Bovarismo, mal de lectores
El término bovarismo, proveniente de la filosofía y psicología de fines del siglo XIX y que se relaciona con un profundo estado de insatisfacción crónica de una persona, producido por el contraste entre sus ilusiones y aspiraciones y la realidad, proviene de la novela Madame Bovary del escritor francés Gustave Flaubert, publicada en 1857. En esta obra, considerada precursora de la novela moderna y admirada por su capacidad materialista-descriptiva, el personaje principal, Emma representa la rebeldía de no resignación de su suerte y encarna a la pecadora, adúltera y suicida no conforme con la mediocridad que la rodea. Formada por múltiples lecturas, sus imaginarios son los de una heroína apasionada que pretende vivir su existencia disfrutando de los placeres e instintos concretos de la vida terrenal, pues la salvación eterna no le interesa. Acusado su autor de anticlerical durante el segundo imperio, esta novela que fue prohibida junto con Las flores del mal de Charles Baudelaire, hoy es considerada una obra maestra del realismo en donde priman las ideas y en donde las acciones, pensamientos y sentimientos figuran como hechos concretos y tangibles que dan la ilusión de sintetizar lo real, de resumir la vida.
Esta suerte de novela total, redonda y acabada funciona como una parodia del género del folletín y la novela rosa, ambos considerados menores por la crítica literaria hasta la segunda mitad del siglo XX. Emma Bovary es una especie de Quijote de la novela romántica que arriesga todo por hacer carne lo que ha encontrado en la literatura, llevando su arrojo al extremo. Casada con un médico de carácter sencillo y madre de una hija, lleva una apacible vida en el pueblo de Yonville, pero esta tranquilidad la exaspera a tal punto que se hace de amantes y aventuras que la hacen desfallecer y enfermarse. Su rebeldía individual busca violentar los códigos sociales, pero lo hace en nombre de sus fantasías y apetitos personales, sin intenciones éticas, ideológicas o reivindicativas. Es este un personaje solitario, impulsivo y sentimental que solía equivocar sus pasos, encontrándose en el lugar equivocado, desencadenando tragedias, pues su exigencia sensual, de elegancia, belleza y refinamientos clamaban por manifestarse, insistentemente, fuera de sus anaqueles de lectura.
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Máster en Literatura.