Si hay algo maravilloso y sagrado es el derecho a la Vida, a todo tipo de vida, es sin duda ésta el mayor tesoro que nos regala Dios o la Naturaleza en su sabiduría. ¿Quién no ha experimentado la emoción de sentir los ojos llenos de lágrimas y el corazón palpitar más ligero, cuando por primera vez siente el llanto de su hijo o hija recién nacido? Qué sentimiento más fuerte nos remece el alma cuando la pequeña manito de un bebé se adhiere con fuerza a un dedo de nuestra mano, como unión de acero buscando la seguridad.
Es el milagro de la vida, cantado de mil formas en versos infinitos que exaltan el vivir como la expresión máxima del sentir humano. La vida es una experiencia de invaluable valor, nadie puede decir como sabe lo dulce, si jamás ha probado lo que sabe dulce, sólo quién experimenta la vida en plenitud puede ameritar el verdadero goce del vivir, con sus bemoles.
Todos quienes tenemos la bendición de estar vivos, sabemos con exactitud que somos el resultado de la amorosa unión, respeto y cuidado que nuestros padres nos dieron.
Resulta inverosímil que a pesar del gran progreso científico y tecnológico que ha experimentado el mundo en el siglo actual, los valores morales que deben salvaguardar ante todo la vida, cada vez se relativizan más. Tenemos que pensar que el relajo moral de los pueblos en el pasado, les trajo graves consecuencias que terminaron con, incluso la caída de grandes imperios, son los valores morales, éticos y de respeto; los que sustentan a la sociedad, sin ellos las naciones se degradan, cayendo irremediablemente en la ruina espiritual y moral.
No es de un buen ser humano ignorar cómo nuestras decisiones afectan a otros, más aún cuando hablamos de respetar la vida de un inocente niño o niña que se desarrolla milagrosamente en el vientre de una madre. Siempre es más fácil eludir el compromiso, ante temas tan controvertidos, en lo personal, creo inaceptable no decir que el derecho a la vida no se debe transar ante nada ni nadie.
No hay nada más valioso e importante que el respeto a la Vida, con toda razón, nuestra insigne Gabriela Mistral decía sobre la maternidad: "Velloncito de mi carne/ que en mis entrañas tejí/ hierbecita temblorosa/ asombrada de vivir/no te sueltes nunca de mi pecho/ vive eternamente apegado a mí…
Martín Bretón Olmos
Magister en Política Educacional