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Pueblos abandonados

Alarma de arte

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En una jornada en que participé con algunos artistas del área plástica en Valpo, en la que debatimos sobre el estado del arte en Chile, o algo como eso, uno de los participantes, que en alguna oportunidad fue mi alumno en algún ramo de una parrilla programática de una escuela de arte, esbozó un concepto lúdico que puede ser de gran utilidad para la pega del artista que necesita estar conectado con eso que llaman mundo. Él habló de la noción "alarma de arte", que significa algo así como el encuentro o el surgimiento, más o menos azaroso, de un acontecimiento que nos interpela, generalmente son cosas paradojales que se salen de la norma. Esto puede ocurrir en la vida social, en la calle, o en cualquier sitio, incluida el área doméstica. La "alarma de arte", entonces, funciona como un rescate de situaciones en que necesariamente interviene un sujeto humano y que implican un quiebre con la regularidad. La expresión, creo, viene del relato deportivo, cuando un relator habla de "alarma de gol", es decir, frente a la inminencia de que un equipo, dado su buen juego, meta la pelotita en la red. Había un relator, recuerdo, que hablaba de "perfume de gol", que también es una buena analogía. En el caso de la vida cotidiana, si el sujeto observador está atento a estas señales de irrupción de lo otro o de la diferencia, estas alarmas pueden proliferar. Como ejemplo, puedo citar una simple conversación con un taxista, el diseño de un letrero comercial o la negociación con un gásfiter, o un gato durmiendo en una vitrina sobre un libro de gatos. Esto se hizo patente cuando con el grupo de artistas y teóricos de la cuestión, como parte de la jornada, decidimos participar de la marcha contra las AFPs. Porque diagnosticamos que hace rato que los artistas ya no participaban de la cosa política, a todos los tienen rellenando formularios del Fondart o haciendo residencias o gozando de alguna beca. Dan la sensación de estar neutralizados. Como se trataba de una situación en que comparecía mucha gente había mucha oferta al respecto, por eso cada cierto rato mi colega nos advertía "alarma de arte", cuando veía algo que podía ser clasificado como tal, ya se tratara de una familia que marchaba con coches de guagua intervenidos por carteles o de un manifestante que exhibía un paraguas (porque a todo esto se puso a llover) del que colgaban una serie de afiches divertidamente confeccionados. Es decir, la "alarma de arte" depende de la actitud de estar pendiente, también, de los diseños de objetos que comparecen en la vida social. Hay o debe haber un observador que rescata del mundo referencial algún estímulo y lo somete a un proceso de resignificación.

Dada las condiciones de nuestras urbes, híper estimuladas comunicacionalmente, es muy probable encontrarse con alguna oferta de "alarma de arte", porque la ciudad que habitamos presenta a cada rato situaciones que están fuera de lo común y que surgen de las precariedades económicas y de la astucia sobrevivencial, o también del diseño popular que exhiben los micro emprendimientos. Aunque muchas veces la profusión de situaciones estimuladoras puede saturar y neutralizar el efecto. Por eso es muy difícil hacerse la imagen de un artista solitario que hace trabajo de taller o de escritorio, silenciosamente. La condición de trabajo habitual para un artista moderno es la bulla y del estímulo distractivo. Estar atento no es fácil, hay que tener la voluntad de observación y estar al "cateo de la laucha", expectante a esa diversidad de objetos o situaciones que se presentan. La mirada del observador funda un nuevo objeto que surge de esa situación de archivo o de clasificación y su puesta en valor. Puede parecer como una mera recogida de la diferencia o de lo insólito y de darle una valoración estética. A nivel de sentido común existe la sensación de que cualquiera, vía celular, puede registrar diversos eventos de la existencia común, pero ojo, la "alarma de arte" no es la banalización del hecho cotidiano. Es, por el contrario, su consagración o la relevancia de lo pequeño y elemental del acontecimiento humano. La alarma es el reconocimiento de la dimensión simbólica como reinvención permanente de la realidad.

POR Marcelo Mellado*

* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .

"La tierra baldía" (extracto)

Diego Zúñiga retrata a los niños perdidos de la capital

El autor chileno escribió su primer libro de cuentos, "Niños Héroes", en el que expone el alma de una ciudad hecha para unos pocos. Son diez historias protagonizadas por escolares: unos asaltan un banco de juguete y otros perpetran otras travesuras.
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Por Amelia Carvallo

diego zúñiga es periodista y se define como un fanático del fútbol. Tiene dos libros alusivos al balompié, uno de ellos sobre el equipo del cual es hincha.


"Niños héroes"

Diego Zúñiga

Literatura Random House

196 páginas

$12.000

Diego Zúñiga nació en Iquique y las escenas de sus novelas más aplaudidas transcurren justamente en el norte de Chile. Pero ahora quiso probar con los cuentos y también con lugares nuevos, bastante más al sur. En "Niños Héroes" (Literatura Random House), libro que acaba de lanzar, el periodista y escritor de 28 años recorre en 10 historias la vida de los escolares que no caben en la capital.

-Quiero empezar preguntándote por la portada de la novela. ¿Tuviste participación en su elección? Además, incluiste el cuento "El lenguaje de los pájaros", con claras alusiones a Juan Luis Martínez.

-Cuando pensamos en el título, a mí se me vino a la cabeza "Homenaje a un terrorista", ese collage de Juan Luis Martínez que finalmente fue la portada. Siempre me pareció una imagen impresionante, que encerraba muchas cosas, y para mí tiene mucho que ver con el tono del libro, con las historias que hay dentro de él. Y, claro, además se sumaba esa mención a Martínez en ese cuento. Es un poeta que me gusta muchísimo. Hice un perfil de él hace un tiempo y eso hizo que estuviera mucho rato leyéndolo, investigando su vida, y nada, "La nueva novela" me parece una obra que no se acaba nunca. Cada vez que la vuelves a leer entiendes otra cosa. Es un libro infinito.

Es tu primer volumen de cuentos, ¿qué piensas del género?

-Descubrí el género varios años después de que empecé a leer más o menos en serio. Yo quería escribir una novela, me parecía que ahí era donde pasaban las cosas importantes. Pero después me puse a leer cuentos y me quedé un buen rato en esas historias breves. Mientras escribía los últimos relatos del libro, pensaba que quería escribir más y más cuentos, miraba la realidad desde ese lugar, que te permite quizá explorarla desde maneras más diversas, probar otros estilos, ir tanteando sobre qué es lo que quieres hacer realmente. La novela te exige otras cosas.

-¿Qué cuentistas te gustan?

-Como he dado varios talleres, es un género que he tenido que estudiar bastante y eso me ha hecho descubrir autores increíbles como Luis Loayza, Ana Blandiana, Miguel Briante, Alfonso Alcalde o Hebe Uhart, por citar algunos. Me parece que todos ellos han logrado darle una vida propia a un género tan difícil como es el del cuento. Encontraron una sintaxis particular. Eso es lo más difícil, y supongo que vale tanto para la novela como para el cuento: dar con la respiración que te exige el relato que estás contando, dar con el tono.

-Aunque en esta oportunidad dejas el norte como paisaje central, usas bastante la descripción del espacio santiaguino. ¿Qué tan importante es para ti el lugar, el territorio?

-Me cuesta separar a los personajes del lugar en el que están, del lugar desde el que provienen. Los territorios nos definen, nos incomodan, nos moldean, nos hacen ser quienes somos. Y eso inevitablemente se filtra en lo que escribo. Me interesan mucho las atmósferas, me interesa cómo la ciudad nos modifica, a nosotros y a la historia que estamos viviendo.

-El fútbol y sus metáforas es una zona desde la cual te gusta narrar. ¿Por qué?

-Me gusta mucho el fútbol, me gustar verlo, jugarlo, escribí un libro sobre el equipo del que soy hincha, y está el cuento "Tierra de campeones", pero nada, sería una exageración hablar de que me parece un lugar particular desde el cual narrar. Me interesa tanto como otros mundos.

-Dices en el cuento "Cabezas negras" que "la juventud se parece demasiado a una hipérbole". ¿A qué apuntas con esto?

-Hay una cosa muy afectada siempre en la juventud, como si todo lo que te ocurriera en esa época fuera irremediable. Todo se exagera; pero de eso te das cuenta sólo mucho tiempo después. Ahora, más allá de eso, también creo que es valioso registrar esa exageración, que quede una huella de esa época donde sufríamos más de lo necesario, porque al final también somos eso, aunque ya más adultos nos parezca algo ridículo recordar esos años.

-Participaste en el 2006 de la Revolución Pingüina. ¿Cómo ves esos días a diez años de ellos?

-Llegué tarde a todas las revoluciones: en 2006 había entrado recién a la universidad, y en 2011 había entrado recién a trabajar. Un desastre. Sin embargo, las recuerdo perfectamente, fueron importantes ambas, porque de alguna u otra forma hicieron despertar al país. Antes de esas movilizaciones, parecía que todos estábamos más o menos cómodos con el sistema, pero en realidad no. Había un malestar muy grande y silencioso que explotó con los estudiantes. Y en ese sentido, la revolución pingüina fue fundamental. Ahí comenzó a gestarse todo. Fueron muy valientes.

-¿El personaje de Catalán es algún tipo de homenaje a alguien que conociste?

-Yo creo que todos conocemos a algún Catalán durante nuestras vidas: ese personaje increíblemente talentoso, que por distintos motivos siempre se está autoboicoteando o la vida lo está boicoteando, y nunca entendemos por qué todo ese talento se termina perdiendo, o deriva en otra cosa.

-Aunque situados en Santiago algunos de estos cuentos aluden a una especie de éxodo familiar, a un viaje, casi siempre de disolución, hacia la capital. Ese movimiento es muy de Chile, esa errancia. ¿Te parece así?

-Es muy buena tu observación. Claro, la capital parece ser el lugar que va a salvar la vida de muchos de estos personajes, y eso tiene que ver obviamente con el centralismo, con que las posibilidades casi siempre están en Santiago. El problema es que esos personajes llegan a la capital y no encuentran lo que buscan. Es un lugar indudablemente inhóspito, es un sistema que los está haciendo siempre a un lado, y eso, creo yo, es algo muy violento. Por eso está tan presente el tema del resentimiento en estos relatos. Me parece fundamental esa rabia, me parece natural.

-En el último cuento usas la voz de una mujer. ¿Cómo diste con el tono femenino, cómo reconociste los rasgos de una voz así?

-He vivido prácticamente toda mi vida sólo con mujeres, y muchos de los escritores que más me han impactado en los últimos años son mujeres: Natalia Ginzburg, Emily Dickinson, Clarice Lispector, Josefina Vicens, Anne Carson, Hebe Uhart, Ann Beattie, Idea Vilariño, Louise Glück, Lorrie Moore, entonces las voces femeninas no me parecen algo lejano, al contrario. En todo caso, no quise rebuscarme ni mucho menos. Apareció esa voz y quise seguirla, y luego surgió el paisaje.

-¿Quién es la Cinthia Henríquez de tu dedicatoria, y las otras dos personas?

-Cinthia Henríquez es mi mamá. Las otras dos son mi sobrina, Valentina, y la hija de mi pareja, Carmen.

-¿Cómo va editorial Montacerdos?

-Estamos terminando de preparar dos novedades: Vamos a reeditar "Montacerdos", la novela de Cronwell Jara que nos dio el nombre, y vamos a sacar "La actividad forestal", el último libro de cuentos de Federico Falco. Eso viene ahora en agosto, inicios de septiembre. Y varias novedades más que estarán para la Filsa.

-¿Estás perfilando algún nuevo libro?

-Hay un par de ideas. Una novela breve y otra novela larga que me tomará muchos años, supongo, y dos libros más híbridos, mezcla de ensayo y crónica, sobre artes visuales y bibliotecas.

-¿Qué estás leyendo?

-Unos ensayos de Simon Leys, la última novela que tradujeron de Natalia Ginzburg, "Y eso fue lo que pasó", que me parece fascinante, y estoy terminando "La chica de California y otros relatos", de John O'Hara, que era contemporáneo de Fitzgerald y de Hemingway, un cuentista increíble, muy depresivo, muy oscuro.

"No sé, en realidad, por qué hablo en plural, si su único familiar era yo. Quisiera, tal vez, haberme sentido más acompañada en ese tiempo, haber podido compartir con alguien todo eso que estaba pasando, pero fueron muchos cambios, mucho movimiento y dema-siadas horas en esas micros que me llevaban de La Cisterna a Ciudad Empresarial y de Ciudad Empresarial a La Cisterna, cuando ya anochecía. A veces, muy pocas, usaba el metro, pero con el correr de las semanas me acostumbré a los trayectos largos y aprendí a dormir en las micros. Al principio me mareaba y luego me entraba la paranoia de que me iban a robar en cualquier momento, pero después de tantas horas una abandona las aprensiones y se deja llevar por el sueño: agarras firme la cartera, apoyas la cabeza en la ventana, cierras los ojos, duermes, dormitas veinte, treinta, cuarenta minutos, pierdes por completo la noción del tiempo y del espacio, sabes que vas en una micro pero no sabes qué lugar de Santiago estás atravesando mientras te pierdes en esos sueños breves pero intensos que te acontecen; más de alguna vez es tan profundo el sueño que cambias de postura sin darte por enterada: ya no apoyas la cabeza en la ventana de la micro, sino que lo haces en el hombro de tu compañero. Si tienes suerte, te toca alguien generoso que entiende tu condición y deja que permanezcas ahí por unos minutos hasta que te das cuenta de que estás apoyada en el lugar equivocado; luego vienen tus disculpas, más tarde la vergüenza y después te olvidas de todo: sabes que nunca más verás a esa persona, da lo mismo lo que hayas hecho, te bajas de la micro y caminas con una alegría inexplicable hacia tu casa; has recuperado la vitalidad y por más que ya sea de noche, pareciera que todavía quedaran muchas horas para que acabe el día". ("La tierra baldía", página 164 de "Niños Héroes")

"Mientras escribía los últimos relatos del libro, pensaba que quería escribir más y más cuentos".

lorena palavecino

"Todos conocemos a algún Catalán durante nuestras vidas: ese personaje increíblemente talentoso, que por distintos motivos siempre se está autoboicoteando".