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Violencia en las marchas: "A estos niños nunca se les ha rayado la cancha"

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Rosa Zamora

El áspero reproche que el sacerdote jesuita Felipe Berríos propinó al movimiento estudiantil tras el ataque de encapuchados a la iglesia de la Gratitud Nacional durante una marcha convocada por su dirigencia en Santiago, desenterró algunas ingratas verdades que ningún líder de opinión había dicho en voz alta.

No al menos durante estos meses y esta contingencia, antecedida por la jornada de violencia brutal que sufrió Valparaíso el 21 de mayo, que concluyó con el trabajador municipal Eduardo Lara fallecido a causa de uno de los dos incendios provocados por los violentistas.

"Esos muchachos que vimos en las imágenes, destruyéndolo todo, no sólo muestran poca imaginación para protestar, sino también que son hijos del mercado. No tienen ningún respeto por el resto de la gente y actúan de forma agresiva si no se les da todo lo que piden. Son jóvenes mimados por el consumo y ahora todos tenemos que soportar sus rabietas", acusó Berríos.

Luz divina

Unos días después, el centro de padres del malogrado Internado Nacional Barros Arana, con daños por cerca de $400 millones perpetrados durante la toma de sus propios alumnos, hacía un mea culpa y admitía que no se habían hecho cargo de sus hijos.

Y al analizar la forma en que La Moneda ha enfrentado estos problemas, el columnista de El Mostrador Fernando González escribió que "tuvo que ser el cura Berríos quien orientara en la práctica el camino que debía seguir el Gobierno".

¿Se siente pauteando al Gobierno? "¡Nooo, jamás!" dice el jesuita de opiniones taxativas y polémicas, pero al que nunca se le ha enrostrado tener tejado de vidrio. "Yo estoy metido acá en La Chimba, haciendo mis cosas. Es un poco exagerado el comentario". Pero no deja de observar: "Creo que el Gobierno está igual que los papás y que los profesores, con una papa caliente entre las manos por esta juventud a la que le tenemos miedo y no sabemos cómo conducirla".

"Porque si uno dijera que a los jóvenes no los ha escuchado el Ministerio de Educación o los políticos, ni los han tomado en cuenta los medios de comunicación, uno entendería que las cosas se tornen tan extremas, pero no ha sido así, se les ha escuchado. Y parten el diálogo con la toma, lo que no es diálogo", reflexiona Berríos, que el 27 de noviembre va a cumplir 60 años.

Y así como hizo con Infocap en Santiago y con la granja escuela Kibimba para los más pobres en Burundí, África oriental, no tardó en crear en Antofagasta "un pequeño centro de formación para pobladores de los campamentos, donde aprenden a leer y escribir, y también aprenden oficios".

Él mismo hace clases y apaga la luz todos los días a las diez y media de la noche. "Uno ve cómo la gente está tratando de superarse con mucho esfuerzo y sacrificio, entonces constatar que pasa esto otro es muy chocante", admite.

Felicidad de consumo

"Matemos el odio antes que el odio mate el alma de Chile" dijo el cardenal Ezzati tras el ataque a la Gratitud Nacional. ¿Vamos hacia allá?

-Yo pondría algunos matices. Creo que la sociedad chilena está en un proceso de cambios que corresponde más o menos a lo que ha pasado en todos los países del mundo cuando atraviesan la barrera de los 20 mil ó 24 mil dólares per cápita. Son otros los intereses, surgen problemas que siempre han estado, pero que se habían postergado frente a otros más urgentes; se reestructura la sociedad, los focos de poder, más gente quiere opinar y ser dueña de su destino, se exigen más cosas. Esto a veces da la sensación de crisis, pero no es la crisis de Venezuela, un país que se está derrumbando, sino la de un país que está creciendo y en esta reestructuración cruje todo.

Usted dice que la gran corrupción es la desigualdad. ¿Es la causa de la violencia que deja un muerto, dos incendios y saqueos en Valparaíso, la profanación de un templo, daños graves en la toma del INBA?

-Sería muy fácil echarle la culpa a la desigualdad. Es cierto que para mí la corrupción mayor que hay en Chile es la desigualdad social, pero el malestar que hay en este momento yo lo atribuyo a una sensación en la gente de que un sistema ideológico le prometió felicidad a cambio de mucho trabajo y mucho esfuerzo, una felicidad en artefactos, en cosas, en estándar de vida, y la gente ha adquirido autos, televisores, modernidad, pero no es más feliz. Ha ido perdiendo espacios de libertad, gratuidad, de gozo con la familia, y eso genera una sensación muy fuerte de frustración, de engaño, de rabia. Yo creo que lo que pasa con los jóvenes es parte de eso, pero tiene otro matiz.

¿Qué pasa con los jóvenes? Usted se manifestó indignado de ver cómo la generación más privilegiada en la historia de Chile "busca sólo saciar sus derechos, sin abogar por los de otros sectores más postergados".

-Creo que hay mucho de eso. Pienso que ha sido una juventud cuyos padres no han sabido serlo, tal vez porque han tenido que estar trabajando para poder conseguir todo lo que se les promete. Entonces han postergado el tiempo con los hijos y lo han suplido dándoles cosas. Es una generación de niños a los que nunca se les ha dicho que no, nunca se les ha rayado la cancha, desde chicos han escogido lo que quieren, se les ha insistido mucho en los derechos pero no se les ha inculcado con la misma fuerza que ellos pertenecen a una comunidad en la cual hay deberes.

¿Y eso qué alcances tiene?

-Es una juventud que hemos ido creando, le hemos dado todo lo que ha pedido. Ahora le tenemos que decir que hay otros que también tienen necesidades y que no se puede dar todo de manera inmediata. Entonces ahí vienen los berrinches.

Desde el lucro

Planteó que no entienden el esfuerzo del país en derechos para ellos, privilegiándolos por encima de los ancianos, los niños sin jardín y del Sename, los enfermos terminales sin medicamentos.

-Tenemos muchos sectores en situación crítica. No puede ser que todo sea solucionar sus problemas al cien por ciento y no esperar el ritmo al que el país vaya creciendo. Lo que más alegan es contra la ideología del lucro, que todo sea negocio, y tienen razón, pero lo alegan usando las armas de esta ideología, que es el no respeto, el no diálogo, rompiendo con las instituciones.

¿Le llama la atención?

-Esa es la típica ideología del mercado. El mercado arrasa, le interesa solamente su ganancia y su interés, no le importa nada de lo que pasa con los más pequeños, los más débiles, los que pierden. Esa ideología que ellos combaten -y creo que tienen razón en hacerlo-, la combaten con la misma ideología, con este no diálogo, esta violencia, con esto de no respetar que haya otros problemas que también demandan solución. Eso llama la atención.

El centro de padres del INBA hizo un mea culpa señalando que no se han hecho cargo de sus hijos.

-Yo creo que no nos hemos hecho cargo las autoridades del país, los políticos, las autoridades locales, los colegios. Hemos sido perdiendo autoridad y tengo la sensación de que hay temor hacia los jóvenes, temor de decirles que no, que no se puede, de ponerles límites.

¿El movimiento estudiantil ha sido egoísta?

-Ha sido como lo hemos educado nosotros. En una familia el centro son los hijos y los papás, por quererlos más, les han dado materialmente más y más. Pero muchas veces, por cariño, hay que restringirles cosas, hay que ponerles límites y explicarles que no basta con que uno quiera algo, sino que también hay que ver el bien de los demás. Esa parte yo creo que ha faltado. Son chiquillos que han crecido sin límites. Sin límites en lo tecnológico, en la alimentación, en las normas. Hay un sentido de libertad de consumo: "yo hago lo que a mí se me antoja".

¿Los dirigentes son responsables de los destrozos porque no son capaces de frenar esos hechos?

-Yo digo que los dirigentes tienen una responsabilidad. No directa en el sentido que cometen o mandan a cometer los actos vandálicos, no. Muchas veces los perjudican a ellos mismos. Pero tampoco pueden desentenderse totalmente, porque si se dice que los que cometen son una minoría, la pregunta es por qué la mayoría que los rodea no los ataja y no hace siquiera un gesto de atajarlos.

Todos pedimos más participación, justicia social y democracia, pero no estamos dispuestos a compartir nuestros privilegios, afirmó en una entrevista...

-Yo creo que estamos en una especie de bipolaridad porque racionalmente queremos más participación, más meritocracia, más democracia, pero tenemos un corazón que se ha ido forjando en una sociedad con una ideología de mercado, y es un corazón que no está dispuesto a compartir privilegios, que no quiere relacionarse con otros, que quiere ocuparse solamente de lo suyo y asegurarse. Entonces estamos en esta bipolaridad que nos tensiona mucho y queremos reformas pero estamos en contra de las reformas.

Tenemos una mentalidad democrática y un corazón de mercado, dice usted.

-El mercado no es bueno ni malo, es un instrumento económico, pero trae consigo una ideología, la ideología de la competencia, del que gana, gana, y el que pierde, perdió no más y no me preocupo más de él, de sacar el máximo provecho de algo sin mirar los daños. Una ideología que ve al país como una máquina dispensadora de cosas, que se centra más bien en los derechos que en los deberes, que ve al ciudadano como un consumidor que vale en cuanto consume, no por lo que es. Creo que el gran logro de la dictadura fue habernos metido esa ideología en el corazón de los chilenos.

Promesas y reformas

¿Qué sistema propone para revertir esa dinámica?

-Lo primero es darnos cuenta del origen de este malestar. Nos prometieron ser felices con todo lo que tenemos, y somos más ricos, pero no más cultos, más plenos ni más felices. Una forma de revertirlo es asumir que los derechos van asociados a los deberes. Lo que se está haciendo ahora, esto de la Constitución, más que la gente la vaya a escribir -porque para eso se requiere más conocimiento, etc- importa que participe opinando cómo le gustaría que fuera su país, sintiéndolo propio, porque lo sentimos tan ajeno que no decimos "mi país", sino "este país". También ir de a poco invirtiendo en lo que nos hace más pobres. Hoy día la pobreza no es material, hay una pobreza cultural. Necesitamos más ciencia, investigación, arte, leer más, más gratuidad, mejores relaciones entre nosotros.

Usted está de acuerdo con las reformas.

-Estoy totalmente de acuerdo y creo que hay que hacer más. Es fundamental hacerlas porque hay un malestar creciente. Había que hacer una reforma educacional, había que repensar el país. Creo que van a venir otras. Cualquiera sea el gobierno que esté, va a tener que hacer reformas en las isapres por ejemplo. Son cosas que uno ve que no están funcionando.

"Esos muchachos que vimos en las imágenes, destruyendo todo, no sólo muestran poca imaginación para protestar, sino también que son hijos del mercado".

"Es una juventud que hemos ido creando, le hemos dado todo lo que ha pedido. Ahora le tenemos que decir que hay otros que también tienen necesidades".