"Buzos de Escafandra"
Buceando en el mar de los recuerdos, hallé una pequeña escafandra, regalo obsequiado por un empresario local. Hecha en bronce, como las reales, tenerla en mis manos me sumergió de nuevo en las aguas de mi norte, cuyos fondos recorrí -en mis años mozos- gracias a las duras lecciones aprendidas de dos de mis mejores maestros: Roberto "Jote" Astudillo y Joaquín "Juaco" Rojas.
Roberto fue el último de los buzos de escafandra de Antofagasta. Su rostro mostraba las huellas de la descompresión. Un ojo medio torcido y su nariz a mal traer ornaban su cara de hombre de duras jornadas bajo el mar: En "Hornitos", buceaba cholgas, bivalvos que eran entregados a las plantas conserveras locales. Cuando éramos cabros chicos, dábamos vueltas a mano a la máquina que lo abastecía de aire. Usaba un traje italiano "Pirelli" y un "cabo de vida" de color pardo de media pulgada. Otro cabo de la misma mena, empleábamos para izar los chinguillos llenos de cholgas desde el fondo. Alguna vez -pajaroneando o distraídos- nos equivocamos y en lugar del chinguillo levantamos al buzo a tirones, lo que nos valió un par de cachetazos y una sarta de improperios. El error puso en peligro la vida de nuestro amigo "Jote", por lo tanto, pagamos caro. Completa la carga requerida, con el falucho hasta las regalas, izábamos a nuestro buzo, que al descubrirse la cabeza, libre ya de la voluminosa escafandra, solicitaba un "Liberty", cigarrillo con el que llenaba sus pulmones con la perniciosa nicotina.
Tranquilo, cauto y severo, Roberto "Jote" Astudillo era de pocas palabras. Pero bajo el agua, se desenvolvía con una habilidad pasmosa. Alguna vez alterné con él a unas seis brazas, en la cabecera de Itata, sacando ostiones para una "alta autoridad" que tenía una recepción oficial. Al tacho las vedas, entonces.
Tengo esa pequeña escafandra en mis manos. Dolido reconozco: mi corazón remendado me impedirá -por los años que me quedan- volver a disfrutar las profundidades de mi bello mar nortino".
Jaime N. Alvarado García