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Chile le debe mucho

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Por Sebastián Piñera E.*

Pocos hombres han vivido, protagonizado y dejado sus huellas en momentos tan significativos de nuestra historia como el Presidente Patricio Aylwin. En efecto, le tocó vivir y actuar en los tiempos de las grandes utopías de espíritu adanista y refundacional. Primero fue "La Revolución en Libertad" de la Democracia Cristiana. Luego "La Revolución Socialista" de la Unidad Popular. Y finalmente, "La Revolución con Metas y no Plazos" del Régimen Militar.

Pero sin duda, hubo tres momentos estelares de nuestra historia en que Patricio Aylwin ejerció su liderazgo, y actuando con criterio de estadista, hizo aportes trascendentes. Ellos fueron el quiebre de nuestra democracia en 1973, la recuperación de nuestra democracia en 1988-89, y el primer Gobierno democrático post Régimen Militar entre 1990 y 1994.

En 1973 como Presidente de la DC y líder de la Confederación Democrática opositora al Gobierno de la Unidad Popular, Patricio Aylwin exploró y agotó todos los medios para encontrar un camino democrático y pacífico que permitiera superar el verdadero caos y desastre al que había conducido la Unidad Popular. Lamentablemente, no tuvo éxito en esa misión y el desenlace fue el Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973, el quiebre de la democracia y todas las consecuencias que ello trajo.

Luego, como Presidente de la Concertación, Patricio Aylwin lideró una transición pacífica e inteligente, que permitió poner término al Régimen Militar y abrir las puertas para recuperar la democracia, forma natural de vida del pueblo chileno. Normalmente las transiciones de regímenes militares a gobiernos democráticos se han dado en medio de crisis política, caos económico y violencia social. Nada de eso ocurrió en Chile. Gracias al liderazgo de hombres como Patricio Aylwin, Chile logró una transición ejemplar, reconocida así por el mundo entero.

Los esfuerzos por recuperar la democracia se iniciaron muy temprano, avanzaron significativamente con el Acuerdo Nacional del año 1985 y culminaron con el triunfo del No en el plebiscito de 1988 y las elecciones libres de 1989, en que Patricio Aylwin fue elegido Presidente.

Por último, como Presidente de Chile, a Patricio Aylwin le tocó liderar el primer Gobierno democrático post Régimen Militar y enfrentar los grandes desafíos de consolidar la libertad, la democracia, la economía social de mercado, la justicia y el respeto irrestricto a los derechos humanos de todos los chilenos.

En todos esos momentos significativos fueron fundamentales las grandes fortalezas y virtudes personales de Patricio Aylwin. Pero además, supo comprender que el primer Gobierno democrático después de 17 años de Régimen Militar debía ser un Gobierno de unidad nacional. Así nació la Democracia de los Acuerdos, doctrina en que Gobierno y Oposición, más allá de sus legítimas diferencias, supieron coincidir en sendas de diálogos y acuerdos para consolidar las libertades, la democracia, el progreso, la justicia y el respeto a los Derechos Humanos.

Patricio Aylwin también percibió que su Gobierno debía iniciar el arduo pero necesario camino de la reconciliación nacional, intentando conciliar los valores de la verdad, la justicia, la paz. También visualizó que la recuperación de la democracia debía ir de la mano con una mayor incorporación al nuevo y moderno mundo de la Sociedad del Conocimiento y la Información, y para ello conformó muy buenos equipos, con personas con talento y experiencia, como Edgardo Boeninger, Alejandro Foxley y muchos más.

Finalmente, un recuerdo personal. Conocí a Patricio Aylwin siendo un niño en la década de los 50, como un buen y generoso amigo de mis padres y tuve el privilegio de heredar esa amistad.

Colaboré con Patricio Aylwin en la década de los 80, y muy especialmente para el plebiscito de 1988, porque estaba absolutamente convencido que ese año, después de 17 años de Gobierno Militar, Chile no solo estaba preparado sino que necesitaba la democracia tanto como el aire que respiramos, y el camino del No permitía evitar la prolongación del Gobierno Militar y abrir las puertas para las elecciones libres de Presidente. Ese era el mejor y más rápido camino para recuperar la democracia.

Como Senador por Santiago, durante el Gobierno de Patricio Aylwin, apoyé y participé con convicción y entusiasmo en la Democracia de los Acuerdos. Durante esos difíciles y vulnerables primeros tiempos del reencuentro con la Democracia, Gobierno y Oposición logramos consolidar la democracia, la economía social de mercado y una mayor justicia social. Cuando tuve el privilegio de ejercer como Presidente de Chile, siempre recibí su sabio, leal y generoso consejo e inspiración. En estos últimos días tuve el honor de visitarlo en su casa y conversar como se hace con un gran amigo.

Tengo un profundo cariño, aprecio y gratitud por don Patricio Aylwin. Pero más allá de lo personal, por el fecundo y valioso aporte que hizo en tres momentos estelares de nuestra historia. Chile y los chilenos le debemos mucho a un hombre y político bien intencionado, inspirador, consecuente y patriota como don Patricio Aylwin.

"Supo comprender que el primer Gobierno democrático después de 17 años de Régimen Militar, debía ser un Gobierno de unidad nacional".

* Sebastián Piñera Echenique Presidente de Chile entre 2010 y 2014.

Un hombre justo y un servidor público ejemplar

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Por Michelle Bachelet

En momentos muy difíciles para Chile, cuando la patria buscaba la manera de sacudirse el peso de una larga dictadura, Patricio Aylwin Azócar, junto a un grupo excepcional de hombres y mujeres, hizo posible el reencuentro de los demócratas y la unidad que tanto necesitábamos.

Es un legado que ha marcado nuestra historia reciente y que no será olvidado jamás: la unidad, la paz de Chile, está por sobre cualquier consideración mezquina.

Le correspondió, como Presidente de la República, encabezar y conducir un período muy complejo. Los enclaves autoritarios de la democracia recién recuperada eran muchos y profundos. No en vano nos ha tomado más de 25 años acabar con algunos de ellos, como el sistema electoral binominal.

En ese escenario, con fuertes restricciones que limitaban el poder del nuevo gobierno, don Patricio Aylwin optó siempre por privilegiar lo que unía a los chilenos por sobre lo que nos dividía.

No se resignó, trabajó por su país, en toda su amplitud y diversidad. Trabajó por la reconciliación, por hacer de Chile una patria de hermanos fundada en la verdad.

Y tuvo el coraje de pedir perdón, a nombre del Estado de Chile, por las brutales violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura.

Su obra es sólida y no puede ser desmentida: cuatro años después, el Presidente Aylwin pudo entregar el gobierno con un país pacificado, con avances significativos en verdad y justicia, con una economía en crecimiento e importantes reformas al modelo económico-social impuesto a Chile por la fuerza de las armas.

Así, el Presidente Aylwin representó la capacidad de un país de superar los sectarismos y la incomunicación.

Y se entendió a sí mismo como representante no sólo de sus partidarios, sino de una nación entera, restituyendo a Chile el orden institucional y republicano que jamás debió haberse perdido.

Como hombre de derecho no sólo dedicó años importantes de su vida a la labor académica, sino que encarnó en sí mismo el afán de restablecer la legitimidad de las instituciones. De establecer la supremacía de la razón sobre la fuerza; de la ley sobre el avasallamiento; de un Estado al servicio de su pueblo y no en su contra.

Encarnó, también, una idea del servicio público como entrega desinteresada a la patria.

Su ejemplo de ciudadano recto y austero nos impone entre otras cosas la tarea de recuperar el sentido profundo de la acción política: servir a los demás y servir a Chile por sobre todas las cosas. De este modo, Patricio Aylwin fue gesto y acción, fue pasión por los ideales que representaba y realismo en el alcance de cada paso que podía dar nuestra patria.

Fue el republicano que descorrió el tupido velo que por años ensombreció a nuestra patria y el rostro de un Chile que reconocía sus heridas y comenzaba a sanarlas.

Es a ese Presidente de todos los chilenos a quien despedimos y a quien nunca olvidaremos.

"Es un legado que ha marcado nuestra historia reciente y que no será olvidado jamás: la unidad, la paz de Chile, está por sobre cualquier consideración mezquina".

* Michelle Bachelet Jeria

Presidenta de la República.