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"Estafa Piramidal: No culpar al estafado"

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La estafa piramidal tiene muchos años de existencia en todo el mundo. En muchos países, de hecho, está fuera de ley. Por esta extensión en el tiempo y en el espacio, esta no puede ser explicada -como ha intentado hacerlo la prensa en Chile- por una "especial conducta chilensis": una patología moralizante del ambicioso, del codicioso, el segundo pecado capital. Al plantear las cosas así se injuria al estafado; en tono religioso se le dice: 'si te estafaron fue por tu culpa'. Tampoco se puede explicar por la ignorancia de los más pobres, pues hay estafas para todos los gustos y clases.

Los sociólogos acostumbramos a analizar las cosas desde el actor y desde la perspectiva de un observador. Desde el observador, desde quien conoce el sistema financiero, no es sólo una conducta riesgosa sino también ignorante, pues el esquema de la estafa es conocido y el efecto de saturación hace que el sistema piramidal nunca pueda cumplir su promesa de réditos, salvo durante un breve tiempo. La labor educativa de los medios de comunicación es imponer esta perspectiva del observador de modo que alguna vez -esa es la esperanza- llegue a ser tan conocida y burda como las estafas telefónicas. Pese a este esfuerzo mediático, lo cierto es que la memoria es frágil.

Esa es, de hecho, una de las primeras condiciones de éxito de la estafa piramidal. Debe realizarse en algún lugar donde hace tiempo no ha ocurrido, donde el olvido ya ha hecho su trabajo. Nunca se ha visto que una estafa de este tipo ocurra seguido de otra.

Lo interesante y lo que explica que esta estafa vuelva a repetirse, se esconde en la perspectiva del actor. Ellos -sin ser distintos a los perfiles riesgosos del sistema financiero-siempre se consideran más astutos que los demás. Por eso, aun entendiendo los riesgos, siempre creen que les irá mejor que a los otros.

Pero más allá de eso, el repetido éxito de la estafa piramidal reside en que opera en base a la confianza en el prójimo, lo cual abunda en la sociedad. En Chile todas las encuestas lo repiten: aún si desconfiamos del sistema económico y político, confiamos extremadamente en los cercanos. Y son ellos quienes nos invitan a participar de este negocio espectacular. Más que al banco o a la AFP, a mi amigo, colega y/o familiar, que conozco desde siempre y nunca me ha fallado, le creo.

Además, ellos me pueden mostrar sus ganancias. Eso es parte clave del funcionamiento de la estafa, que durante un tiempo limitado sí se cumplan los réditos prometidos, de modo que se pueda expandir la buena nueva. ¿Cuantas amistades y relaciones habrá destruido la estaba recién descubierta?

Este marketing de la recomendación directa, que es finalmente el motor de la estafa piramidal, se acompaña de otras condiciones para que tenga éxito: la estafa debe parasitar de la imagen del sistema financiero legal, contando con formalidades como oficinas y secretarias.

Este "como sí" fuese un sistema formal pero excepcional, la autoconfianza, la confianza en el prójimo y el hecho de que nuestra memoria es frágil, parecen ser las claves sociológicas de que personas comunes y corrientes -no energúmenos ambiciosos y pecadores- vuelva a caer una y otra vez en esta estafa tan añeja como conocida.

Frente a esto parece no quedar otra alternativa en Chile que -como en muchos otros países- declarar ilegal este modelo... ¿de negocio?

Mauro Basaure

Sociólogo investigador

Escuela de Sociología UNAB

Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES