AL DESPUNTAR EL SOL
Cada mañana, cuando despunta el sol, vuelvo los ojos al Oriente y me baño de claridad.
La luz penetra hondo en mi corazón y lo limpia y purifica. MI pensamiento se aclara y ennoblece y mis labios se desprenden de toda impureza. Cuanto digo tiene el sello de la verdad, la mística de la esperanza y la transparencia del aire.
Ninguna sombra en mí, ninguna nube que empañe mi alma. Todo es diáfano en mi interior, porque ha sido purificado por la luz. Y la luz es Dios, la Suprema Claridad.
Si de día me abluciona el sol, de noche miles y miles de estrellas me envían desde el cielo su mensaje de luz. Y me siento humilde. Y comprensivo. Y bueno. Y amo para ser amado. Y sirvo para ser servido.
Señor, Tú que todo lo puedes, haz de mi alma una fuente de amor para que abreven en ella todos los que sufren. Quiero ser para mis semejantes el pan que alienta, el agua que sacia y la mano que ayuda. Pon, también, en mis labios la suavidad del arrullo para que mis palabras lleguen al corazón de todos por el camino del amor.
No dejes que las sombras invadan tu corazón.
La noche es sombra. Y cuando se hace en nuestro corazón, la alegría se apaga, el pensamiento se oscurece y las tinieblas invaden nuestro espíritu.
El amor es luz. Ama y todo brillará a tu alrededor. El mundo tendrá otro aspecto para ti, la paz te cubrirá con sus velos de esperanza y serás feliz.
Huye de las sombras y busca la luz.
Un rayo de sol, filtrándose por entre las hojas de una encina, me observa desde el otro lado de los cristales de la ventana.
-Bienvenido, hermano. Pasa y adéntrate en mi corazón. Quédate en él y hazlo humilde, generoso y bueno. Enséñale a entregarse como tú te entregas y a ser útil como tú lo eres.
Dile que se acerque a la flor, al agua y a los hombres. A la flor para que se regale con su perfume; al agua para que se impregne en su pureza, y a los hombres para que los ame, los sirva y los comprenda, porque hay que amar para ser amado, servir para ser servido y comprender para ser comprendido.
Ilumina mi corazón, Dios omnipotente, y enséñale a ser humilde, caritativo y bueno,
que aprenda a respetar para ser respetado; perdonar para ser perdonado,
que siembre para cosechar, que dé para recibir y que consuele para ser consolado,
porque él que siembra, ama y perdona, vive en paz con todos y con su propio corazón.
un santo para antofagasta