Mr. Holmes
La última adaptación del famoso personaje creado por el inglés Arthur Conan Doyle, está interpretado por el aclamado actor británico Ian McKellen (Gandalf y Magneto), que en esta ocasión y en concordancia con la edad del intérprete, podemos ver a un Sherlock Holmes en una edad tardía, dejando en evidencia que el paso del tiempo hizo buena mella no sólo en su cuerpo, sino que por sobre todo, en el principal atributo del célebre detective, es decir, su memoria y por tanto, su habilidad para inferir el mundo.
Así, retirado y abandonado al cuidado de su panal de abejas, Mr. Holmes debe hacer frente a la inevitabilidad de la muerte y al mismo tiempo, perseguido por un caso inconcluso, cerrar esa parte de su vida, que lo tiene sumido en un espiral tormentoso, azuzado además, por un niño de no más de 12 años que, despierto como pocos, lo atribula para que pueda resolver, a su vez, dos enigmas. El primero, la muerte de una mujer ocurrido décadas atrás y el actual, la muerte de varias de sus preciadas abejas.
El filme se fundamenta, entonces, en continuos saltos al pasado, que nos ayudan a reconstruir ese enigma. Pero la real pregunta es cómo el director Bill Condon pudo fallar tanto en darle alma a esta película. Cuesta congeniar con naturalidad el equilibrio de los distintos puntos narrativos, los que se mezclan arrastrados por la fuerza, para dejar sobre los hombros de McKellen, la carga del filme, cosa que hace de manera espléndida.
Por último, se agradece que este Holmes se aleje además, de la fascinación actual por entregarle a este personaje, características fenomenales, como fuerza física, atractivo y locura en extremo. Acá el espectador presencia la cúspide del equilibrio maravilloso que sólo entrega el buen paso del tiempo.
Holmes, perdido en su falta de memoria, va disparando sus últimos cartuchos con una humildad sublime, para retar al destino fatal como lo haría un director de orquesta, que sabe llevar el movimiento con calma y furia.
Alfredo Gutiérrez Fuentes