En lenguas aborígenes
Desde principios de la Colonia los profesores de español, en su mayoría misioneros que acompañaban a los conquistadores, no sólo respetaron las variedades de la lengua indígena, sino, se dieron a estudiar formas y diferencias dialectales.
La coexistencia del castellano y lenguas aborígenes no se ha interrumpido. En cambio, se dejó de estudiar, con el entusiasmo de los primeros tiempos, el idioma de los nativos. Al ponerse de lado estos estudios y dejarlos de segunda mano, no se hizo progreso en la búsqueda de elementos literarios, que tanto preocupan a los curiosos de la realidad americana.
Conviene decir, para ser justos con los precursores que según investigaciones, ya en el siglo 16 se escribieron en Nueva España, en lenguas indígenas, más de cien obras, la mayor parte, debidas a gramáticos y lexicógrafos de misiones franciscanas, dominicanas y agustinianas, preocupadas en dominar el idioma de los indios a fin de hacer más fácil su trabajo sacerdotal en la propagación de la fe.
Los datos referidos, a que llegara un acucioso investigador, ya han sido ampliados, tomada debida cuenta que esa estadística solo llega hasta 1572.
Es posible que algunos de los escritores bilingües (abundantes en los primeros siglos de la Colonia), sea el que escribió la romántica aventura referida a Ollantay, drama indígena, pero influida por el sentido literario español, que circula en Perú en la segunda mitad del siglo 16. Parece mentira, pero fue conocida en Europa antes que en América, aunque el Padre Miguel Cabello de Balboa, la había recogido en 1576 en su Miscelánea Antártica.
Algunos eruditos atribuyeron la paternidad a Juan de Espinosa Medrano, que escribió en quechua y que era muy dado al arte dramático. Pero es absurdo atribuirle la redacción de Ollantay, pues él nació en segundo cuarto del siglo 17, y el drama quechua ya era conocido por Cabello, con prioridad de 50 años.
Nota: Iglesias, antofagastino, fue parte de la Academia Chilena de la Lengua.
Augusto Iglesias