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Embarques salitreros

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Una fuente que describe en detalle y con vigor y colorido las faenas portuarias en Iquique después de la Guerra del Pacífico, es la obra de W. M. Castle, "Sketch of the city of Iquique-Chile…", Plymouth, 1887. También destaca la importancia de las balsas de cuero marino en el traslado del salitre desde las caletas a las lanchas, es el estudio náutico del capitán Aurelio García, "Derrotero de la costa del Perú", Lima, 1870.

Sin embargo, la relación del ingeniero y técnico salitrero don Santiago Humberstone, quien procedente de Inglaterra, desembarcó en el puerto de Pisagua al terminar 1874, sobre las faenas del embarque salitrero corresponden a ese tiempo y años siguientes: "Las facilidades para los embarques eran extremadamente rústicas. Las balsas de cuero eran unidas por amarras y sobre ellos, en el medio, iba ligada una sólida plataforma de madera, de tal altura que la carga no fuera alcanzada por el agua. Los cueros se inflaban, por boca, cada mañana, antes de comenzar la faena.

Al amanecer, las lanchas se alineaban a lo largo de la playa, frente a las bodegas de donde se iba a hacer el embarque. Cada balsa estaba a cargo de su balsero, que permanecía en el agua hasta las rodillas. Los jornaleros de las cuadrillas de cargadores colocaban los sacos de 300 libras sobre la plataforma de la romana y, después del pesaje, cada uno recibía en la espalda un saco con el cual trotaba hasta la balsa correspondiente.

Cinco sacos constituían la carga de cada balsa y se requería mucha destreza para botar los sacos sobre la plataforma de manera que quedaran los dos primeros atravesados, los dos siguientes encima y a lo largo, y el último también atravesado para sostener el montón en forma segura.

Cuando la balsa estaba completa, el balsero esperaba la próxima ola grande, empujaba su frágil embarcación mar adentro y, saltando sobre ella en el momento preciso, la impulsaba con su liviana canaleta de doble pala para que la resaca la llevara fuera de la rompiente".

Andrés Sabella