Elba Emilia y Andrés
CULTURA. Dos grabaciones (1982 y 1992) de María Canihuante dieron origen a este diálogo imaginario muy atractivo.
Es la quietud de un hermoso atardecer. En su sillón favorito, Elba Emilia y Andrés conversan:
-¿Te acuerdas, Elba, cuando nos conocimos?
- Sí, Andrés. Nos conocimos en el verano de 1934, cuando eras estudiante de Leyes y vivías en Santiago.
-Debimos casarnos entonces. Porque nosotros nos hubiéramos casado cuando teníamos yo 20 años y tú tenías poco más de 16. Y este amor, en este instante, si se hubiera realizado, tendría ya muchos nietos e hijos de casi 50 años.
- Recuerda, Andrés, que no nos pudimos casar entonces por muchas razones, tal vez por razones ideológicas tuyas,
-Sí, Elbita, yo creía en un amor libre y no creía en los amores que se santifican civilmente y religiosamente.
-No te quejes, Andrés. Tú bien sabes que Dios lo quiso así.
- Elbita, tu para mí, y lo sabes muy bien, has sido un gran regalo de la vida. ¡Qué sería de mí si no estuviese aquí, a mi lado, enseñándome, cooperándome! ¡Y qué sería también de ti si no se hubieses casado conmigo! Y no te rías… Tú sabes que esta es una gran verdad.
Vidas
-Andrés, Andrés…
- Elba, tú significaste en mi vida, primero una gran nostalgia, una nostalgia creadora, porque yo viví con el pensamiento puesto en ti, a pesar de otras cosas, convencido que era lo que yo necesitaba: una criatura creadora a mi lado, que no fuera una sabidilla, que no fuera la mujer empalagosa de cultura, sino la mujer que cuida de modo sutil, ayuda como a un hermano en la tarea del hombre que está a su lado y que en este caso no hace otra cosa que escribir.
-Andrés, no sigas…
-Te he dedicado casi todos mis libros, cuando no nos pudimos casar, te los dedicaba para que tu nombre estuviera ligado al mío.
-Y era tan hermoso ver esas dedicatorias… A la distancia, nuestros corazones estaban juntos.
-Ahora que estás a mi lado, ya no necesito dedicártelos. Pero mi último libro, secretamente y tú lo sabes, está dedicado a ti, con esta expresión, sin nombrarla lo digo todo, porque en el fondo, eres tan loca como yo. Esta es la dedicatoria "Te dije que era hijo de un rey de naipes y lo creíste"
-Y sabes muy bien, Andrés, que siempre te he creído y seguiré creyendo en ti.
-Elbita, Tú me ayudas tanto… Incluso, yo diría que preparamos juntos los artículos, que compartimos los honores.
-Andrés, siempre te ha gustado mostrar el proceso literario: mostrar como preparas tus artículos, como creas la poesía. No necesitas inspiración previa: escribes los artículos y ya. Si hay algo que corregir, simplemente tarjas a lápiz. ¡Cuántas veces, me has contado que, en "El Mercurio", se molestan por esta costumbre! Y eso de escribir de pie, en tu famoso mueble alto, donde está la máquina Underwood, ¿no te cansa? Siempre tan metódico.
-Son los años… y las costumbres.
-Y esta tarde, al dibujar, ¿vas a escuchar tangos o concierto?
-Seguramente tangos, tú sabes cuánto me gustan. Hoy me toca dibujar y debo aprovechar la luz natural. Mis pinceles y le tinta china están listos. Mañana, para pintar, escucharé algún concierto.
- Pero, Andrés, deja de hacer artículos para otros, no recibas tantas visitas y preocúpate de ti. Tu próxima novela no la has escrito por falta de tiempo.
-Elbita, tú sabes que yo creo que cada vez que la puerta de mi casa se abre es para recibir no una visita, sino que para recibir un bien que me viene de la vida a la casa. Cada vez que mi puerta se abre, es un corazón que también se abre a la paz y la poesía.
Antofagastino
-Pero hay cosa que te molestan…
-Por supuesto, como buen antofagastino, me molesta el poco espíritu de Antofagasta, la falta de antofagastinidad. A la gente hay que obligarla a pensar y a participar. Por ejemplo, desde cuándo estoy luchando por el Museo del Cobre y del Salitre. Iquique ya tiene un Museo del Salitre. Como no me voy a molestar.
-Mira, para que se le pase la rabia, ¿por qué no sacamos todos los "adornos" de tu pieza? Siempre has sido como un niño. Esto de "decorar" tu ropero, poniéndole fotografías y dibujos pegados con clips y chinches… ¡Si ya parece un "cuarto de zapatero"!
-Elbita, Elbita. Recuerda cuando sacamos todo. Se veía muy ordenado. Y cuánto tiempo duró, Para mí es como un juego, un juego de niños. Yo converso con las fotos, los dibujos. Me traen tantos recuerdos…
-Bueno, entonces cambiemos de tema. ¿Qué me decía antes? ¿Que te llamó tu amigo, el médico?
-Ah, sí. Lo que pasa es que necesita un médium. Y me llamó, porque considera que soy un buen sujeto, porque tengo mucha sensibilidad.
- Pero anda. Tú tienes muchas premoniciones, muchas visiones. Nunca olvidaré que, una semana antes del golpe de estado, soñaste que La Moneda ardía, que la veías en llamas.
-Y yo lo consideré una barbaridad. Sin embargo, sucedió.
Y así, en Uribe 666, en esta Antofagasta donde el sol canta desnudo, pasa la vida, mezclada de literatura, arte, paz, poesía, recuerdos, cariño, costumbres, comprensión.
De repente, Andrés dice:
-Elbita, por creer ambos en la bondad, en el amor universal y en Cristo es que creo que, de viejos, hemos venido a encontrarnos para que esta casa sea la casa de todos los que lleguen a ella. No es mucho el pan, no es mucho el vino, pero como dicen las viejas prosas y en las viejas casas chilenas, lo que sobra es la voluntad de amor para los demás. Y que siempre nuestros ojos y nuestros corazones estén confundidos con las estrellas del cielo.
Las horas se descuelgan lentamente del reloj "Sabella Hermanos", que canta su melodía…