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La base militar de EE.UU.

La periodista y escritora Patricia Stambuk ahonda en los detalles de la invasión silenciosa que instaló la dinámica del consumo y el alcohol en Rapa Nui. El libro "Iorana & Goodbye" es una investigación que abre un punto de vista. El autor chileno acaba de lanzar "niños Héroes", su primer libro de cuentos. Son diez historias protagonizados por escolares que ponen de cabeza una ciudad inhóspita y grande. El periodista y escritor aborda lugares, historias y personajes.P2-3 La película "Juventud", del italiano Paolo Sorrentino, llega el jueves a las salas locales con una historia de famosos del ayer en un hotel de Los Alpes.P4
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que cambió a Isla de Pascua

"En la memoria social de los pueblos no hay hecho cierto. Hay hecho contado. Si no se cuenta, no existe", apunta la periodista y escritora Patricia Stambuk en la introducción del libro "Iorana & Goodbye. Una base yanqui en Rapa Nui" (Editorial Pehuén). La investigación indaga en un hecho conocido, pero nunca antes profundizado: cuando la Fuerza Aérea Estadounidense, USAF, instaló una base militar en Isla de Pascua, entre los años 1965 y 1970.

Stambuk recogió testimonios de algunos de los protagonistas de la historia, reunió información y rescató viejas fotografías que dan cuenta de una "invasión" que cambió para siempre las costumbres de los isleños al introducir las bondades del mundo capitalista. Esto ocurrió en tiempos de la Ley Pascua, promulgada por Eduardo Frei Montalva, iniciativa que equiparó los derechos de los pascuenses con los de los continentales.

Componiendo un mapa humano, la autora abre la obra con retratos fotográficos de personajes que hablarán en 344 páginas.

-En 2009 publicaste "Rongo, la historia oculta de Isla de Pascua". ¿Cómo nació esta nueva investigación?

-Sabía de la base norteamericana por breves referencias documentales en estudios de la Universidad de Chile y me di cuenta que el hecho estaba muy presente en la memoria local, pero nadie lo había considerado importante para abordarlo en profundidad. Había poca información oficial, gran desconocimiento general, y hasta incredulidad. No sé si en Chile continental se le dio poca importancia o si lo tomaron como un hecho más de la periferia, como un simple e inofensivo observatorio de extranjeros. Cuando terminé "Rongo, la historia oculta de Isla de Pascua", pensé: no puedo quedarme con un solo libro de esta cultura tan singular, nadie hace lo que yo hago con la historia oral. Y asumí que exactamente donde había terminado la investigación anterior, nacía otro periodo corto y muy significativo de ingreso a la "modernidad": carnet de identidad, productos extranjeros, vestuario extranjero, máquinas fotográficas, pista aérea, turismo, viajes...

-¿Cómo fue el proceso de recolección de información y registro de testimonios?

-Tardé cuatro años en todo, considerando la redacción, que es demorosa, porque hay que articular muchos relatos con voces distintas. El proceso es lento, no tenía dedicación exclusiva, viajaba por períodos breves y regresaba a casa -por la dinámica de las entrevistas y las transcripciones- y además trabajo sola, sin ayudantes. Estas investigaciones deben además avanzar con un ritmo reposado. Las pistas van apareciendo de a poco, un informante lleva a otro, las fotos están en las bodegas, húmedas, los temas se van aclarando y hay que contrastar la información dudosa.

En 1965, las primeras señales de que algo estaba pasando empezaban a manifestarse. Los isleños intuían una situación extraña, pero sin certezas. Luego, comenzaron a llegar aviones, buques y extranjeros que traían objetos nuevos, vivían en casas modernas e incluso vendían productos importados. "Tenían un container grande con las cosas que traían desde Estados Unidos y nosotros podíamos comprar lo que queríamos, pero hasta la cuota de 30 dólares", recuerda Rodolfo Paoa, uno de los entrevistados.

Además de instalar el sistema, los militares estadounidenses trajeron una adicción: el alcohol. Para Stambuk, sin embargo, los efectos de la invasión están marcados por la ambigüedad. "La llegada de la USAF les llevó vestuario, menaje, novedades, comida distinta, algo de tecnología y trabajo con sueldos. Todo eso era bueno y bienvenido, pero daba un giro a sus tradiciones", analiza. "Se encontraron con la cultura del desecho, inconcebible hasta entonces; con el deseo de tener bienes y la independencia de la fuerte tutela paterna. El padre deja de ser el organizador y el recolector de los ingresos. Los viejos se repliegan a otro papel. El día se alarga con la luz eléctrica y los maravillosos cantos vespertinos van disminuyendo. Circula alcohol y dinero. Los gringos pagan rondas en los bares. Hay trabajo y ambiente de fiesta a la vez. Novedad, rostros nuevos. Mirado desde el punto de vista rapanui, llegó la modernidad a la isla. Jeans, radios, cámaras fotográficas. La comunidad sopesa la ganancia, no la pérdida. Se había sentido hasta entonces demasiado abandonada. Pero lo determinante en el cambio, el broche de oro, fue la llegada de aviones LAN y del turismo, porque los habitantes de la isla encontraron una nueva fuente de ingresos, que haría un antes y un después en sus vidas", relata Stambuk.

-¿Cómo fueron los lazos que se dieron entre isleños, militares y norteamericanos?

-Las dos fuerzas aéreas, la chilena y al norteamericana, trabajaban relacionadas y bajo las órdenes de la FACh, que nunca tuvo problemas con los rapanui, había una buena y respetuosa relación. Pero los gringos llegaban solos, sin familia, tenían más recursos, querían divertirse en sus horas libres, tomar, bailar rock and roll y hacer paseos y seducir o dejarse seducir por las jóvenes rapanui. Podían hacer regalos, manejaban dinero y se encontraban en el día a día con una comunidad sencilla, afectuosa, receptiva, y siempre atenta a las oportunidades. Ni un entrevistado me transmitió rechazo a la presencia de los norteamericanos. Si bien hubo cartas de protesta que aparecieron en diarios de izquierda, creo que eran instigadas por sectores políticos continentales. El rapanui simpatizó con los gringos; convivió con los suboficiales de igual a igual. No puedo saber si era una estratagema de ellos.

-¿Crees que hemos sido ingratos con la memoria y las tradiciones de los rapanui?

-No solo hemos sido ingratos, hemos sido ignorantes y racistas. Valparaíso ha desperdiciado históricamente un patrimonio humano y material extraordinario. Nadie reconoce hasta hoy que ese puerto era el cordón umbilical con la isla, que era la etnia que "correspondía" al territorio continental, ya que de la cultura Aconcagua quedó poco y nada. Ahora que entre los isleños hay gente con muchos recursos, ahora que no hay pobreza, hay una mirada despectiva hacia el tire veve, el chileno pobre. Algo se quebró. No sé si es reparable.

PAtricia stambuk es periodista, escritora y dedicó cuatro años a investigar y escribir "iorana & goodbye".


Diego Zúñiga y los niños perdidos de la capital

Patricia Stambuk

Editorial Pehuén

344 páginas

$20.000


"Iorana & Goodbye"


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31 de julio de 2016

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Por Andrés Nazarala R.

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