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"¿Sigue importando la reinserción social?"

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Detrás de cada delito existe una historia que, si bien no lo justifica, sí permite conocer sus causas. Podrá tratarse de un origen complejo o tal vez azaroso, pero siempre es una tragedia que afecta a los involucrados y a la sociedad.

El cine y la literatura, especialmente, se han encargado de retratar la humanidad del hecho delictivo: "volante o maleta", debió decidir un taxista al ser asaltado; o la confesión "yo nunca tuve enseñanza de naiden", de Jorge del Carmen Valenzuela Torres, que se recrea en la clásica película de Miguel Littín, por dar dos ejemplos.

Durante los últimos años, sin embargo, se ha fortalecido un discurso tan antiguo como errado: privación de libertad para el que delinque. Que haya cárcel durante la investigación y que la condena sea la más severa, se le exige continuamente al sistema judicial. Si no hay cárcel, "no vale", no hay justicia, hay "puerta giratoria", cualquiera sea la realidad que anteceda al delito, cualquiera sea la posibilidad de reinserción que tenga quien delinquió.

Obviando la delirante idea de trabajos forzados en una isla, la sociedad sigue entendiendo el encierro como la solución para reducir la delincuencia. El encierro en recintos penitenciarios que propician el contacto criminógeno; el encierro lejos del entorno familiar y social; el encierro en condiciones verdaderamente adversas, porque dicho lugar "no es un hotel".

No puede desconocerse la inminencia de otra modificación a la justicia penal que profundiza esto último. La reforma procesal penal será testigo de una segunda agenda corta antidelincuencia, tan cuestionable como la anterior. Una agenda que refuerza lo que se implementó con las modificaciones a la Ley del Tránsito y la Ley de Control de Armas: cárcel efectiva.

Pero, ¿qué busca la sociedad con este sistema? ¿Se persiguen sólo fines retributivos en la ejecución de la pena? ¿Que quien delinque, incluso por primera vez, escarmiente y sufra algo más que una privación de libertad? ¿Estigmatizarlo? Y si con seriedad asumimos que la respuesta es afirmativa, ¿qué esperamos como sociedad cuando recupere su libertad?

Cuando la opinión pública exige el endurecimiento de las condenas y más privación de libertad, no repara suficientemente en la ineficacia que demuestra actualmente la cárcel para los fines de reinserción social. Este diagnóstico se torna más complejo en aquellos casos en que se aplica cárcel efectiva por un espacio de tiempo reducido, que dificulta y hace más ilusoria aún la reinserción del condenado.

Luciano Cisternas

Defensoría Penal Pública de Antofagasta