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De la extrema izquierda a liberal

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Rojas es doctor y profesor adjunto de Historia Económica en la Universidad de Lund, Suecia, país en el que ha vivido más de la mitad de su vida tras llegar como exiliado político en 1974. Es más, entre 2002 y 2008 fue miembro del Parlamento sueco e integró la Comisión Constitucional. Esta semana estuvo en el salón de eventos de 'El Mercurio ' presentando su último libro, "La libertad y sus enemigos". El senior fellow de Fundación Para el Progreso (FPP), también participó de una charla en la Universidad Santo Tomás, donde expuso los peligros que atraviesa el liberalismo en la actualidad.

"Regresé a Chile porque quería aportar algo después de que contribuí a la destrucción de la democracia", explicó Rojas durante su presentación. Confesó que en su época como mirista estuvo dispuesto a matar y "no a uno, sino a varios". Décadas después replanteó su visión política y ahora viaja por el país advirtiendo sobre los factores que amenazan las libertades individuales.

¿Qué propósito tiene su libro, a quién está dirigido?

-El público que tuve en mente son los jóvenes, que muchas veces se sienten desarmados frente a las ideas, el objetivo es que puedan contraponer alternativas a lo que ha sido una izquierda radical. En 2011 arrasó con una propuesta muy articulada y que cambió a Chile, ya que el gobierno que tenemos es producto de esa forma de expresión, pero no de lo que la gente pensaba, sino la forma en que lo canaliza.

El propósito del libro es permitir a quien lo lea, entender cuál es el origen de las ideas colectivistas que algunas veces han amenazado la libertad, como ocurrió con el nazismo o el comunismo, alternativas radicales que atentan contra la libertad. Hay que comprender por qué todas estas ideas resultan tan atractivas, al mismo tiempo que peligrosas, que proponen modelos que no tienen nada que ver con lo que somos.

También hablo sobre las ideas liberales, su origen e interpretaciones. El liberalismo tiene que fortalecer la sociedad civil y solidaria, comprometerse con un mínimo de garantías para las personas, especialmente para los niños.

Habla de los enemigos del liberalismo. ¿Quiénes son?

-Hay varios tipos. Están los enemigos de siempre, como el nacionalismo y los populismos agresivos, que son versiones claramente antidemocráticas, dispuestos a arrasar con las libertades.

Todo esto, incluso aunque sean electos por la mayoría. Que seas elegido democráticamente no es ninguna garantía de que vas a respetar los derechos, hasta puede ser más fácil violarlos porque tienes la mayoría. Pero también hay otra amenaza, el estatismo, la idea de que el Estado asuma más y más funciones, interpretado como que la clase política asuma control sobre tu vida, sobre la educación, la salud o las pensiones.

Poder y política

Esos son precisamente los temas que se discuten hoy en el país...

-Aquí hasta el momento y esperemos que también en el futuro, no tenemos una amenaza radical, un tipo que quiera arrasar con todo. Lo que hay es una evolución progresiva en la que la clase política acumula poder sobre tu vida.

Hoy la alternativa de la social democracia, la moderna, no la que tenemos en el país, es darle a la gente poder, no a la clase política. Por ejemplo, a través de voucher para que las personas elijan el colegio, garantizando el derecho básico en una multitud de alternativas. El liberalismo lo que plantea es poner en el centro al individuo, y lo que dice el estatismo es desempoderar a la sociedad y sacar recursos para ejercer poder sobre la gente.

Esta alternativa la vemos claramente en este gobierno, ya que las reformas tienen esa orientación, no aumentar las libertades sino disminuirlas y poner bajo el Estado y la clase política servicios básicos.

¿Entonces cómo se entiende que gran parte de las actuales demandas ciudadanas, por ejemplo, quieran una AFP estatal o que el Estado asuma un rol mayor en los derechos básicos?

- La gente no quiere eso, es una falsa idea, es tomar lo que los dirigentes dicen por lo que las personas quieren. La gente quiere mejores pensiones, una vejez digna, después hay un liderato radical que dice "esta es la forma de lograrlo", como destruir las AFP por ejemplo.

Eso es un modelo ideológico, porque destruir las AFP es destruir el modelo de desarrollo chileno liquidando el mercado de capitales. Todo el mundo que analiza el tema de las pensiones sabe que el camino del reparto es el camino de las malas pensiones, debido a la demografía y otros factores.

Entonces, la gente que quiere mejores pensiones encuentra en esto una articulación. Por eso son importantes las ideas cuando hay una necesidad social que no está canalizada, por lo que hay que preocuparse de los problemas y ofrecer soluciones prolibertad.

¿Y cuál es la solución liberal para el tema de las pensiones?

-Hay que combinar cosas. Está el pilar solidario que definitivamente tiene que fortalecerse como compromiso colectivo. Pero además hay que empezar a desarrollar sistemas de cuidado para ancianos y no sólo para los que tengan poder de consumo.

La solución es desde la solidaridad, pero no con la clase política, con la gente, es la diferencia fundamental del pensamiento socialista con el liberal. No es más o menos solidaridad, es con quién la ejerces.

¿Cómo se entiende que Estados Unidos o Inglaterra, ejemplos de liberalismo en algún momento, con sus últimas decisiones (Trump-Brexit) estén dando pasos atrás?

-Están dando pasos complicados respecto de los perdedores de la globalización y esas cosas hay que tomarlas muy en serio. La victoria de Trump y el Brexit son graves llamados de atención para que quienes tienen ideas liberales asuman los problemas de los que no ganan con la libertad en un momento determinado.

Hay una especie de panacea con la libertad de comercio por ejemplo, pero qué pasa con los que pierden, con los que se sienten amenazados con la migración. Tiene que existir una preocupación y es por eso que aparecen soluciones como Trump. En Europa tendremos un desarrollo hacia lideratos populistas, tratando de transformar la democracia liberal en democracias personalistas.

En cuanto a autocrítica, ¿el liberal está alejado de la discusión de los problemas de la gente común?

-Creo que sí, ha habido mucha lejanía con una preocupación muy exclusiva por mis derechos, mi libertad y se ha desentendido de las necesidades de la sociedad y que requieren de una acción en común.

El liberalismo ha pagado su falta de empatía social, tiende a ser un movimiento de personas que ya tienen una situación más o menos acomodada. Siempre digo que no hablemos tanto de libertad como una gran palabra, que para la gente es una incógnita, hablemos de la libertad de movilizarte para buscar un trabajo, de salir a la calle sin que te asalten.

Las ideas liberales tienen una profunda autocrítica, no son minoritarias por causalidad, lo son porque no han sido capaces de conectar con las necesidades reales de las mayorías de las sociedades. Eso es algo que tienen que ver los liberales si algún día quieren salir de los pequeños círculos donde están para tener incidencia política.

¿Cómo es que un exmirista ahora da charlas sobre liberalismo? -Uno piensa y observa cómo el sueño radical de la revolución termina con el infierno en la tierra. Viví la vieja forma del estado de bienestar sueco y me abrumó la idea de que el Estado y la clase política lo decidieran todo, sin ninguna duda de que eran buenas intenciones, pero la pregunta era por qué uno no podía tener ese poder, que era financiado con nuestros propios impuestos. Se aprende de las lecciones y me metí en esto porque uno quiere que las personas sean más libres, que tengan más poder sobre su vida, pero elegí los caminos equivocados.

Incluso usted mismo dijo que estuvo dispuesto a matar y que contribuyó a la destrucción de la democracia en Chile... -Eso fue lo que hicimos, la democracia no murió porque llegó Pinochet. Llegó un señor como ese porque habíamos matado a la democracia con nuestro extremismo y culto a la violencia. Nosotros pasamos a la vía armada cuando estaba Eduardo Frei Montalva, en 1969, con un régimen democrático, éramos autoritarios de izquierda, queríamos la dictadura del proletariado y hay que decirlo claramente. Todo eso le costó muy caro a Chile y asumir esa responsabilidad es pensar en ello, en que lo importante es la libertad de las personas, darles recursos, empoderarlas, defenderlas de esta ideologías o caudillos que florecen tan fácilmente y que ofrecen resolver mágicamente todos los problemas.

Mauricio Rojas Mullor, director de la Academia Liberal Fundación para el Progreso:

Jonathan Mondaca Escobar jmondaca@mercurioantofagasta.cl

Estuvo dispuesto a matar, contribuyó a la destrucción de la democracia en Chile y hoy habla del liberalismo como herramienta para enfrentar a las ideas radicales y el populismo. Se trata de Mauricio Rojas Mullor, quien durante los últimos 40 años experimentó una transformación en la que pasó de pertenecer al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) a publicar ensayos sobre la libertad individual.

"El liberalismo ha pagado su falta de empatía social"

Exmiembro del MIR y exiliado político en 1974. Confiesa que estuvo dispuesto a matar y que contribuyó a la destrucción de la democracia en Chile. Hoy, afirma que el liberalismo es la herramienta contra las ideas radicales.

"La gente no quiere eso, es una falsa idea, es tomar lo que los dirigentes dicen por lo que las personas quieren. La gente quiere mejores pensiones, una vejez digna, después hay un liderato radical que dice "esta es la forma de lograrlo", como destruir las AFP, por ejemplo".