas cosas. Entiendo que todavía estoy despegándome de eso.
-Antes de Chile, algunos de sus libros se publicaron en Argentina y Colombia. ¿Cómo circulaba la poesía latinoamericana en los 90?
-Nosotros acá escribimos pensando que alguien nos va a publicar. Eso significa que hay un editor que va a leer o que va a tener a quienes lean y le informen. Todo eso en mi época no existía. A diferencia de nuestro país, en los otros países donde hubo una alteración política grave, en el sentido de que los gobiernos legales, institucionales, habían sido derrocados, la actividad cultural no había sido anulada como en el caso nuestro. La cultura del libro se rompió. Yo creo que si no publico afuera, no publico acá. Agradezco esa posibilidad, porque fue un poco de azar.
-En sus lecturas públicas llama la atención que, en vez de leer sus poemas más conocidos, usted abra cuadernos con inéditos.
-Constantemente estoy escribiendo, pero no siempre todo está para llegar a los oídos de un auditor o para pensar que se va a hacer un libro, porque muchas veces creo que escribo para ir aclarando ciertos caminos, ciertas consecuciones, ciertas persecuciones de asuntos que me interesan. No lo tengo muy claro, como un escultor que tiene un trozo basto y que comienza a picarlo donde va afinando el pulso, donde va, quizá, enfrentado a esa mole de palabras, la aparición de algo que ni siquiera ha sospechado.
-¿Cuál es su método de trabajo?
-Más que hacer un esfuerzo para trabajar en un lenguaje, siento que estoy a disposición a ser trabajada por el lenguaje, a estar más atenta a lo que me está diciendo que sentir que yo estoy diciendo algo a través de ese lenguaje.
-¿Quién eligió el poema que es el prólogo del libro?
-El editor lo decidió, tenía esa estructura, me la sugirió y acepté.
-El poema parece diluir las barreras entre su seudónimo y su nombre real.
-Es casi un lugar común hoy día, pensando en que quizá el primero que puso eso en el tapete con "Yo soy otro" y "yo es otro", fue Rimbaud. Creo que escribir es tocar ciertos asuntos que suelen poéticamente revelar algo, hay que tener fuerza para poder hacerlo, para poder llegar a esos puntos. La vida cotidiana a uno no le permite tener descubrimientos de ningún tipo, uno suele mecanizarse y ser un engranaje más dentro del sistema. Para poder zafarse de eso hay que hacer mucho movimiento. El mío fue ese, no es que fuera una mera firma distinta, era la aparición de otra que llegaba a cohabitar, a ponerme en otro lugar, no el que estaba en ese momento.
-¿Qué hace usted los lunes?
-Los lunes comienza la semana y tengo que preocuparme del abastecimiento de la casa, hago justamente lo que hace todo el mundo para sobrevivir. Debo abastecer y no solo los lunes, porque recuerdo que en mi época de infancia nosotros hacíamos las compras mensuales, las cosas duraban. Ahora que somos menos hay que estar comprando todo el tiempo, eso quita tiempo, es muy tedioso. Uno mira cosas que no quiere ver, pero igual las ve, porque los supermercados buscan cambiarlas para que uno las vea, como un laberinto. Luego hay que trasladarse, eso es otra historia. Hago todo lo que hace un ser humano para sobrevivir y ganarse la vida. La poesía busca justamente no alienarme en esas circunstancias, sino observarla dos pasos más atrás. Creo que justamente la instalación en otro lado es la invitación que siempre hace la poesía, a vivir de otra manera.
-¿Qué otros autores de la poesía chilena recomendaría?
-Nosotros tenemos un gran patrimonio poético y no lo pescamos, no le damos bola, no tenemos ninguna relación con ello, porque siempre en nuestro país a todo nivel queremos fundar. En la actitud fundacional hay que estar siempre en una suerte de desierto, como si nada existió y lo que existió no tuvo gran valor. No valoramos lo que tenemos en términos poéticos, desde nuestra edad de oro, de Mistral y Huidobro. Después igual vino una cantidad de poetas de gran interés, hasta el momento de llegar a Nicanor Parra. Luego está a la generación del 60. Claudio Bertoni, Cecilia Vicuña, Juan Luis Martínez y Gonzalo Millán. Tenemos poetas para estar observándolos, no para escribir como ellos, porque a veces se piensa que eso es lo que se busca. Sencillamente ellos lograron verbalizar un tiempo que no se puede echar en saco roto. Ahora es distinto, es otro tiempo, pero nosotros no lo hemos sabido aquilatar. Esa es una desgracia.
-Hubo una campaña en Facebook para que usted recibiera el Premio Nacional de Literatura. ¿Qué opina de esa distinción?
-Yo creo que es un premio al cual se obliga al escritor a optar por una longevidad, cobrarlo como una suerte de desahucio o jubilación, entonces deja de tener un mérito literario. Personalmente pedí no verme involucrada, porque los métodos son de candidatura y de autopromoción, que más degradan al escritor que ponerlo en el lugar que debería ocupar. Me siento distante de eso.
-Aparte que publican prosa, en su mayoría.
-La poesía, por tener un grado de rebeldía, de sentirse con la libertad de no sujetarse a nada, de pronto es mirada en menos, porque además no cumple con ciertos requisitos, los requisitos de la literatura como una suerte de pasatiempo. Se llama a consumir para recrearse. La poesía no está cumpliendo con esa petición, sino al revés: suele quizá subrayar ciertas cosas que más producen enervamiento, que posibilitan el caso contrario a la recreación.
Elvira Hernández dice que la manía chilena de querer fundar hace que no valoremos lo que tenemos en términos poéticos.
"Los trabajos y los días"
Elvira Hernández
Editorial Lumen 300 páginas
$16.000
Por Cristóbal Gaete
Luis G. Collao