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Las nuevas consecuencias de estar lejos de la naturaleza

ESTUDIO. Al carecer de este contacto, las nuevas generaciones no solo sufrirán problemas de salud, sino que tendrán poca conciencia medioambiental.
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Pamela De Vicenzi

Un artículo publicado por la Universidad de Washington (EE.UU.) nuevamente pone de relieve los beneficios de estar en contacto con la naturaleza y salir de vez en cuando de la ciudad.

Si bien vivir en un lugar urbano es atractivo para los sentidos y otorga comodidad a la hora de trabajar o estudiar, puede generar consecuencias negativas para la salud, aunque también influiría en cómo las nuevas generaciones toman conciencia del cuidado del medio ambiente.

Falta de conciencia

¿Bajo qué costo vive el ser humano en la gran ciudad? Esta es la pregunta inicial que se plantea Peter Kahn, investigador de la Universidad de Washington y autor principal del artículo publicado en la revista Science.

El equipo que desarrolló el documento discutió la creciente tensión entre el rol -sin duda necesario- de las áreas urbanas en la sociedad y el debilitamiento de la conexión de los seres humanos del mundo natural.

Este punto sería crucial en cuanto a la educación que reciben las nuevas generaciones sobre el cuidado del medio ambiente y la apreciación de la naturaleza.

"Los niños de las grandes ciudades están creciendo sin nunca haber visto las estrellas. ¿Puedes imaginar que nunca en tu vida has caminado bajo el vasto cielo estrellado, que produce esa sensación de asombro, restauración y la chispa de la imaginación?", planteó Kahn, académico del Departamento de Sicología de la Universidad de Washington.

El también especialista en medio ambiente agregó que "a medida que construimos ciudades más grandes, no somos conscientes de la cantidad y la rapidez con que estamos minando nuestra conexión con la naturaleza, y la naturaleza más salvaje, la fuente de nuestra existencia".

Amnesia generacional

Kahn ha realizado investigaciones sobre cómo las ciudades pueden generar tensión emocional y mental en las personas. Al igual que otros estudios similares, el investigador sostiene que las enfermedades mentales y trastornos del estado de ánimo son más comunes en las zonas urbanas.

Si bien hay culpas compartidas en materia de problemas sicológicos como la depresión, Kahn señaló que la reducción del acceso a la naturaleza es una causa que contribuye.

"Hay una enorme cantidad de enfermedades en gran medida ligadas a nuestro retiro del entorno natural", subrayó.

Los habitantes de las ciudades en áreas urbanas cada vez más densas pueden tener poco o ningún contacto con el mundo natural en su vida diaria. Ese vacío, según Kahn, está produciendo una "amnesia generacional del medio ambiente".

El especialista acuñó ese término mediante un libro para describir cómo cada generación crea una nueva idea de lo que es el medio ambiente basado en las experiencias de la infancia.

Por ejemplo, si un niño nunca se arrastra por la tierra en busca de insectos o nunca estira el cuello para alcanzar las ramas de un árbol, ellos no pueden ver cómo los bosques comienzan a degradarse debido a la tala o la destrucción incendiaria y por ende no tienen conciencia de la necesidad de protección.

"Esto ayuda a explicar la falta de acción en los problemas ambientales; la gente no siente la urgencia o la magnitud de los problemas debido a que la línea de base de la experiencia ha cambiado", advirtió el investigador.

Crear espacios naturales en la ciudad

Una de las soluciones que plantea Kahn respecto de la falta de contacto con la naturaleza es introducir la naturaleza en el núcleo urbano. Por ejemplo, fomentar la implementación de jardines, construir ventanas para que haya más aire fresco y luz natural y contar con plantas al interior de los hogares y aprender de su cuidado. El espacio, los recursos y la voluntad colectiva son factores necesarios para detener este problema y retomar las experiencias sensoriales con la naturaleza.

¿Los profesionales de la salud necesitan la espiritualidad?

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No me sorprendió leer que algunos hospitales y ejecutivos de empresas de seguros de salud buscan proporcionar una atmósfera no solo física, sino también espiritualmente sanadora. Esto significa dedicar cada día un tiempo para reflexionar, orar y participar en actividades para la comunidad. Hoy en día, se considera que la salud espiritual es también una estrategia en los negocios.

Hace dos años tuve la oportunidad de dar una conferencia a los docentes de la Facultad de Enfermería de Ciudad Victoria, Universidad Autónoma de Tamaulipas, sobre la importancia de la espiritualidad en su trabajo. Entre varias ideas, compartí mi propia experiencia al prepararme mentalmente para poder ayudar mejor a los demás, y cómo ellos podían hacer lo mismo. La receptividad fue tan grande, que la docente y jefa de enfermería del hospital pensó en ofrecer una charla a los enfermeros bajo su responsabilidad, así que en noviembre del año pasado volví a la universidad. La asistencia fue de más de 100 profesionales de la salud de aquel hospital.

Para todos los que trabajamos con la salud, independientemente de la experiencia que tengamos, es muy importante cuidar de nuestra propia salud y del pensamiento primero, para poder cuidar mejor de los pacientes. Un gran ejemplo de profesionalismo e incluso de superación de límites humanos y amor incondicional, fue Florence Nightingale, fundadora de la enfermería moderna, que cierta vez dijo que su éxito se debía al hecho de que "nunca dio ni aceptó ninguna excusa" para ayudar o hacer el bien.

Como teóloga y contemporánea de Nightingale, Mary Baker Eddy explica que "filántropos ocupados en labores humanitarias han sido capaces de experimentar, sin desfallecer, fatigas y exposiciones al peligro", porque derivan su apoyo "de la ley divina, que se eleva por encima de la humana. La exigencia espiritual… provee la energía y la resistencia que superan todo otro auxilio, e impide el castigo que nuestras creencias quisieran unir a nuestras mejores acciones".

¿Quién no quiere trabajar sin fatigarse, sin exponerse al peligro, siempre lleno de energía? Para lograr esto, la calidad de nuestro pensamiento es lo más importante. Reconocer que, cuando cuidamos de alguien, la compasión, la motivación y la sabiduría que expresamos tienen su fuente en lo divino, quita el falso sentido de responsabilidad propia, y nos brinda la capacidad para hacer bien nuestro trabajo.

Es por eso que los profesionales de salud sí necesitan la espiritualidad. Tomarse unos momentos a diario para reconocer que la fuente de energía, sabiduría y tranquilidad es divina, además de aceptar el Amor divino como el verdadero sanador, es el alimento que todos necesitamos para ayudar a nuestros semejantes, y cuidar a la vez de nuestra salud mental y emocional.

Leide Lessa