Eduardo Aramburú
Atacama ha sido una fecundísima tierra que se ennobleció en sus metales y además, porque de allí salió el espíritu de sus hijos, bravos en la guerra, finos en la cultura, ricos, para siempre, en la tradición.
Si evocásemos a Guillermo Matta, tendríamos, como base de crónica, al romántico que le entregó a la poesía chilena sentimientos con ímpetus de vibración universal, de justicia y de paz.
El poeta Romeo Murga destacó, en la brevedad de su vida, apenas de 21 años, como un lírico de selección, cuyos versos se confundían con los del Neruda de "Crepusculario".
Nunca dejó Copiapó de avanzar, latiendo, sueño a sueño, en sus jóvenes. El primer libro de Eduardo Aramburú García nos lo demuestra, con su límpido testimonio: "Espada de Agua". Es una obra que se huele henchida de tierra Atacameña, impregnada por los rocíos de todas sus noches abiertas.
Aramburú ha vivido diversas experiencias: de la Pedagogía en Matemáticas a la venta de libros. Pero, jamás, abandonó lo que es su capital secreto de sangre: el amor por las palabras que renuevan la expresión y la visión de los hombres. Ha sido poeta en voluntad de amor:
"Siempre en Atacama/donde el sol es dibujo eterno/de la sed"
"Encuentro en la vertiente del alma"
Y, allí, en Atacama, se empeña porque la vieja fuerza de sus hombres de letras siga en los de hoy, tan activa, como cuando Copiapó era huella de alto pensamiento patrio.
Apegado a la piedra atacameña Aramburú, "sembrando añañucas y chañares", descubre que el nombre de "la novia de Atacama" es Libertad, la que le enseñaron a defender los mineros y escritores que vieron a "Chañarcillo pavimentando auroras". Por tan digna razón, estampa su credo de hombre y de poeta:
"Arrodillados junto a los cerros de Atacama/escribimos el juramento en la cúspide del cielo:
Libertad/ Amor/y Pan/ para los que aman"
"Trabajadora de Atacama"
Aramburú inicia una obra que le obliga a nutrirla con sangre y sueños, y sin treguas ni concesiones. Es su tarea del porvenir. Sabrá realizarla en honra de su condición de nieto espiritual de Jotabeche.
Andrés Sabella, 20. 12. 1981