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Canciller dice que Morales ha insultado a los chilenos

PUGNA. También lo acusó de instituir "una política de odio hacia Chile y los chilenos".
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El canciller Heraldo Muñoz rechazó categóricamente ayer las declaraciones del Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien acusó a Chile ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU de violar los derechos fundamentales de sus compatriotas.

"Un problema muy sensible que motiva mi presencia en este Consejo es el que vive mi país, en relación a las violaciones de los derechos humanos que sufren bolivianas y bolivianos, mujeres, hombres y niños, familias enteras que viven del trabajo de transportar mercancías y personas de Bolivia hacia las costas marítimas, cruzando territorio chileno para llegar a los puertos del Pacífico", dijo el Mandatario boliviano.

"Cientos de testimonios de bolivianas y bolivianos afectados, maltratados y víctimas de recurrentes violaciones a sus derechos humanos dan cuenta de prácticas racistas y discriminatorias por razón de nacionalidad. Todos los días se ejercitan en la frontera con Chile y en puertos chilenos", agregó.

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El canciller respondió desde la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), donde sostuvo que "en una extensa diatriba de casi 40 minutos dedicados a Chile, Morales ha insultado al pueblo de Chile y su firme compromiso con los derechos humanos. Rechazamos en los términos más firmes estas falsedades", dijo desde Washington.

"El señor Evo Morales ha instituido una política del odio hacia Chile y los chilenos. Los atropellos que denuncia sólo existen lamentablemente en su imaginación ideológica. El mejor desmentido es la enorme cantidad de bolivianos migrantes que han hecho de Chile su segunda patria", añadió.

El ministro de Defensa, José Antonio Gómez, calificó como un "grave error" los dichos de Morales, señalando que "Bolivia y su presidente han avanzado y escalado en un conflicto que es artificial. Nosotros no tenemos nada pendiente con Bolivia, las fronteras son las que son y creo que comete un grave error porque finalmente esto lo único que hace es distanciarnos".

Hacer maletas

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Toda mi vida he tenido un problema. No es grave, pero es un problema: no sé hacer maletas. Siempre ha sido para mí una tortura tener que introducir en un espacio de 70 litros (que es la capacidad promedio de una maleta mediana) lo que guardo en todo mi closet. No sé escoger bien la ropa que voy a llevar a mi destino e inevitablemente termino incluyendo en mi equipaje muchas prendas que no uso. En viajes cortos de dos o tres días esta incapacidad se hace tremendamente notoria y, a juzgar por mi equipaje, mis viajes nunca deberían ser inferiores a dos años y medio. Y lo peor, es que con niños el problema se multiplica.

El tema me avergüenza y ha sido causal de discusiones y blanco de crueles burlas y bromas por parte de familiares y amigos. Amén de toda la incomodidad que significa viajar con tanto bulto. Pero, les confieso que el asunto es superior a mí. Desde niña me llamó la atención ver cómo, las damicelas en las películas, viajaban con una mínima maletita a la cual tampoco había que ponerle un piano encima para que pudiera cerrar. Lo más asombroso es que cuando estos personajes llegaban a destino, lucían siempre una tenida diferente para cada ocasión y para mí, durante mucho tiempo, más que el eslabón perdido, ése fue uno de los grandes misterios de la humanidad. Cuando crecí y maduré (algo, al menos) entendí que así funcionaba el Séptimo Arte, pero se ve que mi inconsciente internalizó más la parte de "una tenida diferente para cada ocasión". Lo de la "mínima maletita" derechamente lo ignoró.

Así las cosas, cada vez que hoy me toca viajar y hacer maletas es un sufrimiento y me pongo mal genio (supongo que por eso se dice que uno anda "de maleta"), porque además debo prepararme psicológicamente para soportar la humillación de miradas de desaprobación, comentarios insidiosos y el infaltable "consejo amigo" de aquel experto o experta que en apariencia quiere ayudarte, pero que francamente lo único que logra es dejarte en el más absoluto y desamparado ridículo.

Gracias a Dios, los años no pasan en vano, y como siempre me ha gustado hacerme cargo de mis taras y mis trancas, indagué obsesivamente acerca del significado oculto de mi patológica incapacidad para hacer maletas breves. Y sí, podría haber algo metafórico en esto de querer andar con todo el closet a cuestas, con llevar ropa "por si llueve", "por si hace calor" o "por si repentinamente y sin aviso me invitan a un banquete de gala al Palacio Cousiño". Pero en esta búsqueda, descubrí que la única forma de liberarme de mi calvario era aceptar mi sobreactuación al momento de empacar. Qué tanto, no soy Audrey Hepburn en "Vacaciones en Roma". Y nunca lo seré.

A veces, para encontrar la paz lo único que tenemos que hacer es aprender a convivir con nuestras imperfecciones y dejar de torturarnos. Lo insólito, es que justo después que decidí firmar el armisticio con la empacadora compulsiva que llevo dentro, me tocó hacer un viaje con hijos y marido incluido. Ni yo podía creer que sólo necesité dos maletas para echar todos nuestros bártulos. "¿Vamos por el día, mamá?" me preguntó mi hija menor. "No, tesoro, le respondí con una amplia sonrisa- vamos por una semana". No saben lo bien que me sentí.

Marcela Munita Solé

Marcemunita.blogspot.com