Las vidas cruzadas de Agustín Squella
El abogado, columnista y Premio Nacional de Humanidades acaba de publicar un libro en el que retrata a dos personas de su repertorio más íntimo: su amigo de la hípica Juan Frías y su hermano Hernán, quien a los 34 años se lanzó a la línea del tren. Seis décadas de recuerdos que rescatan, por sobre todo, la radiante felicidad del presente.
Agustín Squella dice que "hay suicidas que lo que buscan es que se les acabe de olvidar".
Agustín Squella cree que las carreras de caballos a veces se parecen a la vida. Su último libro también. Tiene menos de 90 páginas y todo el vértigo de un hipódromo. El abogado, escritor, profesor y Premio Nacional de Humanidades, acaba de publicar "Hermano, no tardes en salir" (Lolita Editores), un volumen que retrata a dos de las personas más queridas de su vida: su hermano mayor, Hernán, que se quitó la vida a los 34 años, y Juan Frías, el Pluto, un jinete amigo suyo que le recordaba a Hernán. A ambos los unía la felicidad.
-Cuénteme sobre el título del libro: "Hermano, no tardes en salir".
-Tomé esa frase de un poema que el gran poeta peruano César Vallejo dedicó a Miguel, su hermano muerto. Y me pareció apropiado para un libro como el mío, en el que primero se retrata largamente a Juan Frías González, el Pluto, y a continuación a Hernán Squella Narducci, el Nancho, mi hermano mayor.
-¿Cómo empezó a tomar cuerpo este texto?
-Primero escribí sobre Juan Frías, un ex jinete con el que comparto todos los miércoles en el Sporting, y lo que escribí terminaba con la afirmación de que, por algún motivo, él me recordaba a mi hermano, que murió en 1974. Solo unos seis meses después de haber escrito la parte del Pluto, y a instancias del editor Francisco Mouat, me di cuenta de que era necesario seguir con el retrato de Hernán Squella.
-Dice que para escribir estos retratos tomó vuelo leyendo a Gay Talese.
-Talese es un gran escritor, un maestro a la hora de hacer retratos de personajes muy distintos a quienes observa a cierta distancia y toma nota de lo que ve. El que hace de Sinatra es inolvidable: está en el extremo de la barra de un bar en Nueva York, deprimido por un resfrío que esa noche le ha impedido cantar, hasta que una de las dos rubias que están allí con él saca un cigarrillo y Sinatra le acerca la llama de su encendedor de oro. Talese lo pone de tal manera que ves a Sinatra, a las rubias, el encendedor de oro y su llama.
El sporting
Cuenta el autor que al lanzamiento del libro en el Sporting Club de Viña llegó su amigo Juan Frías, más conocido como el Pluto, junto a parte de su familia y muchos amigos de la hípica. "Los hipódromos son algo más que una pista por la que corren los caballos. Son lugares para el encuentro, para la conversación, para hacer firmes y perdurables amistades. Son también lugares para el desmadre, como lo estadios, pero eso lo dejamos mejor para otra vez", afirma Squella.
-¿Qué le dijeron los amigos de la tribu hípica?
-Estaban encantados, creo yo, porque la hípica, y en particular el Sporting, es en cierto modo el telón de fondo de ambos retratos. Mi hermano Hernán jugaba a los caballos y fue él quien una tarde me tomó de la mano cuando éramos niños y me llevó a ver el Derby. Entramos a la cancha por la puerta de 1 Norte y el espectáculo me cautivó: miles de personas instaladas bajo carpas improvisadas con frazadas, música popular, organilleros, malabaristas, ciegos circulando con sus acordeones, carabineros confundidos con la muchedumbre, los caballos, los jinetes con sus vistosas chaquetillas exigiendo al máximo a sus cabalgaduras.
-¿Qué ha aprendido de los jinetes y caballos?
-Es de la hípica que se aprende, de la actividad en su conjunto, sobre todo del público, de los muy diversos tipos humanos que pululan por los hipódromos y juegan a los caballos con una esperanza que raras veces se realiza. Antes y después de disputarse una carrera, es el público el que hace vibrar a los hipódromos, antes con sus esperanzas y después con sus lamentos. Durante muchos años se transmitió por una radio de Valparaíso un programa que daba los resultados de las carreras. ¿Sabes cómo se llamaba? "La hora de los lamentos". Estaba a cargo de un periodista llamado Leonardo Lambarri, hípico y también wanderino. Otro periodista de esos años era el gran Luis Eduardo Giannelli, un uruguayo que vino a jugar a Everton en la década de los 50 y que se lesionó de gravedad a poco andar. Se quedó sin embargo en Viña, se casó con una viñamarina e hizo feliz a mucha gente con sus anécdotas.
-¿Como cuáles?
-Como cuando fue enviado por el canal de TV de la Católica porteña para cubrir el Mundial de Alemania del año 1964. Se mareó en el vuelo de ida, lo bajaron allá con ambulancia, lo condujeron a un hotel y no pudo asistir a ningún estadio. Siguió mareado. Veía los partidos por televisión y hacía sus despachos desde el hotel. Volvió a Viña y nos preguntó una tarde en el Sporting quién creíamos que había sido el mejor jugador del Mundial. "Pelé", respondieron algunos; "Beckenbauer", indicaron otros. "No", dijo él. "Fue Smith". "¿Smith?", reaccionamos todos extrañados. "Sí, Smith -dijo Giannelli-, el marcador de punta de los escoceses. No jugó. Estuvo siempre en la banca. Pero si Smith juega, ¡Escocia sería campeón del mundo!". Así de genial y arbitrario era Luisito Giannelli.
-¿La vida a veces es una pista de carreras?
-Sí, las carreras tienen algo de la vida. A veces, tal como pasa con los caballos, uno se queda en la partida, o sale mal, o corre reajustado, o viene en punta, o viene muy atrás, o toma mal las curvas, o atropella tarde, o se abre, o no tiene pasada, o se encajona, o se estrella contra las barandas, o participa con sustancias prohibidas. La hípica tiene dichos muy buenos, algunos también muy absurdos. Por ejemplo, cuando un caballo que venía rezagado atropella muy fuerte en los metros finales y deja a todos sus rivales atrás, los hípicos dicen que "pasó con un chancho al hombro". ¿Te das cuenta? ¿Qué diablos quiere decir eso? A mí, que llevo tantos años en las carreras, nadie ha podido explicármelo jamás.
-Menciona en el libro a los Socorros Mutuos, una institución casi desaparecida.
-El historiador porteño Mauricio Urzúa ha formado un impresionante archivo con ese tipo de instituciones y otras de tipo sindical que tuvimos en Valparaíso desde los albores del siglo XX. Tal vez hayan desaparecido porque la fraternidad está en retirada y siendo reemplazada por ese individualismo posesivo que caracteriza a nuestra época. "Libertad, igualdad, fraternidad", proclamaron los revolucionarios franceses del siglo XVIII, y tenemos una deuda sobre todo con la última, "la gran ausente de las sociedades capitalistas contemporáneas", según dijo el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz.
-¿Cómo podría describir a alguien que nunca ha vivido "la gloriosa incertidumbre del turf"?
-Los hípicos sí sabemos de incertidumbre, aquella que se produce antes de cada carrera. Vamos a las carreras para encontrarnos y disfrutar la incertidumbre. Emociona no saber cuál será el resultado de algo que te importa y que vas a conocer dentro de muy poco tiempo, sin que ese resultado sea cosa de vida o muerte. Yo no puedo entender que "incertidumbre" se haya transformado hoy en una mala palabra, especialmente entre empresarios y hombres de negocios de nuestro país, como si no viviéramos en el siglo de la incertidumbre o esta fuera solo una flor nacional, como el copihue. ¿Se imaginan ustedes la incertidumbre que hay en el Reino Unido luego del Brexit, en Estados Unidos con un candidato como Trump, en México donde todos los días los narcos ajustician a alguien y lo dejan colgado de un poste de la luz a la vista de todos, en Siria, en la franja de Gaza, en España, donde no se puede formar gobierno hace varios meses y después de dos elecciones generales?
Hermanos y amigos
Cuenta el autor que no sabe cuándo se dio cuenta que su hermano y su amigo Pluto eran -similares, pero sí que los juntaba una especie de "felicidad estructural, la felicidad como un don, como una gracia, porque sí, y no como resultado de haber alcanzado los objetivos que te propusiste en la vida. La felicidad por el solo hecho de estar vivos".
-¿Qué piensa sobre los suicidas y sus complejas motivaciones?
-El suicidio es un acto inescrutable que sume siempre en una honda perplejidad a quienes sobreviven a aquel que decidió terminar con su vida. No es cierto que todo suicidio sea una acusación ni que los suicidas busquen que no se les olvide. Hay suicidas que lo que buscan es que se les acabe de olvidar.
-¿Tienen algo en común los centenares de suicidas que a diario se fugan de la vida?
-Me imagino que algo muy triste y sordo que va incubándose en su interior y el hecho de no encontrar una ventana iluminada hacia la que mirar en medio de la tormenta. Es probable que los que lo intentan vean en el suicidio una salida, aunque se trata únicamente de un fin. Los que han muerto no descansan, no tienen capacidad de descansar. Simplemente no están, no hacen nada, salvo algo muy importante: continuar viviendo en el recuerdo de alguien.
-Antes del suicidio de su hermano, ¿vivió de cerca otro suicidio?
-Algunos, también en la familia, y vividos siempre con el mismo desconcierto, aunque se trata de un desconcierto que no excluye la comprensión ni menos la indulgencia. Piensa tú en la crueldad que significaba hasta no hace mucho que a los suicidas se les negara la misa fúnebre y el entierro en cementerios católicos. Si Jesús estuviera todavía en alguna parte, la mueca de desaprobación que habrá hecho en esos tiempos ante tan flagrante contradicción con el mensaje que él dejó. No se trata de andar promoviendo el suicidio ni encogiéndose de hombros cada vez que ocurre uno, pero tampoco se trata de condenar a los suicidas sin haber estado en sus zapatos o, mejor, en la honda complejidad de sus cerebros.
-¿Cómo fue el duelo por su hermano?
-No me gusta la expresión "hacer el duelo". Es inexacta. Los duelos no se hacen, se vive con ellos. Se vive con ellos y nunca del todo bien, más bien mal, regular, a veces incluso pésimo. Tampoco es que el dolor nos haga crecer, como afirman torpemente los libros de autoayuda. Cuando sobreviene un dolor hay que vivir con él, manejarse de alguna manera con él, pero no creer que vas a superarlo del todo o que debes agradecerlo porque te hará crecer interiormente y valorar cosas de la vida en que antes no habías reparado lo suficiente. Patrañas.
El "Pluto" y el Nancho
"Pistón era lo que tomaba Hernán Squella Guzmán, una mezcla de pisco, agua tónica, hielo y torrejas de limón. Varias veces se le escuchó decir que él era el inventor del trago bautizado con ese nombre. Cierta Navidad, cuando sus hijos eran mayores, se le ocurrió disfrazarse de Papá Noel para impresionar a los nietos. Pero fue descubierto no más sentarse en el bergere que ocupaba en el living de la casa. "¿Qué quiere, Viejito?", le preguntaron. "¡Un pistón!" fue su delatora respuesta". (Página 69).
Agustín Squella Lolita Editores
84 páginas
$10.000
"Hermano, no tardes en salir"
"El Nancho fue siempre un caminante. Nunca sacó el Chevrolet 51 de su padre desde el garaje del Pasaje Benedictinos o la calle Lusitania. (...) Auto propio no tuvo. El Nancho caminaba por la ciudad con paso largo, ágil, resuelto. Un paso contento. Casi nunca llevaba chaqueta. Pantalón, camisa y un suéter, nada más. Es probable que tampoco se le haya visto llevando paraguas. Se diría que nunca sintió frío, ni siquiera durante las muchas horas que pasó en la húmeda botillería de Forestal. Fue caminando que bajó al plan de Viña a primera hora del 5 de junio de 1975". (Página 75).
"¿Por qué lo llamamos Pluto? En ambientes como la hípica circulan buenos sobrenombres -Que Me Hundo, El Martillo, Chico Talca, Cabeza de Perro, El Mascarrieles (...) y en un contexto como ese Pluto suena bastante convencional. La explicación es simple. Cuando llegó al Sporting en 1960, Juan Frías simulaba llevar un perrito oculto bajo la chaqueta para divertir a los niños. Hacía un bulto allí, ladraba y muchos creían que de verdad llevaba una mascota. Enrique Frías, el Rey, afirma que hasta hoy su hermano, si se lo piden, ladra bastante bien". (Página 38) .
Por Amelia Carvallo
"Mi hermano Hernán jugaba a los caballos y fue él quien una tarde me tomó de la mano cuando éramos niños y me llevó a ver el Derby".
Pablo Tomasello
"Cuando un caballo rezagado atropella y deja a todos sus rivales atrás, los hípicos dicen que 'pasó con un chancho al hombro'".
Adelantos del libro "Hermano, no tardes en salir".
Por Agustín Squella
"Yo no puedo entender que incertidumbre se haya transformado hoy en una mala palabra".