Camilo Mori en Antofagasta, 2
El pintor Camilo Mori, inauguró una exposición en 1964, en la Sala de la Ilustre Municipalidad. Camilo donó de una de sus obras, "Paris", óleo en que una pareja, Maruja Vargas y Camilo, está en un café Parisino. Esta obra fue donada al "Museo de Arte Regional" que creamos el año 1961, con motivo del Primer Encuentro de Pintores y Escultores del Norte, y hoy llamado "Pinacoteca de la Universidad Católica del Norte"
Llevamos al maestro a San Pedro de Atacama, al recoleto San Pedro de aquellos años, conoció al Padre Gustavo Le Paige y sus pinturas, en los inicios del Museo Arqueológico.
El paisaje del desierto lo tradujo en un óleo apaisado, no figurativo, de vasta horizontalidad, sentimiento plástico opuesto al artista, pues en su obra pictórica predomina el sentido de verticalidad propio del paisaje y de los cerros de Valparaíso, siempre presente.
En Santiago, su taller estaba en calle Andrés Bello frente a la plazoleta Pio Nono, hoy "Camilo Mori", su barrio. Me contaba que un día salió a recorrer sus calles buscando un zapatero y en un cite encontró uno, cabizbajo, trabajando la suela. Se encontró para su sorpresa con un pintor de la "Generación del 13", sumido en la pobreza.
Camilo, recuperando al final del camino su identidad profunda, compró una casa en los cerros de Valparaíso, con un taller con vista a la bahía. Tenía 40 telas esperando: volver al puerto, volver a las fuentes y, gozosamente, pintar Valparaíso directamente, sin traducciones de tendencias. No alcanzó a cumplir su último anhelo.
Camilo murió pintando en su taller. Su hijo Pinkoy, lo tomó en sus brazos y dice que su padre echó una postrera mirada a su taller y a sus pinturas, diciendo algo así como: "nada de esto tiene importancia".
Su obra entera es la de un navegante. Al igual que Sabella, su amigo, llevaban el rumor del mar en la caracola de sus oídos y en su genio creador. Es decir, en sus napas más profundas, estaba el mar, su rumor y su brisa.
Camilo Mori falleció en diciembre de 1973, muy afectado por la muerte de su amigo Pablo Neruda.
Waldo Valenzuela