Una de las opciones barajadas ante la baja participación en los comicios electorales es la vuelta al voto obligatorio. Sin embargo, ello -debe decirse- aparece como muy poco probable.
Se recordará que los registros electorales fueron reabiertos poco antes del plebiscito de 1988. Desde entonces, la participación ha menguado con el correr de los años. A partir de las elecciones de 2012, el fenómeno se acentuó con la instauración del voto voluntario, especialmente en sectores jóvenes que nunca han votado.
¿Por quién sufragará ese segmento? Difícilmente lo haría en su mayor cantidad por los bloques tradicionales han dicho varios analistas y ese es el punto más práctico para pensar que un regreso de la modalidad obligatoria es incierta.
Pero en lo anterior subyace la evidencia palpable de que nuestra democracia no sólo es imperfecta, sino también escasamente representativa: hoy sufragan básicamente los electores de las dos coaliciones principales del país.
Esto es fruto del sistema binominal, que apuntó a la consolidación de dos bloques fuertes, alejados de los extremos, lo que ciertamente le ha dado estabilidad al país desde el regreso de la democracia. Por esto, algunos analistas, sostienen que modificar lo anterior, es un riesgo de caer en populismos.
Mas, es ciertamente efectivo que la consolidación de la actual distribución ha terminado marginando las diferencias, que en tal condición, optan por la no participación, o criticando el actual entramado.
La dinámica de los próximos años debiera ser, entonces, cuestionar las bases del modelo político y su representatividad.
Como toda discusión aquello es sano, pero no debe perderse de vista que la gobernabilidad está siempre en riesgo con la atomización. En esto, Chile y otras naciones -por ejemplo, la España actual- tienen malas experiencias con esta realidad.
Todo lo anterior, y muchos otros detalles, debieran sopesarse en toda su magnitud para garantizar tanto una mejor y necesaria representatividad y democracia, sin perder capacidad de conducción futura. La gobernabilidad del país es también un bien que debe estar cautelado.