Obvia sorpresa generó el caso de un pastor acusado por su hija de violaciones y abusos. Una historia terrible que la mujer se atrevió a denunciar para evitar que el hombre no cometiera los mismos delitos con otras víctimas.
Al tiempo debe decirse que la Iglesia Bautista de Antofagasta, por medio de sus pastores, actuó de manera ejemplar; no escondió el caso, ni la denuncia, mantuvo al acusado en espera mientras se desarrollaba la investigación y sancionó en el momento que correspondía. Muchas lecciones pueden sacarse de ese accionar que coloca primero la protección de los débiles.
Como sabemos, lamentablemente, con cierta frecuencia, los medios de comunicación dan a conocer la detención de personas acusadas de abusar sexualmente de menores en nuestra Región y el país, ya sea en el hogar, o incluso en instituciones de orden espiritual.
El año 2012 se puso en marcha un paquete de medidas para combatir los abusos contra adolescentes y niños, por lo que se puede solicitar de forma gratuita información acerca de personas que hayan estado involucradas en este tipo de delitos, a través de la página web del Registro Civil. La legislación inhabilita de por vida a los condenados por esos delitos a ejercer cualquier empleo directamente relacionado con niños.
La experiencia muestra que éstos son delitos que tienen una alta tasa de reincidencia, de manera que la sociedad no puede permanecer indiferente y debe proteger a sus menores. La situación es más compleja cuando la mayoría de los atacantes son conocidos de la víctima; habitualmente conviven con ellos y tienen relaciones de preponderancia y confianza.
La legislación tiene como objetivo resguardar a los niños, contribuir a la seguridad, la integridad física y psicológica de ellos, y dar algo más de tranquilidad a los padres, pero son éstos -principalmente- quienes deben redoblar sus esfuerzos por protegerlos y disminuir al mínimo la oportunidad de verlos expuestos a estos ataques.
El llamado es estar atentos a las señales y a no exponer a los infantes.