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Juan José Richards, el escritor de las libretitas
Hace poesía y escribe a mano en libretas tipo Moleskine y las llena de dibujos, apuntes, mapas, recortes pegados y caligrafía de todos colores. Ahora se lanzó con una novela: "Las olas son las mismas".
Juan José Richards cuenta que empezó a leer con gusto en el colegio. En los recreos, mientras sus compañeros jugaban fútbol, él se instalaba en la biblioteca. Al principio leía historietas: Ásterix y Obelix o bien las aventuras de Tintín; luego siguió con novelas de misterio y suspenso. "Mi libro favorito fue, por mucho tiempo, 'Asesinato en el Canadian Express', de Eric Wilson. Esa novela era parte de una trilogía publicada por Barcos de Vapor, protagonizada por el joven detective Tom Austen. Aunque ya me sabía el final, la leí muchas veces porque había algo, posiblemente una identificación con el protagonista, que me producía mucho placer", recuerda el autor de poesías que escribe a mano en unas libretas tipo Moleskine y que publicó recientemente "Las olas son las mismas", una novela que la excusa para retratarse a sí mismo.
-¿Qué temas te fascinan actualmente?
-El registro. Esa es una cuestión que aprendí en la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Católica de Valparaíso: registrarlo todo. Me interesan las libretas, los apuntes, los croquis, las bitácoras de viaje, la caligrafía. Las listas. Me interesan los formatos postales. Las cartas, los sellos, los timbres. Los diarios de vida. Todos unos formatos extraliterarios que tienen la posibilidad de convertirse en literatura.
-¿Sigues escribiendo poesía?
-Sí. Estoy trabajando un poemario sobre piedras y otro sobre la obra de Agnes Martin.
-¿Qué estás leyendo?
-Estoy terminando de leer "Mis dos mundos", de Sergio Chejfec y empezando "El futuro es un lugar extraño" de Cynthia Rimsky.
-¿Cómo fueron esos años ?
-En la Escuela se mezclaba muy bien la libertad con un ambiente académico desafiante. Valparaíso se transformó en una ciudad fundacional para mí. Salí del clóset, me enamoré, me rompieron el corazón. Digamos que ahí empecé a vivir.
-¿Y cómo fue esa experiencia?
-Viví en Brooklyn, en un departamento en el sexto piso de un edificio muy antiguo de más de cien años, que quedaba al lado de una funeraria y a pocas cuadras del metro y del puente de Williamsburg. La experiencia académica de ese Máster fue muy buena. Excelente, diría. Tomé clases con profesores que son escritores a los que admiro mucho, como Diamela Eltit y Sergio Chejfec, y tuve la oportunidad de desarrollar y editar textos con mucho tiempo, atención y cuidado.
-¿Qué resultó de ese magíster?
-Textos. Uno fue el poemario "Trasatlántico", que escribí en el taller de Poesía de Lila Zemborain, que luego ganó una beca a escritores emergentes el 2013 y que se publicó por Editorial Cuneta el 2015. Otro texto fue "Las olas son las mismas", que surgió del taller teórico del escritor Sergio Chejfec, donde semanalmente teníamos que leer y analizar novelas, cuentos, ensayos y poemas de escritores latinoamericanos.
-¿Cómo fue tomando forma la novela?
-Creo que la soledad y la lectura fueron dos aspectos claves de la escritura de ese texto. Si cuando chico leía en la biblioteca del colegio, en Nueva York leí mucho en la biblioteca universitaria, pero también en el metro.
-¿A qué aluden los pronósticos del tiempo y el horóscopo?
-Hay algo frustrante sobre la lectura de los pronósticos y es que por más que intenten predecir los fenómenos climáticos, la naturaleza tiene siempre una condición impredecible. Sin embargo, volvemos a leerlos, porque creemos que existe la posibilidad de que acierten. Pero eso es un engaño, una forma voluntaria de frustración. Leyendo a la poeta argentina Olga Orozco, que trabajó por años redactando el horóscopo del diario Clarín, quise explorar la posibilidad simbólica o poética de los pronósticos climáticos y zodiacales.
-¿Recuerdas dónde pasaste el año nuevo de 1999?
-Pasé el año nuevo de 1999 en Valparaíso. Como si fuera poca la presión del cambio de milenio y todo el desastre digital que se anunciaba por el apagón de los computadores, en esa época también existía toda la mitología sobre el beso del amor eterno. Así que imagínate lo que fue: un desastre. Pasé el año nuevo con unos amigos en la Avenida Errázuriz, viendo los fuegos artificiales desde la calle. En mi memoria está grabado un momento muy quieto y es el de nosotros mirando hacia arriba, viendo en silencio esas luces en el cielo.
El libro que acaba de publicar, "Las olas son las mismas", es un cruce entre bitácora de viaje y un diario de vida de invierno.
Juan José Richards
Editorial Los Libros de la Mujer Rota
107 páginas
$5.950
"Las olas son las mismas"
Por Amelia Carvallo
-¿Por qué estudiaste diseño gráfico?
-Pensé en estudiar Literatura o Periodismo, pero creo que fue más fuerte el deseo de irme lejos de Santiago. Quería independencia. Así que elegí estudiar en la Universidad Católica de Valparaíso. Me atraía la Escuela de Arquitectura y Diseño porque tenía una formación flexible y ligada a la poesía, me llamaba la atención lo experimental que era la Ciudad Abierta de Ritoque y la tradición artística de la Escuela: ellos postulan a una forma de entender el oficio contemporáneo. Estudié Arquitectura dos años y luego me cambié a Diseño Gráfico, principalmente porque me gusta mucho el registro, las libretas y las artes visuales.
Juan José volvió a Santiago a estudiar Licenciatura en Estética en la PUC y allí tomó dos cursos con la crítica literaria Patricia Espinosa: Crítica Literaria y un taller de poesía que lo llevó a escribir desde entonces. Cuenta además que Espinosa le dio un "cauce académico y creativo a todo ese amor informal que yo tenía por la lectura" y que le habló sobre un programa en Escritura Creativa que daba la Universidad de Nueva York. El año 2009 lo aceptaron y el 2010 partió.
Cuenta que Juan, el personaje becado en Nueva York que aparece en "Las Olas son las mismas", es una forma de hablar sobre él mismo. "Juan está sólo y aislado no sólo porque está en el extranjero, sino porque es incapaz de comunicar lo que siente. Como geográficamente Nueva York está rodeada de agua, me pareció que funcionaba muy bien como escenario para este personaje. Los puentes y los muelles que aparecen en la novela surgen siempre como la posibilidad o imposibilidad de conectar una orilla con la otra. Un personaje con otro. Una realidad con otra.
JUAN JOSÉ RICHARDS