Cery Toro
La vida es una vorágine que, rauda y veloz, nos obliga, atrapa, eleva, alegra, entristece… mientras el tiempo, alegremente, sigue su curso, con una feroz indiferencia.
Y es así como, casi sin notarlo, han pasado seis años desde que Cery Toro abandonó nuestra dimensión, para ir a otra, que seguramente es luminosa y grata para los justos.
Pero, ¿quién era Cery? En lo formal, una tocopillana, que estudió Periodismo en la Universidad del Norte, que fue alumna de Andrés Sabella y que se distinguió como Periodista y Académica, mereciendo premios y galardones.
En lo personal, Cery fue la más entusiasta columnista de la Linterna de Papel. Con ella dijimos: "Permiso Maestro" el 15 de julio de 2007… Y cada sábado, puntual, llegaba su Linterna.
Nos hicimos muy amigas, nos hermanamos en nuestro caminar sabelliano. Manteníamos largas conversaciones telefónicas, porque ella residía en Valdivia. De sus labios escuché muchas vivencias y anécdotas de Andrés. Nuestras conversaciones eran interminables. Sin embargo, físicamente no nos conocíamos. Un día viajé a conocerla. Fue un largo viaje y una corta visita. Me llevó a conocer sus lugares preferidos.
Entre ellos, el más destacado fue El Ancla, llevada desde Antofagasta por Andrés y los Hermanos de la Costa, y que está instalada en un parque de Valdivia. Cery me contó que nunca faltó una rosa roja y una copa de vino tinto los 13 de diciembre, 30 de noviembre o 26 de agosto. Emotivos ritos cumplidos con rigurosidad sabelliana.
Un día me avisaron que Cery estaba hospitalizada y muy grave. Sin pensarlo, viajé a acompañarla. Estaba inconsciente. Entre lágrimas, leí para ella versos y más versos de Andrés, hasta la madrugada. Al día siguiente, 24 de octubre de 2010, supe que falleció apenas la dejé.
En la Iglesia la despedimos con las melodías del "Río Calle Calle" y el vals "Antofagasta", sus dos patrias.
Fui hasta El Ancla. Allí puse dos rosas, las regué con vino tinto y quebré la copa que Cery no usaría más, mientras musitaba: "yo vivo para un tiempo que no sea propiedad de la muerte"…
María Canihuante