A un año de lluvias, Quebrada La Chimba cambia drásticamente su ecosistema
MEDIO AMBIENTE. Escasez de insectos y aves marcan el panorama de la reserva.
A400 metros sobre el nivel del mar, con un sol radiante, pequeños riachuelos dan la bienvenida a la reserva nacional Quebrada La Chimba. Ya no hay pozas como el año pasado, pero levantando una piedra húmeda aparece el festín de diminutos camarones en estado de carroña que llenarán el apetito de las arañas. Biota que complementan los caracoles de estas aguas subterráneas.
Distinto a 2015 -cuando se produjeran dos grandes eventos de lluvia-, está el sector hoy. Transitamos de ver una serie de aves, reptiles e insectos, a pequeños grupos de éstos y de menor tamaño; las distintas especies de plantas resguardan semillas entre sus tallos, secas. Se terminó el agua y cambió el ecosistema.
Unas 25 personas de la agrupación ecológica, Caminantes del Desierto, recorre el lugar empinado que exige resistencia física por su rocosidad.
Rodeados de alturas por los costados, que en 2015 estaban plagadas de verdor en esta fecha, los pasos de los caminantes son vigilados por una perra negra desde una puntilla.
Con su cachorro contemplan a los humanos y representando otra competencia para los animales del sector como los zorros.
Pero el verdadero vigía, observa todo desde el aire. Estilo dron. Tres aguiluchos siguen el rastro de los caminantes, quienes quedan indignados al ver que una bolsa plástica sigue a las aves.
Juan Contreras, jefe de ruta de Caminantes del Desierto, cuenta que "el aguilucho con el traro son los principales depredadores que mantienen el ecosistema aquí en La Chimba".
A nivel de mamíferos, lo poco que queda -según Contreras- son ratones oliváceos, aunque la incursión encontró defecaciones de zorros.
"Hoy no existe la humedad suficiente y disminuyeron los insectos, reptiles y otras especies que se alimentan del ecosistema", menciona Contreras.
Escarabajo
Con un camino más empinado y estrecho, a 600 metros de altura, los visitantes ven cómo se avecina la camanchaca que penetra los tafonis (cuevas rocosas).
En este sector, Rodrigo Castillo, ligado al estudio de insectos en la agrupación, levanta una piedra y encuentra un escarabajo negro y sin alas que resiste estas condiciones climáticas: extremo frío y calor.
"Estos escarabajos no tienen alas como otras especies. Entonces ese espacio que deberían ocupar las alas, al estar vacío, el calor no les afecta tanto. También los pelos que tienen en sus patas y la parte baja de su cuerpo, les sirve para retener la humedad y así pueden tener agua".
La niebla avanza lentamente humectando con suavidad los rostros, pero también confundiendo el sendero por su constante difuminación.
Según Mauricio González, presidente de la agrupación, regularmente en otoño e invierno, sube la fantasmal camanchaca durante el día a la reserva.
"El año pasado vimos que aquí no había espacio para la aridez. Ahora quedan los fondos de quebradas con algunas u otras especies. Y lógicamente que el resto está todo seco", recuerda González.
Desde su perspectiva aún no hay claridad respecto a la causal de las precipitaciones el año pasado. Tarea pendiente, según él, para saber si es fenómeno aislado o puede repetirse.
"Tenemos que tener claro qué tenemos en la zona, tener un catastro con organismos de Estado y universidades. Nosotros hacemos ciencia ciudadana, pero quienes son la base madre de la organización son los organismos del Estado", dice.
En la cima, luego de caminar por más de dos horas, el grupo conquista los 950 metros sobre el nivel mar. Los caminantes van de vuelta a Antofagasta perdiéndose en la entre la fría niebla costera.
170 millones de años tiene, geográficamente la Cordillera de la Costa donde se ubica esta quebrada.