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Alumnos bolivianos estudian y conocen vida en Antofagasta

INTEGRACIÓN. Proyecto impulsado por el Colegio San Luis pretende profundizar lazos entre los jóvenes del país altiplánico y Chile.
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Mientras seis estudiantes bolivianos de tercero medio del colegio San Ignacio de Loyola de La Paz, estudian y se relacionan con las costumbres culturales de Chile, un grupo de alumnos del San Luis hace lo mismo en la capital del país altiplánico.

Esto, debido a un programa piloto que está realizando el tradicional establecimiento de Antofagasta con un colegio jesuita de Bolivia, en donde por primera vez se intercambian a jóvenes de ambos países para fomentar la integración y el aprendizaje cultural.

Los estudiantes que ahora se encuentran en Antofagasta están a cargo del profesor Ronald Balderrama, quien explica cómo ha sido para sus alumnos la convivencia diaria con los estudiantes del San Luis y con los habitantes de Antofagasta.

Cultura

"Tanto el Colegio San Luis como el San Ignacio de Loyola, ambos jesuitas, comparten el pensamiento de que sus jóvenes deben salir, conocer y experimentar con otras culturas, por lo cual estamos muy felices de estar en esta ciudad, y ellos (los alumnos) se han sentido muy bien acogidos, no sólo por la comunidad del San Luis, sino también por los chilenos en general", dice Balderrama.

Para los seis estudiantes que llegaron a la ciudad, la experiencia ha resultado positiva, ya que según dicen, han tenido buenas relaciones con los habitantes de la ciudad, pese a los temores que tuvieron en un principio.

"Los medios de comunicación en Bolivia como que pintan un escenario muy adverso de Chile, prácticamente como que si los chilenos nos fueran a matar. Pero no, no sólo nuestros compañeros de escuela nos han tratado bien, sino también la comunidad en general. Ha sido una grata experiencia", cuenta Mateo Brito, de 17 años.

Por su parte, Víctor Araus dice que le ha llamado la atención la manera y el estilo que tiene la juventud antofagastina, ya que en La Paz no es común ver a gente tatuada o llevando piercings.

"Ha sido extraño ver a chicas jóvenes tatuadas y perforadas. No es que sea algo malo, pero nos llama mucho la atención porque no es habitual ver a personas así por las calles de La Paz, es muy curioso, y también la manera en la que hablan los chilenos", cuenta Víctor.

Proyecto

Los estudiantes, que llegaron el pasado 25 de septiembre, partirán hoy a su país, a la vez se recibirán en esa fecha a los estudiantes del San Luis que partieron rumbo a La Paz en este proceso de intercambio.

Los alumnos de ambas nacionalidades serán evaluados en sus respectivos establecimientos para medir el conocimiento adquirido, según explica el encargado de los estudiantes.

"Esperamos que se vuelva a repetir esta linda experiencia con otros cursos. De ello todo dependerá los avances de nuestros jóvenes", asegura.

Hasta pronto

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Recuerdo que cuando era chica tenía miedo de muchas cosas. Miedo a la oscuridad, miedo a dormirme, miedo al fin del mundo, miedo a la guerra nuclear, miedo a la llegada de los extraterrestres, miedo a los desconocidos y miedo a las noticias. De hecho, me cargaba ver las noticias en la tele o escucharlas en la radio, y evitaba a toda costa leer el diario porque encontraba que todo eran tragedias, desastres, asesinatos, estafas, en fin, puras cosas malas y negativas. Era tanta mi aversión a la actualidad noticiosa, que me acuerdo incluso que cuando por alguna razón pasaba frente al televisor y estaban dando un noticiero, empezaba a tararear imperceptiblemente alguna melodía con el fin de no escuchar lo que se decía en pantalla. Era bien terrible.

Pero como a veces la vida es rara, pasó el tiempo, crecí, dejé de tenerle miedo a muchas cosas (aunque aprendí a tenerle miedo a otras), y cuando llegó el momento de decidir qué quería hacer por el resto de mis días, irónicamente, el periodismo fue mi opción. Ni me acordé de todos mis temores infantiles y no fue sino hasta después de muchos años, que un día caí en cuenta que la misma niña, que de forma tan vehemente evitaba enterarse de la actualidad noticiosa, se había dedicado finalmente a relatar y escribir sobre todas esas cosas a las que tanto miedo les tenía cuando chica.

Poco a poco he ido entendido que para lo único que te sirven los miedos es para aprender a trascenderlos. A veces, no tienes ni las ganas, ni la fuerza, ni la valentía para superarlos conscientemente, entonces es cuando el inconsciente, con una fuerza sacada de no sé dónde, te impulsa a hacer lo que tienes que hacer. Y tomas decisiones insólitas, te contradices, suenas incoherente, haces cosas aparentemente ilógicas y lo más probable es que nadie te entienda… ni siquiera tú mismo. Sin embargo, si eres capaz de ser fiel a lo que dice tu corazón, más que a lo que dicen los demás, puedes estar seguro que no te vas a equivocar. Me gusta pensar que tal vez fue por eso que me convertí en periodista. Y me gusta pensar también que es quizá gracias a esa misma fuerza oculta, mucho más sabia que yo, que tomo las decisiones que tomo en la vida.

Por eso quiero contarles la decisión que tomé hace algunos días: la de hoy es mi última columna en estas páginas. Fue hace casi tres años que envié un día un correo al director de este diario, a quien no conocía, proponiéndole la idea de abrir un espacio en el que pudiéramos aportar una mirada positiva de la vida. Hoy, más de 150 columnas después, siento que es momento de ponerle una pausa a esta entrega, para quizá, recargar energías, para recorrer otros senderos y para aprender otras lecciones.

Escribir esta columna cada semana fue el mejor regalo que mi profesión me ha podido dar. Y me ha hecho tan feliz, que constituye una prueba real de que efectivamente no me equivoqué en mi vocación. Me voy con el corazón lleno. Gracias a cada uno de ustedes por darse el tiempo de leer mi trabajo y gracias a este diario por reservar cada semana un espacio para recordarnos que a pesar de todo y entre tanta noticia compleja y difícil… la vida es bella. ¡Hasta pronto!