Emile Dubois, el asesino ilustrado
En las crónicas sobre la historia del crimen en Chile, Emile Dubois, en Valparaíso, aparece como una figura señera. La escasa información certera sobre este personaje de supuesto origen francés quien llegara al puerto a principios de 1900, lo ha convertido en una leyenda popular, pues además sus víctimas fueron en su mayoría burgueses que alimentaban su fortuna a costa de la usura y de otras prácticas abusivas. Las maneras decadentistas de Dubois, de asesino exquisito que consideraba el asesinato una de las bellas artes, que poseía un código que le prohibía matar a mujeres, niños y chilenos, y quién siguiera los pasos de los malditos franceses y simbolistas, sedujeron a Patricio Manns, que tomó esta historia para reescribirla encima.
Manns abre la novela La vida privada de Emile Dubois, publicada por Alfaguara en el 2004, con una escena de crimen sobre un teatro de Barcelona en donde es el propio asesino quién dirige y actúa como homicida en un pasaje tan realista que es ovacionado por el público, que no advierte lo que en realidad está sucediendo sobre el escenario. Como se trata de su vida privada, el autor recrea lo que pudieron haber sido sus costumbres y acciones puertas adentro, en la relación con su amante Lea, las prostitutas que frecuentaba y que se convertían en cómplices de sus actos, especialmente Gioconda y la regenta la Metro Ochenta, a cargo del burdel El dedo sin Uña. También es relevante el personaje del cochero Mercuriano Aponte, quien atraviesa las calles de Valparaíso en una actitud sospechosa, actuando en conjunto con Dubois y confundiendo los hechos de sangre que comenzaban a ser investigados.
Narrada con la rica pluma de Manns la vida del asesino Dubois se hace carne y estremece, nos sitúa en el Valparaíso de principios de siglo y en sistema penal de la época. La prensa y las crónicas de esos años relatan que Dubois se negó a morir con la vista vendada y que habría afrontado al pelotón de fusilamiento asegurando ser inocente no por no haber cometido los crímenes, sino justamente por haberlos perpetrado. El mismo habría dado la orden de ejecución, asegurando que para el pueblo el sería un santo y que no sería olvidado. Hoy los devotos del asesino le rinden homenaje en el cementerio de Playa Ancha y Patricio Manns lo hace en cada capítulo breve de su bien lograda novela negra.
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Máster en Literatura.