Descentralización y coraje político
"Se necesita ante todo coraje político. Coraje para liberarse de la aprehensión del centralismo".
De todas las contraculturas que impiden el proceso descentralizador en Chile, la más persistente es la del miedo. El gobierno central siente profundas aprehensiones con soltar la mano de sus regiones. Para eso, aun cuando sabe que es correcto descentralizar, en la práctica desincentiva el proceso al burocratizarlo e invisibilizarlo.
Las ventajas de la descentralización son evidentes. Facilita el progreso de las regiones al permitir a los gobiernos regionales establecer sus propios tributos y potenciar sus propios procesos productivos cimentados no en la carga fiscal, sino en las necesidades de la población y en la voluntad de su sector empresarial. Mejora la infraestructura de las regiones al posibilitar el contacto internacional de las unidades subnacionales con los países limítrofes, procurando el mejoramiento de la conectividad portuaria y vial. Atrae a nuevos habitantes a sectores con baja densidad poblacional y, junto con eso, a nuevos médicos, ingenieros, profesores, etc., con la mejora de los servicios que implica aquello. Posibilita la vinculación cultural con el medio regional, dado que la autonomía procura un sentimiento de pertenencia y unidad del territorio que acaba fortaleciendo la cultura de la región. Mejora los niveles de "desigualdad regional" haciendo posible que las regiones pobres tengan más espacio para administrar sus recursos. Permite que las políticas públicas (salud, educación, vivienda, seguridad, etc.) puedan ajustarse de mejor manera a las necesidades de la región a partir de la cercanía que el gobierno tendría con la ciudadanía.
Hace posible la innovación institucional, entendida como el diseño e implementación de formas institucionales que se adapten creativamente en función de las necesidades políticas de la región. Y, además de todo esto, entrega espacio para la participación ciudadana en la rendición de cuentas y transparencia de sus propios gobiernos regionales debido a que es más fácil fiscalizar ciudadanamente al gobierno que queda más cerca que al que yace en Santiago.
Pero para eso se necesita ante todo coraje político. Coraje para liberarse de la aprehensión del centralismo debe estar en la base del activismo regionalista. Coraje para dejar volar a las regiones. Lamentablemente no hay mucho coraje para nada hoy en día.
Jean Masoliver Aguirre
Investigador Fundación para el Progreso