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Al rescate de los cuentos chilenos de nunca acabar en gloria

El profesor Manuel Dannemann reeditó las historias recopiladas por el bibliógrafo chileno Ramón Laval a principios del siglo XIX. Renacen Pedro Urdemales, la tradición oral y los cuentos que no conocen el fin. El libro "La maldición de Lono" acaba de ser traducido al español y en él, el periodista plasmó delirios divinos y conceptos profundos sobre su oficio, mientras estuvo en Hawái en el ocaso de su carrera, a comienzos de los años ochenta.P2-3 Aunque falleció hace seis años, el actor y director reaparece en una comedia independiente y en la obra no terminada de Orson Welles.P4
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Las historias del folclor oral nacional fueron contadas por mujeres "como la ilustre y eximia narradora de cuentos doña Carmela Gutiérrez". En 1955, Manuel Dannemann tenía 20 años y pasó una temporada en San Vicente de Tagua Tagua. Allí conoció a doña Carmela. La foto de la portada del libro la inmortaliza en sus dominios de La Orilla de Pencahue, el sitio exacto donde se produjo el encuentro gracias a unas carreras de caballo a la chilena. Aún con la diferencia de edad, hicieron buenas migas y mantuvieron la amistad hasta el fin de los días de Carmela. "Ella me enseñó mucho, tanto en la parte narrativa como en las composiciones poéticas: romances y oraciones que se cultivaban muy bien en ese lugar. Era una persona con un extraordinario conocimiento", describe Dannemann.

El campo chileno está lleno de relatos memorizados por hombres y mujeres. Así como doña Carmela narraba sus cuentos en los años 50, al pequeño Ramón Arminio se los contaba su mama Antuca y luego, más grande, escuchó de boca de Polonia González, la Pollonguita, algunos "cuentos de nunca acabar".

Los que aparecen en este libro los escuchó Laval en 1911 mientras estaba de vacaciones en Carahue, provincia de Cautín. Quien se los contó no fue una viejecita, sino un niño de 12 años, Juan de la Cruz Pérez, quien los había aprendido de su padre.

Los relatos muestran culebrones encerrados bajo siete llaves, varillitas de virtud que caen del cielo y princesas que emergen desde una toronja. La chicha de Quilicura y el aguardiente de Aconcagua expresan localismos, junto con príncipes que ceban mate con hojas de cedrón, cabalgan raudos por extensos potreros y se levantan con el canto de las diucas. También hay princesas que calzan zapatos de hierro como penitencia y que suben a sauces convertidas en zurzulitas.

Un cuento de Pedro Urdemales lo sitúa en el cerro Cordillera de Valparaíso haciendo bromas a un gringo y sabemos del mágico pájaro Malverde, una criatura que vivía "allá por los tiempos en que las culebras andaban paradas y los animales hablaban". O la historia de la hermosa Delgadina, que crió a una culebrita en su pecho, así como la de la Huachita Cordera con sus magníficos vestidos. Lo universal se manifiesta en las similitudes con clásicos como Juanito y las habichuelas mágicas y la historia de niños abandonados en el bosque tal como Hansel y Gretel. También hay héroes zoomorfos como el Medio-Osito y el Medio-Pollo y otros más inteligentes que forzudos, como el sagaz Soldadillo.

Chilenidad

Para el profesor Dannemann, el trabajo de Ramón Arminio Laval muestra "una chilenidad sin fronteras, siempre muy abierta y acogedora, donde encontramos las huellas de lo que ha sido el proceso de una tradición viva". Cree que, quizás sin proponérselo, se dedicó a estudiar identidades locales a través de los cuentos, arrojando antecedentes que han repercutido en muchos investigadores. A través de sus muchos viajes y sus lecturas de diversos autores, se constituyó en una de las principales fuentes de la narrativa popular y folclórica chilena.

-¿Cómo acotó esta selección?

-Teniendo en mente contenidos de carácter amplio, ojalá universal, pero que también mostrasen algunos factores específicos que permitiesen hablar de cuentos de distinto tipo: maravillosos, religiosos y de fórmulas. Laval no se propuso una sistematización acabada, lo que quizás le dio más libertad a su estudio y búsqueda de materiales y le permitió dar un espectro de conocimientos muy amplios. Los cuentos folclóricos están siempre llevándonos a formas de vida, no son sólo estructuras narrativas, en ellos hay dos funciones muy importantes: una de carácter didáctico y otra de esparcimiento, de amenizar.

-Usted habla de amenizar y acude a la raíz latina de la palabra, "levantar el espíritu".

--El término amenizar se produce en distintas modalidades, tensiones y niveles que se conservan en el cuento folclórico, que es un repertorio de patrimonios. Su manera de entretener puede pasar por diferentes formas, pero eso no es un conflicto, sino que enriquece las posibilidades de que el ser humano mantenga el interés.

-¿Se regeneran los cuentos folclóricos?

-Hace quince años llegamos a un buen nivel de estudios a través de lo que llamamos "Atlas del folclore de Chile". Trabajamos en 240 comunas y pudimos comprobar que en todas ellas había, con mayor o menor intensidad, la existencia de cuentos, pero que en algunas se mantenían y se producía una forma de asegurarlos por distintas razones: cuestiones de carácter psíquico, el influjo de algunos profesores de índole rural y muy meritorios, y el hecho de haber mantenido una tradición oral muy poderosa. Si tuviera que dar ejemplos diría que desde el punto de vista étnico en Chile siguen todavía existiendo con mucha fuerza los cuentos de animales, sobre todo en grupos aborígenes, como podría ser el caso de los cuentos mapuches y los cuentos atacameños; por otra parte, hay algunas regiones, específicamente el Maule y Biobío, donde todavía hay un caudal muy interesante de cuentos.

El profesor Manuel Dannemann es Doctor en literatura chilena e hispanoamericana y desde los 20 años hace investigación.


El día que Hunter S. Thompson se creyó un dios


Dennis hopper regresa


"Cuentos populares y..."

Laval / Dannemann

Editorial Universitaria 370 páginas

$12.150

KU

CULTURA & TENDENCIAS

26 de junio de 2016

suplementoku.cl

Por Amelia Carvallo Alman

Editorial Universitaria acaba de publicar un tomo que reúne 50 narraciones recopiladas por Ramón Laval (1862-1929). "Las recogió", como decía él, en los años 20, en sucesivos viajes que realizó por el país. La reedición de "Cuentos populares y folclóricos chilenos" la hizo el profesor de la U. de Chile Manuel Dannemann, y con ella, volvieron príncipes y princesas, brujas y culebrones, a deambular por un mágico campo.

"Hay príncipes que ceban mate con hojas de cedrón, cabalgan por extensos potreros y se levantan con el canto de las diucas".