El sonido del tiempo.
En doce horas, marcadas por las campanas del Big Ben, se desarrollan los hechos de la novela Mrs. Dalloway, escrita a principios de los años veinte por Virginia Stephen, conocida por el apellido de su esposo Leonard Woolf. En ese trascurso de tiempo Clarissa Dalloway se encarga de los preparativos de una fiesta que ofrecerá en su casa a sus amigos londinenses, un grupo interesante de artistas, intelectuales y snobs locales que interactúan desordenadamente entre sí, mostrándose y ocultándose, en juegos de lenguaje e ingenio, revelando sus mundos interiores a través de monólogos y corriente de la conciencia, tal como lo ensayara James Joyce en su Ulises unos años antes. El desarrollo y evolución del relato se da a través de la transfiguración de sus personajes, del vaivén de imágenes, impresiones, sentimientos y pensamientos que transcurren en largas disquisiciones poéticas sobre el sentido de la existencia, conductas sociales de la época, política y otros elementos más bien frívolos que atañen a Clarissa, Peter, Sally, Septimus y Lucrezia, entre otros que se perfilan entre brumas, recorriendo lugares insignes de la ciudad.
Influida por Henri Bergson, la Woolf en esta obra trabaja no sólo con la renovación de las estructuras narrativas, lo que resultó un aporte a la novela moderna, sino con el concepto del tiempo, al estilo proustiano. En este sentido, los personajes de Mrs. Dalloway, al igual que los de sus otras novelas Las olas y Al faro, recuerdan al círculo de Bloomsbury al que perteneció Virginia junto a su hermana Vanessa y que era frecuentado por personalidades como Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, John Maynard Keynes o la escritora Katherine Mansfield. Este grupo se consideraba a si mismo una élite intelectual ilustrada, contraria a la religión y a la moral victoriana aún imperante, se declaraban humanistas, liberales, individualistas y librepensadores. La novela perfila a esta misma juventud marcada por los enlistamientos de la Primera Guerra Mundial, las reivindicaciones de las mujeres y la fuerza del desarrollo de las artes en el período de entreguerras. Conflictuados por el hecho de pertenecer a un imperio y atentos al proceso de las colonias, sabían que "El mundo había levantado el látigo", lo que no tenían claro es dónde descendería.
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Máster en Literatura.